(*) Por María Elena González Azurín. Tejedora - Ciudadana activa
Hoy, nuestro país enfrenta una crisis de violencia sin precedentes. Transportistas, bodegueros, trabajadoras sexuales, defensores ambientales y sindicatos de construcción civil se ven amenazados diariamente por extorsionadores que asesinan a quienes no cumplen con “la cuota”. En protesta, las víctimas se organizan y deciden convocar a un paro.
“El Perú no se detiene” es el eslogan que el Gobierno de la presidenta Boluarte utiliza en una campaña de comunicación que pretende minimizar las protestas y que proyecta indiferencia e indolencia. Con esta campaña, el Gobierno busca enfrentar a los peruanos entre los que “trabajan” y los que “paran”, entre los “formales” e “informales”, polarizándonos aún más, con un eslogan que suena vacío y que evidencia la profunda desconexión y distorsión de la realidad con la que gobiernan, rompiendo los principios básicos de la comunicación gubernamental: empatía, oportunidad y coherencia.
Las redes sociales de todas las instituciones del Estado y los medios de comunicación administrados por el IRTP se han visto inundados con piezas comunicativas sobre las acciones del Gobierno para controlar el paro. Rompiendo la institucionalidad y sin pertinencia alguna, han obligado a todas las entidades a desplegar una estrategia forzada. ¿Qué tienen que hacer Essalud o Fondepes comunicando despliegues policiales?
La presidenta, lejos de enfrentar el problema y comunicar a la ciudadanía las acciones del Gobierno para hacer frente a la ola de delincuencia, decidió dejar la capital e ir a una actividad en Ucayali, demostrando una vez más su indolencia ante los problemas de la ciudadanía. El compromiso y la coherencia son fundamentales para restaurar la confianza pública, pero ni el 5% de aprobación la impulsa a ello; su desconexión es absoluta.
Es urgente que la comunicación gubernamental se alinee con las necesidades y sentimientos de la población. Las campañas no pueden limitarse a eslóganes vacíos; deben reflejar la gravedad de la situación y responder a las demandas ciudadanas con acciones reales. De lo contrario, “El Perú no se detiene” se convierte en un triste recordatorio de que, para muchos, la vida ya se ha detenido, y la verdad es que “El Perú SÍ se detiene” cuando se trata de defender la vida.