César Vallejo: Jamás la salud fue más mortal
Profecía. El poeta santiaguino escribió “Los nueve monstruos”, un poema que bien retrata lo que el mundo vive por la pandemia del coronavirus.
No hay otro poeta peruano, acaso del mundo, como César Vallejo que haya revelado el dolor del ser humano en versos tan intensos y trepidantes. Y no solo en el sentido de exponer el drama de la humanidad ante aquello que le duele, sino también con la capacidad de interpelarnos en nuestra total desnudez. Ese es el poder del lenguaje poético del vate santiaguino. El autor de Trilce en muchos versos ha sido profético, prueba de ello es el poema “Piedra negra sobre una piedra blanca”, con el que vaticinó su propia muerte.
Sí, César Vallejo murió un 15 de abril de 1938 en la ciudad de París, Francia: Me moriré en París con aguacero,/ un día del cual tengo ya el recuerdo./ Me moriré en París y no me corro/ tal vez un jueves, como es hoy, de otoño”. Sí, falleció víctima de una enfermedad por todos lados misteriosa para entonces (y también para ahora).
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Y ya que hablamos de muerte y de enfermedad misteriosa, no podemos negar que la situación que viven el Perú y el mundo por la pandemia del coronavirus (un virus reciente, misterioso, que los científicos aún no terminan de conocerlo), hallemos en otro poema Vallejo la profecía que vivimos actualmente. Nos referimos al poema “Los nueve monstruos”, que forma parte del libro póstumo “Poemas humanos” (1939).
Cómo no asociar ese poema con lo que estamos viendo todos los días, no solo en el Perú sino en mundo por el coronavirus. Hospitales y sistemas sanitarios colapsados, pacientes y enfermos que se multiplican exponencialmente, en que los médicos tienen que elegir a quién salvan y a quién no. Hombres y mujeres que mueren a mitad de camino, en su tránsito cotidiano o que fallecen en sus propias casas. Tantos cadáveres y ataúdes que ya no tienen un lugar, literalmente, dónde caerse muertos.
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Todo es dolor. Familiares que, dado el contagio de este mal, no pueden despedirse de sus seres queridos. Cómo no entender que de alguna manera Vallejo grafi có esta realidad en los siguientes versos de “Los nueve monstruos”: “I, desgraciadamente,/ el dolor crece en el mundo a cada rato,/ crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,/ y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces// y la condición del martirio, carnívora voraz,/ es el dolor dos veces/ y la función de la yerba purísima,/ el dolor dos veces/ y el bien de ser, dolernos doblemente”.
El coronavirus, en el caso del Perú, solo ha refrendado la precariedad de siempre de nuestro sistema de salud. Ojalá, pospandemia, cambie para mejor, sobre todo para los pobres. Nada más cierto, “jamás, señor ministro de salud, fue la salud más mortal”. Lo dice César Vallejo.
Los nueve monstruos
I, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,y la naturaleza del dolor,
es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz,es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima,
el dolordos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.
Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tanta cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.
Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rosseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.
El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás, de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar…Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más).
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardido!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente, hombre humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer...