Cultural

Ciro Alegría Varona, duelo en la filosofía peruana

Homenaje. El reconocido filósofo y profesor de la Universidad Católica del Perú falleció ayer en un accidente. Aquí el sentido tributo de un colega y amigo suyo.

Falleció Ciro Alegría Varona a los 59 años.
Falleció Ciro Alegría Varona a los 59 años.

Por: Salomón Lerner Febres

En palabras de fray Luis de León, citando su verso, Ciro Alegría Varona (Lima, 1960) debe de haber sido uno de los pocos sabios que en el mundo han sido. Se puede decir esto ya que, siendo hijo del autor de El mundo es ancho y ajeno y habiendo logrado ser un intelectual de primer nivel y un erudito, era a la vez un hombre humildísimo, de carácter afable, lo que le hacía ganarse sin dificultad el cariño y la amistad de quienes lo conocían. Hacía honor a su apellido al mantener siempre el optimismo y el buen humor, a pesar de que su obra filosófica contenía mucha melancolía.

Otros personajes rodeados de tantos reconocimientos, se sienten tentados a la presunción. Ciro no era así. Era capaz de conversar con didáctica sencillez y, sobre todo, tenía el don de escuchar. Fue desde joven un destacado estudiante de la PUCP y se graduó de doctor en filosofía en la Universidad Libre de Berlín, donde escribió su tesis en alemán y obtuvo el honor de suma cum laude. Dejó numerosas investigaciones y publicaciones. Se especializó en Ética y Filosofía Política y dedicó varias investigaciones a la reciprocidad y justicia. En los difíciles años de la transición democrática, contribuyó al control civil de las fuerzas armadas, la policía y los servicios de inteligencia. Participó en las investigaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación que presidí. Entre sus libros contamos La moral y la ambivalencia de los bienes. Ideas y valores (Bogotá, 2017), La crisis como antinomia histórica. (Lima, 2016) y De la guerra al mercado: reciprocidad versus dominación. (Barcelona, 2014).

Su libro Adagios, premio Copé 2019, es una obra exquisita que, a partir de la reflexión sobre los refranes que ocupan los lugares comunes de nuestro lenguaje, es una crítica perspicaz a nuestra época. Logra en dicho libro obtener una brillante sagacidad analizando el trasfondo del pensamiento común.

La sensibilidad de Alegría se aproximaba al desengaño, a la sensación de una inevitable soledad y la desconfianza en el lenguaje o lo que George Steiner llamaba “la tristeza del pensamiento”. Habiéndose extraviado lo sagrado, el tiempo de la reflexión y el autoconocimiento, en un mundo marcado por los apuros, sobre todo por el apuro de tener, el poder se encarna en un gigantesco dominio impersonal cuya cifra es el mercado. La oferta del capitalismo exacerba la libido de manera ilimitada. Se puede decir que desde los años 60 no hay más un sujeto que sea para sí sino más bien un sujeto que sólo posee. La angustia no es más un asunto de conciencia sino de carencia, de tener pero no poder tenerlo todo.

En el mundo contemporáneo la angustia apremiante es la de comprar una y otra marca que comúnmente son de una misma gran empresa. De ser ciudadanos y miembros de una comunidad, casi inadvertidamente, dejamos de ser los responsables de nuestra ética, para convertirnos en meros consumidores.

Esta exaltación del deseo que procura más deseo es uno de los ejes de la crítica de Ciro, quien encontraba que la razón, uno de los valores de la Ilustración, había quedado reducida a su versión más obtusa. Era una razón instrumental que tenía como eje el deseo, en lugar de la autoconsciencia y la consecución de una vida buena.

Poético y ético

Ahora bien, eso no significa que la búsqueda de trascendencia y autoconocimiento hayan desaparecido por completo. Frente a la demanda de una vida con sentido, es decir, con autonomía, Alegría sostenía en un pasaje de Adagios que: “Lo cierto es que las personas excelentes son de dos tipos: personas poéticas y personas éticas. Unas se justifican por sus obras y las otras porque son buenas personas”.

La pregunta es si podemos ser poéticos y éticos a la vez. Lo poético nos libera del presente, suspende el tiempo que experimentamos y permite que sintamos por un momento lo infinito y aquello que no se puede decir porque solo se puede sentir. Lo ético, por su parte, nos brinda la paz con nosotros mismos y con los demás. Ciro era un ejemplo de que se podía ser poético y ético a la vez, es decir, que se podía hacer las cosas bien y a la vez hacer el bien.

Con el fallecimiento tan temprano de Ciro Alegría Varona, la Pontificia Universidad Católica del Perú ha sufrido una enorme pérdida. Hemos perdido un amigo, un colega, un maestro.