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Opinión

Se calienta el anticaviarismo, por Mirko Lauer

"Lo que el gremio dedicado a esta forma de odio vacuo no ha podido lograr hasta ahora es asociar la expresión con el gobierno actual, y declararlo un gobierno caviar".

larepublica.pe
MIRKO

La segunda parte de febrero ha sido un verdadero festival para los anticaviares más obcecados. Las denuncias del delator Jaime Villanueva han permitido a varios medios y columnistas caviarizar a una parte de los afectados, y así confirmar sus hipótesis sobre el tema. Todo ha funcionado sobre todo como una venganza de la derecha.

Hubo un instante en que algunos de estos exaltados estuvieron a punto de declarar caviar del fútbol a Paolo Guerrero, por resistirse a cumplir su contrato con el club César Vallejo. Cumplió a tiempo, y se salvó por un pelo. Pues como caviar hubiera comenzado a ser blanco de permanentes campañas de denuesto.

Pero hasta el momento la gran alegría de los anticaviares viene siendo la posibilidad de colocar a Gustavo Gorriti en el banquillo de los acusados. La fragilidad de las palabras de Villanueva los ha obligado a contentarse con una suerte de exploración tentativa, que no tiene el peso de una investigación, y menos de una acusación firme.

Gorriti es la cereza del pastel anticaviar. Pero hay una cacería de brujas que ya se ha extendido por todas partes. Más de un funcionario delatado va a conservar su puesto porque alguien ha descubierto que su potencial reemplazante “es un caviar”. Así, la palabra se ha convertido en una moneda de intercambio, feble, pero útil para algunos.

Lo que el gremio dedicado a esta forma de odio vacuo no ha podido lograr hasta ahora es asociar la expresión con el gobierno actual, y declararlo un gobierno caviar. Con eso se podría alcanzar inéditos niveles de maledicencia, e incluso nuevos lemas como “Dina asesina caviar”, por lo menos en la parte izquierda del escenario.

La acusación de ser caviar es tan inocua que nadie se toma la molestia de refutar. Algunos incluso reciben el calificativo con cierta gratitud, pues trae implícito un origen más o menos encumbrado. Pero los denunciadores, felices de haberse encontrado con la palabra, la siguen utilizando, como si fuera una suerte de kriptonita política.

Los extremos están felices con la difusión del apelativo, pues ven allí una barrera de contención de los sectores moderados en la política. Quizás afecte al centro político, pero no es el único ni el principal factor de su parálisis.

Veamos qué pasa cuando Guerrero falle un gol importante.