Tumbar paredes.
Tumbar paredes fue la única opción que le quedó al empresario Enrique Fernández para asegurarse de que su gimnasio, el histórico Gimnasio Spa Arnold, de Chorrillos, pudiera tener una ventilación adecuada, que redujera las probabilidades de contagiarse del virus.
En lo que fueron días de muchos quebraderos de cabeza y muchas decisiones drásticas, de cara a la anunciada reapertura de estos establecimientos, Enrique y su socia, Sandra Taxa, también decidieron prescindir del salón de clases grupales.
El protocolo sanitario para los gimnasios, que el Ministerio de la Producción preparaba desde hace semanas y que publicó el miércoles último, recomendaba una distancia de al menos tres metros para los entrenamientos grupales. Enrique y Sandra hicieron cálculos: pagarle a un profesor para que diera clases a grupos reducidos no resultaba rentable. Así que decidieron cerrar el salón y colocar allí más pesas y máquinas.
–Nos hemos estado preparando para este momento– dice Enrique, exfisicoculturista, quien cosechó sucesivos campeonatos nacionales junto con Sandra entre 2009 y 2011. –Hemos ampliado el gimnasio y hemos hecho inversiones. Ha habido varios cambios para cumplir con el protocolo.
Como ellos, cientos de propietarios de gimnasios de todo el país han estado esperando la hora en la que el gobierno les diera luz verde para reabrir sus establecimientos.
Fueron nueve meses de ver cómo sus negocios, en muchos casos la inversión de sus vidas, solo les generaban pérdidas y deudas. En el camino, muchos no sobrevivieron. Enrique, quien también es presidente de la Asociación de Gimnasios del Perú, dice que de los 2 mil 200 que hay en el país, alrededor de 400 tuvieron que cerrar a causa de la pandemia, lo que provocó que más de 25 mil personas se quedaran sin empleo.
Hace unos días, el momento llegó. Contra la opinión del propio grupo de expertos que lo asesora en estos temas, el gobierno dio luz verde a la reapertura y el Ministerio de la Producción sacó el protocolo.
Las grandes preguntas que surgen ahora son, primero, si las medidas dispuestas serán suficientes para reducir el riesgo de contagio. Y, segundo, cuántos de los gimnasios que todavía quedan estarán en la capacidad –financiera, de infraestructura– de ponerlas en práctica.
El protocolo sanitario para los gimnasios, de 31 páginas, contiene recomendaciones para que estos locales puedan reiniciar gradualmente sus actividades con el menor riesgo posible de contagios. Contempla disposiciones generales para proteger la salud de los trabajadores y los clientes, incluyendo medidas sanitarias como la desinfección de los ambientes y máquinas, el uso de equipos de protección personal y la higiene personal.
En cuanto a las medidas sugeridas para las salas de ejercicios, las más importantes son 1) guardar una distancia mínima de 1.5 metros entre deportistas, 2) evitar la rotación entre máquinas, 3) permanecer un tiempo máximo de una hora, 4) no usar duchas, vestidores ni saunas, 5) usar mascarillas todo el tiempo, y 6) procurar la permanente renovación del aire.
En esta primera etapa, el aforo permitido será del 40%.
Para adecuarse al protocolo, Enrique y Sandra han tenido que tumbar paredes, ampliar ventanas y clausurar máquinas.
Carlos Pérez Ramírez, propietario del Bunker Gym, de Surquillo, ha tenido que abrir y ampliar los ventanales que estaban cerrados en el primer piso de su local y, como Enrique y Sandra, ha debido prescindir del salón de clases grupales, por la misma razón que ellos: no le iba a salir a cuenta.
Carlos sobrevivió con mucho esfuerzo estos nueve meses de cierre: tuvo que despedir a sus trabajadores e, incluso, tuvo que vender dos trotadoras y 11 bicicletas y alquilar varios de los implementos deportivos.
Enrique y Sandra tuvieron que cerrar la otra sede del Arnold, en Surco. Ahora, con mucho esfuerzo, sacando créditos, han invertido en ampliar el local para poder sortear la restricción del 40% de aforo.
–El 40% no es rentable para nosotros– dice Enrique. –Necesitamos al menos un 70 % para llegar al punto de equilibrio.
Con todo ese esfuerzo, confían en que los clientes tendrán la tranquilidad de que entrenan sin poner en riesgo su salud.
Para Carlos Medina, médico infectólogo del Hospital Cayetano Heredia, las disposiciones sanitarias del protocolo para gimnasios no son suficientes.
Medina dice que el protocolo hace mucho hincapié en la desinfección de superficies, pero no lo suficiente en la transmisión por vía respiratoria, que es mucho más determinante.
–Cuando uno hace una actividad física, como correr en las caminadoras o como pujar cuando levantas pesas, expulsa una mayor cantidad de gotas respiratorias que las que puede expulsar cuando habla, y lo hace a una distancia mayor.
En ese sentido, cree que la distancia mínima de 1.5 metros entre deportistas no será suficiente para protegerlos.
El especialista cree que una alternativa sería dictar que los gimnasios coloquen barreras físicas, por ejemplo biombos, entre máquina y máquina.
–Es una medida que se usa en los hospitales para evitar la transmisión de infecciones. Se usan biombos como barreras para atajar ciertas sustancias.
El otro punto importante, a su juicio, es procurar la ventilación natural y evitar los ventiladores y aires acondicionados.
Aunque figura explícitamente como una recomendación en el protocolo, Medina teme que muchos gimnasios de barrio, cerrados, sin ventanas, no podrán ponerla en práctica.
Si las disposiciones sanitarias no se cumplen, el infectólogo cree que los gimnasios podrían convertirse en focos de transmisión importantes.
Hasta el momento, no parece haber consenso sobre el nivel de riesgo de contagio que hay en estos establecimientos.
En general, se asume que el riesgo es alto. Así lo indican varios estudios, como el que presentó la Asociación Médica de Texas en julio, que lo colocó en su rango más alto, junto con el que hay en bares y restaurantes.
Sin embargo, una investigación de la Universidad de Oslo concluyó que hacer ejercicio en los gimnasios, si se guardaban las normas de prevención debidas, no conllevaba una amenaza importante de transmisión.
Michael Bretthauer, el científico que dirigió la investigación, le dijo al New York Times que creía que las conclusiones eran generalizables, con una salvedad: “Puede haber lugares donde hay mucho Covid, o donde la gente está menos inclinada a seguir las restricciones”.
Seguramente el doctor Bretthauer tenía en mente otras cosas cuando hizo esta salvedad. Pero cualquiera diría que estaba pensando en el Perú.