Fue el tercer arquero de “Los Jotitas”. Con la plata que ganó en el Mundial Sub-17 de Corea le pagó la inicial de un departamento a su mamá. Cuando era chico tenían que hacer chancha para comprarle los guantes. Aquí la historia nunca antes contada de un león del arco.,Pedro Gallese: Retrato íntimo,Pedro Gallese: Retrato íntimo,Debió llamarse Piero. Ese fue el nombre que le puso su mamá, pero su papá, que recién lo conoció cuando tenía un mes de nacido, cuando fue a registrarlo escribió el suyo: Pedro. Pedro Gallese Garrido lo visitó unas cuantas veces y desapareció. Tatiana Quiroz, la madre, se hizo cargo del pequeño Pedro Gallese Quiroz, el hoy arquero de la selección nacional. En casa le restituyeron el nombre original y lo empezaron a llamar Piero. Los papás de Gallese se conocieron en una quinta del barrio de Malambito, en Barranco. Ella vendía frutas y verduras con su padre, don Juan Bautista, que jalaba su triciclo lleno de hortalizas desde Barranco hasta Chorrillos. Él era técnico de la Compañía Peruana de Teléfonos. Cuando mamá Tatiana quedó embarazada, su hermana fue quien la llevó al hospital a la hora del parto. PUEDES VER Pedro Gallese fue dado de baja en Veracruz y no jugaría hasta el próximo año El portero de la blanquirroja nació el 23 de febrero de 1990 en el hospital María Auxiliadora, en San Juan de Miraflores. Pesó 3 kilos y 400 gramos, es decir, llegó gordito. Con los años fue perdiendo peso hasta convertirse en un faro de 1,91 metros. Hizo el aprestamiento en un nido a pocos metros del estadio Gálvez Chipoco, acaso un guiño del destino que le anunciaba cuál sería su hábitat. El hermano de su mamá, su tío Urbano, que era su padrino, quiso que el pequeño jugara al fútbol y lo matriculó en la academia de César Cueto, el recordado poeta de la zurda, y Guillermo La Rosa. Empezó a jugar como delantero. La primaria la estudió en el colegio José María Eguren, donde le gustaba llenar las hojas de su cuaderno con personajes de Dragon Ball Z. Aunque su verdadera debilidad eran los partidos que se improvisaban en el patio de la escuela. "Creo que iba al colegio por la pelota", recordaría Tatiana años más tarde. Un día su mamá y su tía Sonia lo llevaron a jugar a un campeonato escolar en la urbanización Las Viñas de Surco. "Como para él, el arquero no tapaba nada, lo sacó del arco y le dijo 'sal, sal, yo voy a tapar'". Desde entonces el travesaño fue su mejor amigo. Su mamá tuvo que hacer malabares para mantenerlo a él y a los otros dos niños que llegaron, Joseph y Cristopher, producto de una nueva relación con un futbolista llamado José Luis Vega. Vendió cosméticos Yanbal entre conocidos, fue dependiente de tiendas y trabajó con una prima que vivía en Miraflores. Cuando Pedro entró a la academia Tito Drago, a veces no le alcanzaba para comprarle guantes y los padres de algunos muchachos hacían una chancha. En Tito Drago lo exoneraron del pago cuando lo vieron volar. Entonces lo llamaron de un pequeño club de San Isidro, el Deportivo Real. Sería su oportunidad dorada, porque con este equipo disputó un campeonato nacional de menores en la Videna y fue cuando lo vieron y lo llamaron a la selección Sub-17. Como segundo arquero suplente de “Los Jotitas”, luego de Eder “El Gato” Hermoza y Víctor Ulloa, Gallese fue parte del cuadro que llegó a los cuartos de final del mundial de la categoría el año 2007. Con el premio que se trajo de Corea del Sur pagó la inicial de un departamento para su mamá y sus hermanos. Es una casa de 90 metros cuadrados en un condominio de Chorrillos, mucho mejor que todos los lugares donde vivieron anteriormente. Una vez vivieron en un cuarto en la urbanización Tacalá, también en Chorrillos, tan chico que las camas no estaban muy lejos de la sala. Cuando lo fichó el Club Deportivo Universidad San Martín de Porres, pudo asumir las cuotas mensuales del departamento. Pícaro caleta “La pelota te puede ayudar a comer”, dice Cristopher Vega Quiroz, hermano menor de Pedro. Estamos en la pequeña sala de su casa chorrillana. En una de las paredes cuelga un cuadro de colores encendidos que muestra a unas mujeres con trenzas y polleras. Un homenaje a los abuelos ayacuchanos del guardameta. “Los futbolistas no vemos el balón como un simple objeto, sino como una herramienta de trabajo”, añade Cristopher. Él juega en el Unión Comercio. Como su hermano, es arquero. Basta hablar unos minutos con Cristopher para darse cuenta de que Pedro es su derrotero. “Cuando éramos niños él decía: '¡Cállate, mamá está hablando!', y los hermanos menores nos quedábamos calladitos”, recuerda. Gallese, de temperamento firme, ponía orden en el hogar. De este modo, compartía el rol paterno con José Luis, el papá de los menores. “Más le hacen caso a Pedro que a su papá”, bromea Tatiana. Los hinchas coinciden en que el 1 de la selección es tímido, reservado, inexpugnable. Sin embargo, detrás de su apariencia adusta hay un picaflor. En carnavales le gustaba tirarles globos a las chicas desde la ventana. Una vez a Joseph, que se despertó soñoliento a las seis de la tarde, le hizo creer que eran las seis de la mañana y lo mandó a ponerse el uniforme para ir al colegio. Y a la chacota le pone como fondo la salsa de Los Hermanos Lebrón. Pero cuando se pone los guantes se vuelve un profesional. Antes de proteger el arco de Tiburones Rojos de Veracruz, un equipo que se encuentra en el puesto 13 de la liga mexicana, Gallese pasó por los clubes Atlético Minero y Juan Aurich. No ha tenido aún oportunidad de integrar un equipo realmente grande. Sus principales hazañas las debe a su papel en la selección peruana. En la Copa América Centenario del 2016, gracias a sus atajadas, Perú pudo ganarle 1-0 a Brasil. Pedro, cuyo altar personal lo lidera el italiano Gianluigi Buffón, se luxó el índice derecho el 22 de agosto en México.Parecía que no llegaba a los dos partidos finales. Pero un mes y medio después, sus manotazos nos salvaron ante Argentina. En julio pasado el portero tuvo un hijo con su esposa Claudia, a quien conoce desde la secundaria. Al momento de registrarlo le puso el nombre que él no pudo tener: Piero. Cuando éramos niños él decía: ‘¡Cállate, mamá está hablando!’, y los menores nos quedábamos calladitos”.Los hinchas coinciden en que el 1 de la selección es tímido, reservado, inexpugnable. Pero es un pícaro caleta.