Pablo Quintanilla ofrece una mirada crítica sobre la situación del país. Cuestiona la reacción, que califica de violenta, del Gobierno de Dina Boluarte para reprimir a la población indignada, pero también carga responsabilidades a la ciudadanía sin criterio a la hora de votar.
— Pasaron tres décadas del autogolpe de Fujimori. ¿Este hecho sigue marcando nuestra política?
Marcó un antes y un después en la historia del Perú. Se rompió la fluidez constitucional y, un porcentaje alto de la población, apoyó ese golpe de Estado; luego algunos se arrepintieron. Pero una primera idea que quisiera transmitir es que la democracia mundial está en crisis, no solo en Perú. Eso no significa que debamos interrumpirla o sustituirla por alguna forma de dictadura. ¿Cuál es la causa? El mundo se ha democratizado, grupos de ciudadanos accedieron al voto; sin embargo, sin educación, y esto no funciona así. El votante no está en capacidad de elegir bien.
— ¿Se podría decir que la sociedad peruana es democrática? Mencionó el apoyo al golpe de 1992, a Martín Vizcarra le pedían cerrar el Congreso, hoy la prédica es la misma.
El Perú no es la intersección de todos los errores o de todos los aciertos. Cuando la sociedad peruana —como las demás— está en un momento crítico opta por un salvador. Eso se vio en la Segunda Guerra Mundial, países extremadamente educados; Alemania, Italia o España; también lo hicieron. El peruano espera instituciones democráticas, pero cuando ve caos o muerte en las calles se asusta y mira a un caudillo. El ciudadano peruano y global tienen una mirada de muy corto plazo, creen que el mesías resolverá el problema y se irá. Pero eso no pasa, se queda 40 años y comienza a robar.
— El fracaso de la democracia en Perú se aprecia en el descrédito institucional: Boluarte tiene 73% de desaprobación y el Congreso 90%
No creo que estemos frente al fin del mundo o apocalipsis. Todas las generaciones peruanas y del mundo enfrentan situaciones críticas y no se ha acabado todo (…) Por ello se puede tener una mirada optimista y pesimista.
— ¿Cuál es su mirada optimista?
Nuestros últimos presidentes están en la cárcel o están procesados. Eso es muy valioso, damos un ejemplo al mundo, nuestras instituciones permitieron que estén presos. Sería una ingenuidad pensar que solo en Perú hay mandatarios corruptos. Eso no es verdad. El próximo presidente que se elija en 2026 lo pensará cuatro veces antes de cometer un acto de corrupción.
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— Ese escarmiento no se reflejó en el caso Castillo.
Castillo no estaba preparado, quiso gobernar el Perú como si fuese el alcalde de la Municipalidad de Chota, de manera muy informal. ¿Quién es el responsable? Ese es el ciudadano que nos obligó a elegir entre Castillo y el fujimorismo, entre una mafia comprobada y otra potencial, entre una mafia experimentada y otra inexperta, y, por eso, esta última ya no está en el Gobierno. No sé qué hubiese ocurrido con Keiko. ¿Llega la presidenta Boluarte hasta el 2026? Castillo fue vacado constitucionalmente porque intentó dar un golpe de Estado; además, hay pruebas evidentes de corrupción. Sin embargo, mucha gente salió a las calles a dar su vida por él, lo cual es muy curioso. Me parece que obedece a un problema identitario: la gente defiende a uno como él. Por otro lado, hasta el momento no hay causal para vacar a Boluarte.
— Muchos argumentan que las muertes son causal de vacancia.
El artículo que aborda la vacancia es impreciso. Cuando el Tribunal Constitucional tuvo la oportunidad de aclararlo no lo hizo, se lavó las manos como Pilatos. Es un error grave que la historia se lo recordará siempre. Lo que sí debió haber ocurrido es la renuncia por lo menos de un par de ministros, o de la presidenta Boluarte, en un acto de decencia. Cuando salió elegido Castillo pensé que no llegaría al 2026 por el rosario de errores que cometía. En el caso de Boluarte no hay esos errores, sino una reacción violenta, casi criminal contra la población legítimamente indignada.
Pedro Castillo solo estuvo en la presidencia del Perú 18 meses. Foto: Composición LR
— En un sector de la población pegó la narrativa de que el Congreso dio el golpe y no Castillo.
Castillo representa a un grupo de peruanos sin acceso al poder y marginados, que no formaron parte de la estructura del Estado ni de la economía. Un error garrafal de la derecha fue declarar un fraude que nunca hubo (…) Lo intentaron vacar cuando ni siquiera se había sentado en el sillón presidencial y luego insistieron una y otra vez.
— ¿Cuánto perdió la izquierda con el autogolpe de Castillo?
Los grandes perdedores fueron el centro, la centroizquierda y la centroderecha. Ganaron los extremos y se necesitan mutuamente (…) Lo ideal es el reposicionamiento del centro.
— La derecha también comete errores, por ejemplo ser el paraguas del Foro de Madrid.
La derecha siempre fue mezquina y defiende sus intereses, no los del país. En la última elección participó con cuatro candidatos con el mismo ideario. Cometen errores, pero tienen recursos económicos y a los medios de comunicación.
— Eso no funciona; en el 90, Vargas Llosa perdió a pesar del apoyo de las grandes empresas y los medios. Pasó lo mismo con Keiko en la última elección.
Diría que funciona a medias, no para poner un presidente, sino para poner congresistas. Con esta derecha no deberían poner ni tres parlamentarios, una derecha antiderechos humanos, anti diversidad sexual y con criterios de liberalismo básicos.
— Pero el país es mayoritariamente conservador.
Hay algo de eso, pero las generaciones cambian. El votante de 50 años puede ser conservador, el de 20 no. Los jóvenes están dispuestos a romper lanzas por los derechos humanos.
— Un tema escabroso son las muertes en el conflicto social.
En EE.UU. tomaron el Capitolio y no hubo 66 muertos, igual en Francia hay manifestaciones violentas sin muertos. En el Perú hubo una represión sangrienta y criminal. Hay videos donde se ve que se disparaba a quemarropa a gente que no tenía nada que hacer ahí. Hay responsabilidad política y penal. Pero no hay ninguna parte donde se diga que al presidente lo podamos vacar por represión excesiva.