
María se preparaba para ir a trabajar a la tienda de ropa en Huntington Park, Los Ángeles, como lo hacía habitualmente desde hacía años. Sin embargo, antes de salir de casa, recibió un mensaje de su sobrino en el que le advertía que están arrestando a aquellos que no cuentan con permiso de residir en Estados Unidos: “Be careful (ten cuidado, es español), si no tienen necesidad de salir, no lo hagan”.
Frente a su hogar, patrullaban dos vehículos del servicio federal de migración, que minutos antes habían detenido a sus vecinos. Desde que se inició las redadas contra inmigrantes, María y otros vecinos dejaron de trabajar. Permanecen en sus casas, siempre alertas ante los operativos del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE).
Ante el temor de ser capturados en cualquier momento, muchos de ellos evitan asomarse por la ventana o salir a manejar, han dejado de tomar el transporte público, y se 'autoprohiben' hablar español en público.
Pequeños, grandes y medianos negocios se han autoimpuesto un toque de queda para evitar que sus trabajadores sean capturados por agentes de ICE. Astutamente, inmigrantes han creado grupos de WhatsApp para reportar y evitar los operativos de agentes de inmigración.
Se han convertido en difusores de información, pues han creado grupos de WhatsApp para reportar redadas, compartir información en tiempo real y transmisiones en vivo de los patrullajes comunitarios. Trabajan en equipo para sobrevivir como pueden.
"No tenemos otra opción, nuestros hijos salen a trabajar, nuestros hijos nos cuidan y la impotencia se queda con uno en casa, guardada, esperando que pase todo esto para poder salir a trabajar de nuevo, como siempre lo hemos hecho", se reprocha María desde uno de los sillones de su casa, lugar que no ha dejado desde hace 4 días.
Los residentes de Huntington Park, en Los Ángeles, se saludan cada mañana en su idioma natal, el español, pero la entonación del 'Buenos días', no solo se diferencia en el acento, sino en la fuerza de la voz, un susurro de miedo que recorre las paredes de un antiguo santuario latino.
Desde el fin de semana, tras el aumento de las protestas en Los Ángeles, donde el presidente Donald Trump desplegó a la Guardia Nacional y marines, las movilizaciones no cesan. Mientras los ciudadanos y residentes estadounidenses se manifiestan contra las detenciones arbitrarias y el uso excesivo de la fuerza, los migrantes indocumentados se mantienen en sus hogares, tratando de sobrevivir entre redadas, balas de goma y gas lacrimógeno.
Manuel, originario de Los Ángeles, trabaja en una de las panaderías más populares de la ciudad. Aunque acaba de cumplir la mayoría de edad, siempre ha trabajado para contribuir con los gastos del hogar. En su trabajo, con una computadora siempre frente a él, mantiene abiertas páginas sobre redadas. "Esto nos está dejando un trauma, tengo localizador para saber dónde están mis papás".
Antes de terminar la entrevista que le realizó un medio, la hermana de Manuel, una adolescente de 17 años, le pide ayuda a su papá para colocar la Bandera de México en el cofre del carro, pues, la joven dice que tiene la necesidad de salir a protestar por sus padres y por todos aquellos que no pueden hacerlo.

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