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Opinión

¿Escrache o camisas negras?

“El problema para los minigrupos de ultraderecha es que han violado todos los límites de la ley y el Estado de derecho”.

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“Tu derecho termina donde empieza el de los demás”. ¿Quién, de niño o joven, no ha escuchado esta cívica frase? Sea en el hogar, la comunidad o la escuela, toda persona formada para vivir en sociedad está preparada para aceptar ciertas reglas de convivencia. ¿Por qué esto es indispensable? Porque en su ejercicio, los derechos colisionan. Ninguno es absoluto. Por ejemplo, la libertad de prensa, expresión e información se enfrentan a diario al derecho al honor y a la intimidad. En esa ponderación de derechos se establecen nuevas reglas, límites a la conducta de las partes y formas no violentas de solución de conflictos cuando dos derechos antagónicos se tratan de ejercer de forma simultánea.

Puedo protestar, pedir, quejarme. Puedo dejar sentada mi protesta de formas creativas y de alto impacto. Pero, al hacerlo, no puedo violar el derecho de libre tránsito, ni el derecho de reunión de otros. No puedo destruir propiedad pública o privada y no puedo, en ninguna circunstancia, violar el derecho humano fundamental a la intimidad familiar y personal. Cuando se pretende ejercer un derecho sin que los demás existan (cosa tan común en el Perú cuando no se reconoce al prójimo y este se vuelve invisible) se rompe el Estado de derecho y este, a través de la forma democrática de gobierno, tiene que activar todos los mecanismos para recomponer la paz social.

No se trata de “criminalizar la protesta” como argumenta muchas veces la izquierda. Se trata de no hacer de la protesta un crimen consuetudinario. El hecho de que tomar una carretera, afectando la vida y la salud de miles de personas, sea una práctica delictiva totalmente impune, alienta a los que ahora, desde la ultraderecha, toman calles y veredas para vomitar un lenguaje violento en ataque a periodistas, autoridades y políticos en sus domicilios.

El escrache (viene del inglés scratch, que significa rasguño) es una práctica antigua y popularizada en Argentina. En el Perú se ha usado menos, pero es famoso el caso del ataque a la casa de Martha Chávez en el año 2000. Hoy son tres grupos los que coordinan estas acciones violentas. La Resistencia (más conocido como La Pestilencia) fue el primero en este ciclo. Amadrinado por la entonces congresista fujimorista Rosa Bartra, su organización era visible desde el 2018. Hoy se le unen otros grupos como La Insurgencia o Combatientes, con idénticos fines y similar organización, incluso rescatando simbología neofascista. Por supuesto, a la izquierda hay otros grupos que reivindican la forma de organización jerárquica militar, como Los Espartanos de Belmont o Los Reservistas de Humala, pero estos son militancia activa de partidos políticos y su acción política se encuadra dentro de esos parámetros.

¿Qué busca el neofascismo violento? Intimidar, amedrentar, avergonzar e impedir presentaciones de libros. Hasta ahora, con poco éxito. Cada uno de sus actos violentos despierta una enorme solidaridad con sus víctimas. Llevarlos en su lista parlamentaria fue un error que López Aliaga cometió el 2020 y del cual se arrepintió. Los partidos no los quieren visibles, pero los usan porque sus acciones obtienen publicidad. No les importa que sea negativa si lo que hace es difundir un mensaje de terror. Podemos recordarlos en un acto público dedicado a beber dióxido de cloro, lo que indica cuál es el calibre de sus ideas.

El problema para los minigrupos de ultraderecha es que han violado todos los límites de la ley y el Estado de derecho. Impunes tantas veces, fueron por más esta semana. La puerta de la casa del excongresista Yonhy Lescano se convirtió en un campo de batalla, donde las imágenes dan material de sobra para iniciar una investigación penal que establezca responsabilidades. La invasión de la intimidad familiar y personal es pública y muy clara. Los gritos xenófobos contra la señora Lescano recordaban las pancartas antisemitas contra Gustavo Gorriti. El ministro del Interior, Avelino Guillén, ha dado a entender que la Policía Nacional tiene identificada a toda la organización criminal. La pregunta que todos nos hacemos es, ¿dónde está el Ministerio Público?

Cuando este cáncer se deja crecer, tarde o temprano hace metástasis. Las camisas negras de Mussolini o las pardas de Hitler no se formaron en un día. La protesta y la libertad de expresión, bienvenidas. Pero todo derecho tiene límites y las reglas para su ejercicio no pueden ser violadas con total impunidad.

La Resistencia