"Más divertido aún es que, tanto Vladi como la Bozzo arguyen que la película podría afectar su buena imagen. ¿Juaaaat? Sí, como leen. Ambos personajes andan preocupadísimos de que la gente piense mal de ellos".,Si Vladimiro Montesinos no estuviera bien guardadito en la Base Naval, cualquiera pensaría que había llegado a un acuerdo con los productores de Caiga quien caiga, la peli de Eduardo Guillot que cuenta el oscuro período en el que el Doc hacía y deshacía los hilos de la corrupción –basado en el libro del mismo título escrito por José Ugaz– para que tenga la mejor y más impagable de las promociones. Y no es para menos, como bien lo sabe Karinita Calmet, quien, sin querer, le dio tremendo espaldarazo a otra peli controversial, La casa rosada, que gracias a ella se quedó varias semanas en cartelera con asistencia récord y, de paso, inauguró a una nueva forma de, digamos, contra-márketing, que ha hecho por el cine nacional más que años y años de premios del Conacine. Esta nueva estrategia publicitaria, que podría llamarse algo así como Efecto Melcochita, es muy sencilla: se produce una película; se lanza la campaña de promoción, incidiendo en el carácter de denuncia del período fujimontesinista en la trama; de inmediato, sale algún impresentable (preferible si tiene antecedentes naranjas) y, cual perrito de Pavlov, habla pestes de la producción sin siquiera haber visto el trailer y exhorta a la gente que no vaya a verla. ¡Voilá! Taquillazo asegurado. En el caso de Caiga quien caiga, la pela donde Miguel Iza encarna a don Vladimiro Montesinos, peladita con raya al costado incluida, el marketing le ha venido por partida doble: no solo el Doc mandó carta notarial advirtiendo que no autoriza el uso de su personaje, sino que, por su lado, doña Laura Bozzo Rotondo hizo lo propio y con los mismos argumentos, con lo cual, salvo que la película sea más aburrida que discurso de Chávarry asegurando su honestidad, tenemos un prospecto para batir el récord de Asu Mare. Pero más divertido aún es que, tanto Vladi como la Bozzo arguyen que la película podría afectar su buena imagen. ¿Juaaaat? Sí, como leen. Ambos personajes andan preocupadísimos de que la gente piense mal de ellos. ¡Claro! Montesinos debe jurar que su imagen pública quedó impoluta después de los años en que envileció al país, después de que se vieron los videos en los que compraba congresistas, jueces, fiscales y broadcasters al peso; después de que huyó despavorido en el velero Carisma tras cobrarle a su socio (Alberto Fujimori) quince palos verdes por su silencio; después de que salieran al aire sus ridículas camisas tornasoladas y sus atorrantes relojes de miles de dólares; en fin, después de las mil trapacerías que perpetró en los noventa. ¿Su buena imagen? Ja. Tres veces ja. ¿Y, por su parte, la Bozzo, la mujer gracias a quien pasábamos roches en el resto del continente, donde pensaban que los peruanos éramos unos salvajes desmuelados que andaban golpeándose por quítame estas pajas, la que mandaba besitos volados a Vladimiro, la que sirvió de lavacara al gobierno de Fujimori, la ejecutora de las vendettas mediáticas más sucias contra los políticos de oposición, tiene alguna imagen realmente que salvar? No sabemos si la película es buena –aunque el tráiler promete–, pero esta publicidad es, repito, impagable. Yo que Guillot ya estaría haciendo los trámites para que, solo por el día del estreno, el Doc y la Bozzo estén en la alfombra roja. Más aún: haría el estreno de frente en la Base Naval. Fácil, así logran que hasta Abimael y Elena Iparraguirre estén en los espectadores. ¿Se imaginan la taquilla? ¡Ni los Avengers! #Yoapoyoamicongrezoo Hablando de estrategias de marketing, ninguna me ha causado más ternura que la que han iniciado los fujitrolls del Parlamento bajo el hashtag de #Yoapoyoamicongreso, para oponerse a la idea presidencial de la no reelección congresal. En serio. Hay que estar muy desesperados para lanzar una idea tan contraproducente en momentos en que ese grupete de sanguijuelas del tesoro público (con el perdón de las sanguijuelas, por cierto) tiene una aprobación apenas superior al uno por ciento. Es decir, solo uno de cada cien peruanos da una china por su permanencia. ¿Cuál habrá sido la cabecita brillante que pensó que con ese lema se iba a lograr el control de daños en la imagen del Congrezoo? ¿Pensarán que la gente se va a convencer de que son unos eficientes y trabajadores demócratas después de verlos meses y meses obstruyéndolo todo, armando cuchipanda y media con los dineros públicos y oponiéndose a cualquier medida moralizadora? Bueno, si esto es parte de una estrategia de marketing, podríamos decirles a los mandamases del Congreso que los han estafado y que solo empeora la percepción que la ciudadanía ya tiene de ellos. Podríamos decirles, claro, si no supiéramos que, si han pagado por semejante esperpento, lo han hecho con nuestro dinero. Eso sí marca pica.