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Cultural

Las iluminaciones de Augusto Higa

Homenaje. El escritor de ascendencia japonesa, miembro del grupo Narración, falleció ayer a los 77 años de edad. Su obra revela el universo de la comunidad peruano-japonesa de nuestro país.

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Memoria. Augusto Higa Oshiro, cuando estaba en sus tareas de escritor, en su biblioteca. Foto: La República

Cuando me condujeron a su biblioteca para entrevistarlo, lo vi allí, sentado en su escritorio, silencioso, como haciéndose un lugar entre sus libros. Con esa misma discreción, el escritor Augusto Higa Oshiro, quien acaba de fallecer a los 77 años de edad, libro tras libro, también le hizo un gran lugar a la narrativa que habla sobre la comunidad peruana-japonesa en nuestro país. En ese sentido, nuestra literatura pierde a un escritor cuya obra nos echó luces para saber quiénes y cómo somos en el Perú.

No fue un autor abundante, pero sí esencial en abordar el universo de la cultura japonesa enclavada –transculturizada– en nuestra sociedad. Eso es lo que se puede apreciar en su libros, como los de cuentos, Que te coma el tigre, La casa de Albaceleste, Final del Porvenir y Okinawa existe (Premio Nacional José Watanabe 2012). También en sus novelas La iluminación de Katzuo Nakamatsu, Gaijin, Saber matar, saber morir (Premio Novela Breve de la Cámara Peruana del Libro 2014). Y para no dudar, el libro testimonial Japón no da dos oportunidades.

Comienza la historia

Augusto Higa Oshiro fue un escritor de ascendencia japonesa, nisei. Nació en el centro de Lima, pero vivió en La Victoria, en donde asimiló la vida de barrio, de chacota y pichangas futbolísticas en El Porvenir. Allí se insufló de energía y lenguaje popular, como lo demuestra su libro Que te coma el tigre, especialmente en el cuento “El equipito de Mogollón”. Estudió literatura en la Universidad de San Marcos, en donde tuvo como profesores a Augusto Salazar Bondy, Luis Felipe Alarco, Zubizarreta, Pulgar Vidal, Matos Mar, entre otros.

Como escritor, formó parte del grupo Narración, esa legión de autores que asumieron la narrativa como un ejercicio crítico de la sociedad sin menoscabar el valor estético de la palabra. Miguel Gutiérrez, Oswaldo Reynoso, Antonio Gálvez Ronceros, Gregorio Martínez, Juan Morillo, Hildebrando Pérez Huarancca y Roberto Reyes Tarazona formaron el citado grupo.

Augusto Higa, escritor peruano japonés, perteneció a la generación del 70. Composición LR.

El universo Higa

Uno de los grandes temas de su obra, si negar la visión social de su narrativa –o quizás, por eso mismo–, es la indagación sobre el problema de la identidad, particularmente de la comunidad peruano-japonesa. Esa fue una de sus grandes preocupaciones. Alguna vez dijo en una entrevista a un medio local que la literatura para él era un asunto psiquiátrico. La crítica ha dividido en dos campos su obra. El primero, cuando aborda el mundo barrial, la calle, los muchachos de esquina, el lenguaje popular, como se aprecia, sobre todo en Que te coma el tigre.

El segundo, a partir de su novela La iluminación de Katzuo Nakamatsu, está precisamente el tema de la identidad. Es decir, una mirada al mundo interior de sus personajes. Este segundo aspecto lo tenía muy claro. “Cuando comencé a escribir, las historias eran de la puerta de mi casa hacia la calle. A partir de La iluminación de Katzuo Nakamatsu es todo lo contrario, las historias son de la puerta de mi casa para adentro”, así le dijo a Irina Soto-Mejía, investigadora boliviana de la Universidad Soka de Japón.

Sí, en esta novela, como alguna vez dijimos, además de perfilar un personaje intenso, desquiciado y al mismo tiempo luminoso, expone, en una suerte de dos radiografías, lo que es una historia personal y lo que es la historia social. Asimismo, lo que ocurre en el presente y lo que ha ocurrido en el pasado. Irina Soto-Mejía, además de argumentar sobre el tema de la identidad, agrega otro: el de la memoria. La escritura no como nostalgia sino como el conocimiento de lo sucedido con los migrantes japoneses y su descendencia en el Perú. “Higa se dedica a escribir sobre las culpas, las ausencias y los miedos de su generación, permitiéndose, al mismo tiempo, hablar de todas las generaciones”, ha escrito la profesora boliviana.

Peruano y japonés

Para el escritor y académico sanmarquino Jorge Valenzuela Garcés, “Augusto Higa trajo a la narrativa peruana el aliento de la oralidad callejera, la respiración del barrio. Sus cuentos dialogan con los productos de la cultura de masas para criticarlos. Pero no solo eso. Sus novelas cortas nos vinculan con la problemática condición del peruano que también es japonés, sin llegar a serlo. Enfrentó, honestamente, sus temas y nos los entregó con una severa belleza, poco usual entre nosotros”. “Con él –agrega– se cierra el ciclo de la democratización de la prosa en el Perú gracias a la presencia de narradores que provienen del mundo popular y al tratamiento de subjetividades en proceso de construcción”. Augusto Higa ha partido, pero no cabe duda de que nos ha dejado una luz para mirar nuestro país.

El dato

Velatorio. Se realiza en el Ministerio de Cultura, ingreso por la puerta C, calle El Comercio, San Borja, hasta las 11 a.m. La cremación será hoy en Pacífico (Panamericana Sur km 26, Lurín).