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Cultural

Julio Ramón Ribeyro: éxito editorial, caída literaria

Pasada la algarabía ferial, el libro póstumo de Ribeyro es sometido a un necesario escrutinio. Sus lectores lo piden.

larepublica.pe
Julio Ramón Ribeyro falleció en 1994. Foto: Andina

Si algo patente y axiomático dejó la última edición de la Feria Internacional del Libro de Lima —evento cultural que fue un éxito, por su orden pese a no contar con país invitado, anunciado como tal por La República desde su primer fin de semana—fue el furor que causó la figura de Julio Ramón Ribeyro a razón de la publicación de su libro póstumo Invitación al viaje y otros cuentos inédtos (Penguin Random House).

Cuando pensamos en los autores peruanos más queridos por los lectores, Ribeyro capitanea la lista incluso por encima de voces canónicas como Vargas Llosa y José María Arguedas. Hay en su obra narrativa un estado de ánimo permanente, ni excesivo ni pausado, cuya tensión signa a todos los registros de escritura que exploró. Porque antes que destreza formal, Ribeyro era un autor con temperatura, siendo el género del cuento en donde más luces se apreció de la misma.

¿Por qué gustan tanto los cuentos de Ribeyro? Su radiación, hay que precisarlo, atraviesa generaciones, estratos sociales y contextos. De alguna manera, no pocos tienen alguna referencia de su narrativa breve y en ello mucho tiene que ver el estado de ánimo (señalado en el párrafo anterior), del cual ha escrito en su imprescindible La tentación del fracaso, quizá su obra mayor. Entonces, de las potenciales respuestas sobre el impacto de su narrativa, habría que pensar más en ese ámbito emocional con el que se identifica a la mayoría de sus personajes: pautados por la incertidumbre y entregados al dejarse llevar. Los personajes de Ribeyro no tienen nada definido, igual que el peruano de ayer, hoy y siempre.

Los diarios de Ribeyro no solo nos permiten conocer algunos ángulos de su personalidad, igualmente nos dejan certezas sobre lo que para él significaba el ejercicio de escritura. A Ribeyro le costaba escribir, no le era fácil el artificio, sin embargo, a pesar de esa desventaja, era un autor que sí tenía cosas que decir y en esas coordenadas forjó una obra copiosa cuando hasta el mismo Ribeyro creía que sería breve.

Desde el anuncio de la salida de este nuevo libro que consta de cinco relatos, hubo una expectativa justificada, la cual se legitimó en los transcurridos días feriales. Además, la edición es pulcra, con elementos adicionales a los estrictamente literarios, un objeto más que libro, imprescindible en cualquier biblioteca que se respete porque se trata del regreso a la ficción de Ribeyro.

Un retorno que revela una estrategia maestra editorial. No lo vamos a negar, se promocionó bien esta publicación, con leyendas y epifanías en el combo, pero que carece de ese moderado vuelo anímico, clave en la poética de Ribeyro en especial a la hora de configurar cuentos.

Si estos cuentos fueron encontrados en cajas después de décadas, si el sueño de Ribeyro era llegar a los cien cuentos publicados, tendrían sentido si estuviéramos ante un registro sólido. No es el caso. No vamos a negar la factura literaria del cuento homónimo, menos de “La celada”, “Monerías”, “Las laceraciones de Pierluca” y “Espíritus”, pero están lejos de la poesía y tersura de su prosa. Hablamos de textos menores, escritos muchos años antes de su muerte y que no estuvieron en su radar en sus felices últimos años de vida.

Estos cuentos estarían muy bien para un autor que no fuera Ribeyro. Quienes han leído La tentación del fracaso conocen al detalle su exigencia con su propio trabajo. Si estos relatos fueron encontrados en cajas es porque así lo quiso, para que se queden ahí a la espera de un momento más adecuado para abordarlos, situación que nunca llegó porque Ribeyro ya andaba en otra desde mediados de los ochenta. No tienen la magia de la incertidumbre, tampoco la poesía gris de la cotidianidad, ni hablar del humor soterrado. Hay, sí, buena escritura, pero bien sabemos que para Ribeyro escribir bien no bastaba si no había transmisión.

Pese a estos reparos, que no se dicen por temor a quedar mal con la casa editorial (que en este caso es PRH, pudo ser Planeta también), como si el periodismo cultural tuviera que jugar en pared, es necesario reconocer la importancia de Invitación al viaje y otros cuentos inéditos: manifiesta la vigencia de Ribeyro, como escritor y personaje, porque el libro no es una invitación a lo nuevo, sino una razón de peso que nos lleva a repasar lo que dejó listo y preparado.

La escritura cuentística de Ribeyro era pausada y armoniosa, cuyo tono/ánimo la conducía a placer por tópicos disímiles. En esa actitud, entre atenta y despreocupada, descansa la perdurabilidad de su propuesta. Decir lo contrario es mentir y los lectores, principalmente de Ribeyro, se dan cuenta.

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