Decía hace pocos días— a propósito del recuerdo de Carrión— que en Perú también puede suceder una especie de resiliencia histórica, en estos momentos en que la sociedad está maltratada; entonces, surgen personas que iluminan el espacio y el tiempo, y la esperanza se tiñe de azul. Acaba de pasar entre nosotros una noticia que llegó desde Roma. El Papa Francisco nombró a 21 nuevos cardenales y entre ellos está presente el sacerdote peruano y actual arzobispo de Lima y Primado del Perú, Carlos Castillo Mattasoglio.
De la noche a la mañana (la noticia le llegó en la madrugada cuando dormía), el padre Castillo se convirtió en sacerdote del mundo, nivel que adquieren algunos arzobispos. Al levantarse, se fue de inmediato a su capilla a rezar, agradeció al Señor y pensó en la tremenda responsabilidad que estaba asumiendo. Claro, con ecuanimidad entendía que no se trataba de una celebración terrenal, sino de lo mucho que hay por hacer en la vida del prójimo y en la sociedad.
El padre Carlos Gustavo Castillo Mattasoglio nació en Lima el 28 de febrero de 1950. Estudió primaria en el Colegio Dalton y secundaria en el Colegio San Agustín de Lima. En el año 1983 fue nombrado diácono en Pisa (Italia), en 1984 alcanzó la orden de presbítero en la Archidiócesis de Lima y en 2019 fue nombrado arzobispo de Lima por el Papa Francisco. Ahora alcanza la cumbre de su servicio evangélico al servicio de la humanidad como cardenal a partir del próximo 8 de diciembre de 2024.
Resalta también su formación académica, que está ligada al conocimiento profundo de la realidad, con enfoque social. Entre 1968 y 1973 fue alumno de la Facultad de Letras, Humanidades y Ciencias Sociales de la UNMSM, estudiando bachillerato en Sociología. Sus estudios eclesiásticos fueron en Roma; obtuvo el bachillerato en Filosofía en 1979, en 1983 desarrolló el bachillerato en Teología, en 1985 una licencia en Teología Dogmática y en 1987 un doctorado en el mismo campo.
Tan brillante carrera académica la puso en práctica mediante la estrecha relación que tiene con la Pontificia Universidad Católica del Perú, en la cual es profesor principal, enseñando Teología desde 1987. Se incrementó esta relación al haberse desempeñado como miembro del Consejo Universitario, el órgano de gobierno más importante. Actualmente, es Gran Canciller de esta destacada casa de estudios, nombrado por el Papa Francisco en marzo de 2024.
Por supuesto, su labor sacerdotal tiene un largo camino, al igual que su labor académica. Mencionamos los siguientes pasos: vicario parroquial de “San Francisco de Asís” en Lurín, vicario parroquial de “La Encarnación”, responsable arquidiocesano de la pastoral universitaria de Lima, vicario parroquial de “San Juan Apóstol”, párroco de la Parroquia “Virgen Medianera”, párroco de la Parroquia “San Lázaro” y consejero del Centro de Asistencia Pastoral Universitaria de la PUCP. Luego, fue designado arzobispo de Lima. Esta labor evangelizadora la comenzó en 1987.
Con esta extensa experiencia académica y evangelizadora, su palabra adquirió la fuerza suficiente para dirigirse a diferentes sectores de la sociedad. Ideas y palabras, dirigidas a pobres y ricos, niños, jóvenes y ancianos, que buscan un diálogo de esperanza por un mañana diferente y mejor. También el arzobispo, y ahora cardenal, Castillo dedica con frecuencia en sus mensajes palabras de reclamo a los políticos de ocasión con poder, para que corrijan sus graves errores que dañan a la sociedad. Que escuchen la voz del pueblo. Lo dice en la iglesia, en los hogares y en la comunidad.
La sociedad peruana, como puede estar sucediendo en otros lugares del planeta, alterada y maltratada, tiene medios de comunicación colectiva que no informan, no opinan ni educan sobre aspectos positivos que sirven para construir una mejor patria. Se ocupan en difundir hasta el hartazgo hechos delictivos, corruptos, delincuenciales y de la farándula, con una normalidad patológica. Entendemos por eso la preocupación del padre Castillo de proteger a los jóvenes, para que no consuman basura social.