Teatro sinVergüenza
No necesitan ver a su público. Solo sentir sus palmas y escuchar sus risas. El elenco de actores con discapacidad visual, dirigido por Lucho Cáceres, cumple diez años ironizando sobre sus pesares. Y lo celebran con un montaje testimonial.
Cita a ciegas, Isla Buenavista, El cielo no quita lo ciego, El juicio al ciego, Caso cegado.
Difícil enumerar los montajes de Teatro SinVERgüenza sin estirar los pómulos y dibujar una sonrisa socarrona. Han pasado diez años de una conversación entre dos conocidos de la universidad (Ximena Ramírez, directora del Centro de Rehabilitación de Ciegos de Lima y el actor Lucho Cáceres). Diez años de intuición y creación colectiva. Diez años luminosos en los que personas ciegas y de baja visión han tenido claridad y valentía para transmitir arte desde una tarima. Diez años de humor negro para contar entre risas lo que durante mucho tiempo humedeció pañuelos y gastó rollos y rollos de papel higiénico. Diez años desenfadados. Y sin vergüenza.
Es jueves por la tarde en CERCIL, el centro fundado hace 52 años por un comandante de la FAP que se quedó ciego surcando el continente en una misión (Carlos Zegarra). Hoy arranca la segunda semana de Así es como nos vemos, la puesta en escena por la década alcanzada. Es un día agitado: en la mañana tuvieron una función especial con un colegio.
Y ahora deben responder preguntas antes de la siguiente. Lucho Cáceres, el actor que por estos días se nos aparece cada tres minutos con chompa turquesa, pantalón blanco y lentes dorados, no llega todavía. Así que sin querer, esta entrevista es un ensayo espontáneo de la obra. Una obra donde son ellos mismos.
Tardones como César Alcántara que ofrece vinos en lugar de manzanas para congraciarse con el director; presumidos como Richard Picón, el único del elenco que actuó en una película de cine, pero de cine mudo (retiraron sus escenas con diálogo en la comedia Amigos en apuros. Algo por lo que los demás lo baten); sinceros como Johanna Contreras, la psicóloga que los analiza sin anestesia; chispeantes y con harto ‘Cayetano’ como César Quiñones y sus dreads; y elegantes como Maricucha Guemes, la mayorcita del grupo.
Son catorce actores. Catorce individuos que innumerables veces se preguntaron, rabiosos, lanzando puñetes al aire o tirando cosas, ¿por qué yo? ¿Por qué a mí? Salvo Ángela Pin, todos vieron el mundo alguna vez (algunos incluso conocen el rostro de Lucho Cáceres). Pero en algún punto de sus vidas se cruzaron con la desgracia. Una enfermedad dormida, un pelotazo, un accidente con el auto, una negligencia médica.
Como Lourdes Aquije, comunicadora social que nos representó en los Parapanamericanos Lima 2019 en 200 metros planos, quien a los doce años, luego de diagnosticarle lupus, quedó a obscuras debido a una mala praxis. Un día escuchó aplausos y se echó a andar, cruzando nuevas metas.
O como la misma Maricucha, quien cumplió un sueño de juventud, con teatro SinVergüenza, luego de ser atacada por una retinosis pigmentaria. “Cuando tenía vista no logré ser actriz. Y ahora a mis 72 años he podido pisar un escenario”.
Como para los otros montajes no ha habido guion que aprender. Pura vena creativa en los ensayos. Entonces, aparece Lucho Cáceres en gorrita, jean y morral. El actor que separa sus agostos y diciembres de cada año para ennoblecer su alma.
“Me han hecho sentir desde (Ricardo) Gareca hasta (Cristóbal) Colón: porque sé cómo funciona cada uno y porque costó hacerles creer que existía Tierra”, dice este director ad honorem.
Así es como nos vemos anda en sus últimas funciones. No perdamos la oportunidad de ver a través de ellos. Con desenfado. Y sin vergüenza.