En La Entrevista, Paola Ugaz conversó con Óscar Martínez, periodista y escritor, sobre la ola de violencia que atraviesa Centroamérica, la cual ha retratado en su libro Los muertos y el periodista.
- ¿Cómo nace este libro que cuenta la historia de tres hermanos?
Tras un tiempo de haber escrito libros más puntuales, pensé que era momento de hacer un ensayo-crónica; es decir, vi la necesidad de involucrarme más en la historia para poder reflejar de una manera más reflexiva, más racional, desde los errores y escasos aciertos, cómo era acercarse a un mundo donde nos hemos habituado demasiado y ¿cuál es ese mundo? Aquí o en Perú es el mundo de los últimos de la fila, el mundo de las miles de personas en algunas sociedades como la mía. El 60% o 40% de Honduras, El Salvador, Guatemala o el sur de México a los que hemos conminado a la miseria habida, gobernada y controlada por organizaciones criminales.
Escojo el caso de tres hermanos pobres del centro de El Salvador, de un departamento que paradójicamente se llama La Paz. Uno de ellos pertenecía a una pandilla. Me involucro en el 2016 con ellos como fuente para intentar no se qué y eso es parte de la narración del libro.
Ellos terminan asesinados de una forma brutal, lo digo en la primera línea del libro, no oculto nada. Creo que, de alguna manera, mi presencia una noche en un cantón recóndito de La Paz tuvo que ver con el asesinato de al menos dos de ellos.
- Hablas de la relación con las fuentes. Cuentas la historia de una señora que pierde a su hijo e intentas decirle lo que puede pasar si cuentas su historia, me imagino que no fue fácil.
Sí, te refieres a la historia de Consuelo Hernández. En primer lugar, el libro tiene una columna vertebral que es la historia de los hermanos Meléndez. Se mantiene la relación periodista-fuente. Cada capítulo sobre la vida de este muchacho de 14 o 15 años, un expandillero, va junto a un recuerdo, microhistorias que rodean a esta y una de ellas es la historia de Consuelo.
Ella es la madre de un trabajador de una finca de café, que a los 20 años, luego de que unos pandilleros se tomaran el casco de la finca de café que él cuidaba, fue asesinado por la Policía, mientras intentaba explicarles que no era pandillero.
Nosotros dimos con esa masacre. Ocho personas fueron asesinadas, entre ellas Sonia, una muchacha de 16 años a quien una única bala le entró por la boca. Consuelo era la única testigo. Llegamos a su casa de palos y láminas. Ella escuchó cuando su hijo hincado le suplicaba a la Policía y le decía que no era pandillero. Ella también estaba hincada en el suelo detenida por otros policías.
Ella decide hablar y surgen mil preguntas. ¿Qué hubiera pasado si no hubiéramos llegado a la vida de Consuelo? Esa mujer terminó perdiendo, los ochos policías terminaron libres porque una Fiscalía inútil no logró individualizar la cooperación de estos para asesinar a estas personas.
- Más allá de la muerte, ¿qué caracteriza a El Salvador?
Soy un tipo muy pesimista, no puedo negarlo. Me cuesta empezar a vender las bonanzas o lugares exóticos. Hay dos características en Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua. Fíjate cómo estamos ahora, con caudillos, autócratas o con dictadores declarados como Daniel Ortega, que ha echado a toda la prensa y está matando en las cárceles a todo opositor político que a él le parezca.
En Honduras, ayer se llevaron al expresidente que tiene solo 18 días de haber salido del poder y se lo llevaron a Estados Unidos por narcotráfico. En Guatemala, revelamos un caso de corrupción y sobornos a gran escala que implica al presidente.
No conocemos de paz. Nunca ha habido un gobernante interesado en procurar paz a la gran mayoría de la población. Tenemos una historia trágica, no conocemos la paz. No ha habido procesos de reconciliación, de comprensión de Estado de derecho y democracia.
- Los periodistas no importan en Centroamérica.
Claro, hay coberturas diferentes. En México, van seis periodistas asesinados y un presidente, AMLO, que tiene una retórica de culpar a la prensa de ser activistas políticos y no periodistas. En un país que es el más peligrosos para ejercer este oficio. También tenemos Honduras, donde han asesinado a varios colegas al igual que en Guatemala.