Que la escritura es una suerte de ansiolítico lo sabe muy bien el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, al menos así lo considera con motivo de la publicación de sus diarios íntimos, porque escribirlos le sirvieron para llevar una vida “más normal, para no ser un loco”.
Fue un 30 de diciembre, en Florencia, cuando con 27 años decidió arrancar esta escritura “tal vez” para darse cuenta de la “infame medida” de sus pensamientos. Toda una declaración de sinceridad consigo mismo que inconscientemente el autor comenzó, según cuenta, porque cuando pones por escrito lo que no te está dejando vivir “empiezas a vivir”.
Por eso en estos diarios que van de 1985 a 2006 -escritos en alrededor de 35 libretas- el lector no tendrá la oportunidad de conocer las partes felices de su vida, sino que se asomarán a una “alcantarilla” donde ha echado lo “peor”.
“Sí que nos damos cuenta de cuándo somos felices, pero no lo escribimos porque estaríamos perdiendo minutos de vida para ser feliz. La infelicidad se vive en soledad”, apunta.
Y aunque podamos considerar que se ha tratado de un ejercicio de valentía, sobre todo en estos tiempos donde mostrar las miserias parece estar prohibido, para Abad Faciolince no lo es tal porque se ha considerado “muy cobarde”.
No se siente así cuando escribe: “Concibo la escritura como un ejercicio de verdad, y si no es así me parece inútil. También la ficción, pero en ella hay una voluntad de estilo”.
Justo lo que no hay en este libro, porque los diarios están escritos “con hipo”, ya que tienen saltos temporales, y el lector verá cómo no todos los días escribía sobre sus pensamientos.
Sobre ese “joven” que quería ser escritor, ese hombre que reflexiona sobre la política de su país, sobre la literatura o sobre su relación con el tabaco.
Aunque en estas más de 600 páginas, cuando avanzamos en su vida, nos enfrentamos a un Abad Faciolince que reflexiona en la intimidad sobre la pareja perfecta. Habla de su relación con las mujeres a las que ha amado y deseado.
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Algo menos “complejo” de escribir, confiesa, a lo que le sucedió a la hora de contárselo a sus hijos, de los que habla con “gran amor” en estas páginas. “Era complicado que mis hijos supieran lo que hice sufrir a su madre, pero me dieron permiso”, afirma.
En la actualidad, Abad Faciolince sigue escribiendo en pequeñas libretas de tapa negra, pero ya no son diarios, sino que tienen un carácter laboral.
“Ya no estoy tan interesado en mí mismo, ya estoy más tranquilo”, dice. Pero desde que llegó el pasado martes a Madrid tiene ganas de escribir un “diario de la peste” ante la crisis generada por el coronavirus.
Lo que fue presente - Héctor Abad Faciolince.