Patrimonio CulturalEl Ministerio de Cultura destacó la capacidad artística de los bordadores del valle del Colca y declaró su arte como Patrimonio Cultural de la Nación. Una oportunidad de oro para que una vieja tradición cultural no sea borrada por la modernidad.,Los secretos de los bordadores del Valle del Colca,Los secretos de los bordadores del Valle del Colca,Los secretos de los bordadores del Valle del Colca,La fiesta de la Virgen de la Inmaculada Concepción, en el valle del Colca, se celebra con algunas licencias. En esa fecha, 8 de diciembre, los pobladores de las tres parcialidades o barrios –urinsaya, hanansaya y ccapa– visten sus mejores trajes. Con esas indumentarias, bordadas con hilos de colores y adornadas con grecas, ellos bailan el wititi, la denominada danza del amor donde los hombres se visten de mujeres. El valle del Colca está a 180 kilómetros de Arequipa. A tres horas de la ciudad, se ha convertido en el principal polo turístico de la región mistiana. En el 2006, el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, en su condición de turista recurrente, definió su paisaje como deslumbrante por sus volcanes de fuego, sus nevados, el vuelo de los cóndores y sus profundidades, de las más hondas del planeta. Pero el cañón del Colca no solo embruja por su paisaje geográfico. También guarda las tradiciones de antiguas civilizaciones peruanas y el wititi forma parte de ellas. La danza, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en 2015, representa el cortejo amoroso. En la fiesta de diciembre abunda el alcohol y todo está permitido. Percy Murguía Huillca, músico gestor del reconocimiento mundial explica los orígenes legendarios de la danza. Dicen que el Inca que llegó a conquistar a los collaguas y cabanas quedó prendado de una joven nativa, y para conquistarla renunció a la guerra. Ante la oposición del padre de la muchacha, se vistió con polleras de mujeres y se confundió entre ellas para enamorarla. Las parejas que bailan wititi exhiben los mejores trajes bordados con figuras de la flora y fauna del Colca; lo suelen hacer en la plaza principal de Chivay, capital de la provincia de Caylloma. Recientemente este bordado también ha sido reconocido a nivel nacional. El 17 de agosto, el Ministerio de Cultura declaró Patrimonio Cultural de la Nación a los conocimientos, saberes y prácticas asociados al bordado del valle del Colca por “su importante riqueza técnica, valor histórico, tradicional y artístico de los contenidos iconográficos y simbólicos que estos comunican”. Percy Murguía, cayllomino de nacimiento, también es quien presentó el expediente para tramitar esta declaratoria. Él cuenta que los artesanos ya están preparando los trajes para la fiesta de la Virgen de la Inmaculada Concepción. Los mayordomos de cada parcialidad no quieren repetir la indumentaria del año pasado. Por ello, mandan a confeccionar los más vistosos y elegantes. Bordadores de arte En el mercado central de Chivay, en los puestos comerciales, siempre exhiben las polleras, corpiños, chalecos, blusas y sombreros que componen el traje distintivo del Colca. Es el trabajo de por lo menos cien artesanos del valle. Este arte tiene dos estilos claramente marcados por las culturas que habitaron estos pueblos: los collaguas y cabanas. Percy Murguía explica que la diferencia entre un traje y el otro radica en el tipo de bordado. En el cabana predomina el bordado con hilo de color blanco de imágenes que representan la flora y fauna. “Es el que manda”, dice Damiana Sarayasi Trujillano, una bordadora que aprendió el arte a los 15 años, viendo a otras mujeres y hombres hacerlo. Con el color blanco como matriz en el traje, los artesanos continúan el bordado con hilos de otros matices para rellenar las figuras que previamente plasmaron. Es un traje más sobrio y no tan cargado. En cambio, la vestimenta collagua es más vistosa. Predomina el bordado de color rojo azul y verde. Y las figuras plasmadas son más grandes. Además, en los trajes, las grecas y