Sugiero buscar en YouTube, lo siguiente: Los Desayunos del Ateneo con Salman Rushdie.
Ahí encontramos un diálogo, llevado a cabo el 20 de mayo, entre los escritores Salman Rushdie y Javier Cercas sobre el libro de no ficción del británico-estadounidense: Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato (Literatura Random House).
Se deduce: este libro ya es un éxito mundial. Rushdie, por quien en 1989 se pidió una fatwa ordenada por el ayatolá Ruhollah Jomeiní a razón de su novela Los versos satánicos (1988). Este hecho lo convirtió en un personaje famoso, al punto que condicionó la valoración de su obra literaria siendo un muy buen escritor. Durante muchos años, Rushdie vivió escondido —como lo hace ahora el escritor italiano Roberto Saviano, cuya novela Gomorra (2006) no gustó a la mafia de su país—, pero desde mediados de la década pasada, ya se le podía ver en eventos sociales y culturales. Pensemos en el Hay Festival de Arequipa de 2018, cuando sostuvo un encuentro con Mario Vargas Llosa, el cual fue moderado por la maestra Leila Guerriero.
La orden de matarlo ya no surtía efecto y en ese tránsito sufrió un intento de asesinato el 12 de agosto de 2022 en Nueva York. Quince puñaladas y, por si fuera poco, perdió el ojo derecho.
Recién he empezado Cuchillo, pero sí he leído varios libros de Rushdie, siendo el humor un factor determinante en su poética narrativa. Por lo que señala Cercas, este libro no es a ajeno a esa esencia irónica que caracteriza a la obra de Rushdie, conformada por novelas y ensayos, en los que es posible detectar un afán celebratorio de la vida. A Rushdie no le pasó lo que le pasó por haber escrito una novela crítica sobre los musulmanes —no es el único—, la persecución y la cuchillada lo rodearon por ser un autor de pensamiento libre y políticamente incorrecto.
Su presencia en el circuito cultural revitaliza, porque en tiempos polarizados, necesitamos figuras como Rushdie, que rompan esa moralista nube negra que amenaza con apoderarse de la expresión cultural, nube negra como metáfora de la ceguera ideológica, la intolerancia a las minorías y comadre del conservadurismo.
Por alguna extraña razón, los creadores y artistas —de Perú y el mundo— miden sus palabras, acondicionan su trabajo. No especulo, se ve. Por eso es importante Rushdie en la actualidad.