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Opinión

Chile: ¿un fracaso más, no importa?, por Augusto Álvarez Rodrich

Acabar donde se empezó, pero US$60 mil millones más pobres.

larepublica.pe
AAR

Como adelantó esta columna hace tres meses, por conversaciones en julio con colegas periodistas en Santiago, y luego con parlamentarios chilenos en Lima, el plebiscito para una nueva constitución volvió a rechazarla, postergando ahora sí por mucho tiempo esta antigua iniciativa de la izquierda de ese país, un hecho que debería servir a los políticos peruanos que, con entusiasmo digno de mejor causa, siguen con la cantaleta de creer, con más pasión que fundamento, que una nueva carta solucionará todo problema.

No solo eso, sino que Chile terminó este ciclo de reforma constitucional que empezó con las fuertes protestas de 2019 que, finalmente, llevaron a la presidencia de la república, cuatro años después, a Gabriel Boric, mucho más pobre en un estimado que se puede calcular en los US$60 mil millones que se fueron del país debido a la turbulencia e inestabilidad política, y que ya no volverán —si alguna vez eso ocurre— por mucho tiempo.

El plebiscito de ayer fue otro rechazo a una nueva constitución, lo que significa una expresión de hartazgo por políticos irresponsables que actuaron más para la pose política que para el bienestar ciudadano.

Primero, en setiembre 2022 se rechazó, en un primer plebiscito, un texto tirado a la izquierda, y ayer, quince meses después, se rechazó otro proyecto más tirado a la derecha. “Puedes ofrecerles a los chilenos la constitución americana o la rusa, e igual te la van a denegar, pues, sencillamente, la gente se hartó de un proceso que sienten que les hizo daño”, me comentó hace tres meses un importante político chileno. 

En el Perú, sin embargo, se sigue teniendo la ilusión de que una nueva constitución mejorará la vida de la gente. Según el IEP, en noviembre, 40% quería una nueva constitución y 48% solo algunos cambios a la actual.

Vana ilusión, sin duda, pues no hay nada que se pueda hacer para mejorar la economía familiar, reducir la pobreza y la inseguridad, o tener una mejor salud y educación públicas, que no se pueda lograr con la constitución actual, mientras que abrir un período de reforma y cambio simplemente traería una inestabilidad que acabaría deteriorando aún más la calidad de vida, especialmente de los que menos tienen.