encajes se colocan en mayor cantidad para hacerlo más colorido. Damiana Sarayasi nos cuenta que llegar a bordar no ha sido sencillo. Le llevó muchos años de práctica hacer los trabajos que hoy en día comercializa a turistas nacionales y extranjeros. Y es que la técnica del bordado que emplean es sorprendente. En su máquina de coser, colocan la tela y dan rienda suelta a su imaginación. Sus manos guían el textil mientras la aguja colocada en la máquina da puntadas rápidas. No hay un molde preestablecido, el diseño está en la mente de cada artesano. “No utilizamos plantillas”, explica Damiana. Los más novatos comienzan “coloreando” los dibujos que los más diestros hacen. Así se inician en este arte para ir perfeccionando su técnica. En el barrio de Sacsayhuamán, a cinco minutos de Chivay, viven numerosos artesanos que están asociados. Tienen los talleres en sus casas. Los esposos Abel Pacsi Flores y Marta Huaypuma Condori son bordadores a tiempo completo. Sostienen a su familia, compuesta por cuatro hijos, únicamente con esta actividad. Él, de 42 años, se especializó en bordar los sombreros del traje cabana, y la mujer es especialista en prendas como los “ppullos” o mantones, fajas y polleras. Pacsi señala que a diferencia de los trajes, bordar un sombrero requiere una precisión mayor pues el sombrero, por ser de paño, es más grueso. Basta un error o una puntada mal dada para que el material se arruine. El sombrero es lo que también distingue a collaguas y cabanas. Los primeros llevan otro que es de paja y adornado con flores y grecas. En cambio, el cabana es de paño y bordado con la estrella de ocho puntas y motivos de la flora y fauna. Percy Murguía explica que para tramitar la declaratoria realizaron una investigación. Encontraron que la iconografía que distingue a los bordados está compuesta por 18 motivos. Predominan el colibrí, la trucha, las flores como el girasol, la flor cantuta, uvas, tunas. Hay otros como el puma make o huella de puma, el pato, jucuha (rastro de ratón), el zorrillo, la semilla de la planta, el rombo. Esperan impulso Los artesanos también fueron golpeados por el terremoto que afectó Caylloma en agosto de 2016. Lino Velazco Chisi, de 62 años, tiene su taller en el segundo piso de su vivienda. Apenas se ingresa al espacio, se aprecian las paredes rajadas que amenazan con venirse abajo. Lino cuenta con amargura que no calificó para la reconstrucción. Aun así, trabaja con esmero en sus confecciones. Él no hace trajes, prefirió innovar en accesorios utilitarios. Plasma el bordado collagua y cabana en bolsos, portalaptops, cartucheras, mochilas. “Nos falta mercado. Con esta declaratoria sería importante que nos promuevan en ferias para dar a conocer nuestro trabajo”, demanda. Regina Yapu Pampa, otra bordadora de sombreros cabana, también espera más promoción. Ella cuenta que los turistas extranjeros compran los productos, en especial las prendas de cabeza. Para ello han tenido que innovar introduciendo colores nuevos, todo a pedido del cliente. El músico Percy Murguía explica que el bordado ha evolucionado y seguramente lo seguirá haciendo. No se sabe con certeza en qué momento los cayllominos comenzaron a bordar. Solo un referente: 1950. En ese año llegaron las primeras máquinas de coser a manilla, así los primeros bordados eran más simples, solo representaban la “achojcha” o el discurrir del río. Los materiales también eran más sencillos. El bordado era con lana y no con hilo y la tela empleada era la bayeta. A medida que todo evolucionó, se introdujo la máquina a coser con pedal, luego la eléctrica y ahora la industrial que ha agilizado el trabajo de los artesanos, y nuevos materiales como la piel de durazno. Un traje completo, por todo el trabajo que lleva detrás y los materiales empleados, llega a costar hasta 2 mil soles. Un sombrero entre 150 y 180 soles. Los artesanos están convencidos de que su trabajo lo vale y están dispuestos a difundir su actividad artística en el país, transmitiéndola a otras generaciones.