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Opinión

Eres un cambiaformas, según Spotify, por Camila Vera

Spotify, finalmente, ayuda a que la poesía de Drexler se convierta en un consejo”.

larepublica.pe
VERA

El 29 de noviembre, el mundo musical amaneció hecho con retazos de todos. “Con jirones de tu piel”, diría Sanz. Spotify Wrapped 2023 restó y sumó hasta lanzar un traje capaz de acomodarse a los cuerpos —orejas— de quienes, con voces de otros, rinden serenata a la ciudad raíz, al desamor, a la culpa o a la independencia. El resumen de canciones y artistas, además de colorear con verde neón las historias de Instagram, provocó que cada usuario se acerque a la respuesta de una consulta que rueda entre estrofa y estrofa, entre el shuffle y el crossfade: “¿Quién soy?”.

Un cambiaformas, un vampiro, un cíclope. También un coleccionista, un cazador o un alquimista. Las etiquetas para los hábitos de escucha son un canto al oído, una alabanza al ego, un analgésico durante la autoexploración. Es el quejío del españolísimo C. Tangana en ‘Un veneno’: “Y ahora quiero triunfar y ganar y salir en la tele y la radio”. Así, invencible, o ‘Ingobernable’ —otro tema suyo—, y dispuesta a presumir esa fama al menos en redes sociales, se asoma la identidad del consumidor después del clic.

El cliente del servicio digital se ha mudado de país en segundos: de Colombia (Nanpa Básico) a Puerto Rico (Calle 13), de Puerto Rico a Canadá (The Weeknd), de Canadá a Perú (Armonía 10). Es un viajero, y no solo geográfico, sino del tiempo. Esta categoría está al costado, según el algoritmo de Spotify, de un oyente robótico, de un luminoso, de un mente maestra y de un hipnotista. La identificación, el yo soy, sobrevive a las más híbridas recopilaciones.

Lo hace porque en la vida sin audífonos los ‘19 días y 500 noches’ pertenecen a la rutina laboral y a cada uno de los compromisos que apuntan hacia alguna ambición. El pedido de ‘No llores, corazón’ carece de ritmo cuando se hace en silencio. Y decir ‘Ya no te quiero’ no es tan simple como lo muestra Vicentico. Spotify, finalmente, ayuda a que la poesía de Drexler se convierta en un consejo: “Deja que el tiempo cure. Deja que el alma tenga la misma edad que la edad del cielo”. Aunque sea una vez al año.