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“Buyo” Ramírez y su paso por Melgar campeón

En el recuerdo. Equipo rojinegro cumple 108 años de fundación. Lo celebramos con uno de sus campeones.

Rojinegro. Ramírez jugó en el mediocampo, era aguerrido. Foto: La República.
Rojinegro. Ramírez jugó en el mediocampo, era aguerrido. Foto: La República.

Julio “Buyo” Ramírez jugó la final del torneo 1981 con el FBC Melgar y fue campeón nacional. Hace más de 45 años que no visita a Arequipa, pero recuerda a la hinchada, a la gente, a su segunda madre y por su puesto a sus compañeros de equipo, es uno de los “campeones del 81”.

Julio Ramírez guarda gratos recuerdos de su paso por Arequipa. Vistiendo la camiseta del FBC Melgar fue campeón nacional en 1981 y luego subcampeón en 1983. Su nombre aparece en la lista de “campeones del 81” junto a Genaro Neyra, Raúl Obando, Ángel Gutiérrez y otros más. Fue dirigido por el gran Máximo Carrasco para escribir una de las páginas más alegres del club mistiano.

Hoy trabaja para la Municipalidad de Breña, en Lima. Está dedicado a enseñar el fútbol a menores de edad. El periodista Juan Esteves lo ubicó en el local llamado “La Taberna de Don Charlie” donde recordó varios pasajes de su exitosa carrera como futbolista destacando el título obtenido con la “Rojinegra”.

“Melgar estará siempre en mi corazón. Nunca olvidaré el recibimiento que nos dieron en la ciudad. Parecía que llegábamos luego de la guerra porque había miles y miles de personas. El corazón lo teníamos a mil por hora. Fuimos felices y estoy seguro que hicimos felices a miles de arequipeños”, dijo “Buyo” Ramírez, uno de los pocos jugadores que no había nacido en Arequipa. Bisseti, Guillén y él eran de la capital.

Cuando llegó al FBC Melgar por pedido del entrenador Carrasco; Ramírez, moreno, alto, marcador lateral izquierdo o de medio campo, aguerrido, fuerte, ya había probado el dulce sabor del campeonato nacional con Alianza Lima en los años 1975 y 1977.

El campeonato con Melgar lo marcó para siempre porque se dio cuenta de que para un equipo de provincias era bastante complicado pelear contra el centralismo. “Al inicio la gente me miraba medio raro. Luego me aplaudían, me querían, ojalá nunca me olviden, nunca olviden a este humilde jugador que dio todo por la camiseta melgariana”, refiere el exfutbolista quien asegura que no pagaba pasaje en el ómnibus que tomaba porque todos los cobradores lo reconocían y le decían: “Cómo le vamos a cobrar a usted, pase y tome asiento”.

Sobre la final, ante Sporting Cristal, el 31 de enero de 1982 en Lima, recordó. “Las palabras de nuestro capitán, Raúl Obando, fueron fundamentales. Todo nos salió bien. Jugamos como nunca antes y fuimos campeones con justicia”, dijo.

Julio Ramírez fue entrenador de las divisiones menores del club Alianza Lima. Él formó a Sandro Baylón, quien brillara con los colores blanquiazules y la selección peruana hasta que perdió la vida en un accidente. El club íntimo le tiene una deuda pendiente que aún no le cancela.

Debutó como futbolista en el Defensor Arica a los 18 años. Ahí jugó con Andrés “Pitín Zegarra". En 1968 pasó a las filas del Juan Aurich, hubo la posibilidad de jugar en España pero no aceptó la oferta por el cariño y arraigo a la familia. Ahí jugó con Pedrito Ruiz y después en Deportivo Municipal con "Titín Drago". Luego pasó al Atlético Chalaco donde compartió camerinos con el arequipeño “Cachucho” Neira y Nicolás Fuentes.

En 1975 fichó por Alianza Lima, por pedido del entrenador Marcos Calderón. Ahí jugó con César Cueto, José Velásquez y el portero José “Caíco” Gonzáles Ganoza quien muriera después en un trágico accidente aéreo.

Fue campeón con los victorianos y en el año 80 fichó por el FBC Melgar. “Para los que no saben me dicen buyo por bullanguero y allá en Arequipa tuve una segunda madre que se llamó Manuela Murillo Ureta, ella me trató como un hijo cuando vivía en la calle Consuelo, creo que ahora es el local del club. En Arequipa tengo grandes amigos aparte de mis compañeros de equipo que nunca olvidaré”, dijo luego, bastante emocionado a La República.

El gran deseo de Julio Ramírez en pisar otra vez suelo arequipeño, visitar el club, reunirse en un almuerzo con sus amigos campeones e ir al cementerio a dejar flores a la mujer que lo trató como a un hijo.