Carlos Villanes Cairo - Madrid
La nueva novela de nuestro Premio Nobel Mario Vargas Llosa (1936) incuba su meollo en una gran mentira que sirvió para cambiar la historia de los países centroamericanos y convulsionó también a otros como Colombia, Perú, Bolivia, Chile, Argentina y Uruguay.
Fue una mayúscula farsa creada por un movedizo publicista yanqui, Edward L. Bernays, servidor de United Fruit en Guatemala y recibió el respaldo de Estados Unidos y la CIA. Afirmaba en su libro Propaganda (1928) que una actividad determinante en las sociedades del siglo XX era “el arte de la manipulación mediante la publicidad”.
Veamos. Jacobo Árbenz llegó a la presidencia de Guatemala en 1951 por elecciones impecables y durante los tres años de su mandato aplicó las añoradas reformas sociales, pero sobre todo una excepcional reforma agraria que devolvió la tierra a centenares de miles de campesinos. Entonces se urdió el tenebroso infundio. Fue acusado de ser comunista, de haberse rodeado de asesores y ministros marxistas y que se convertiría en la cabeza de puente de la Unión Soviética en América en un país estratégico por el Canal de Panamá y su cercanía con Estados Unidos.
Árbenz era un declarado anticomunista y repitió que buscaba para su país una democracia liberal y capitalista, con la esperanza de sacar de la oscuridad a Guatemala y convertirla en una sociedad moderna, muy lejana de los postulados marxistas.
Diarios y revistas norteamericanos caldearon la gran mentira y el gobierno norteamericano financió un golpe militar que triunfó, ensañándose con asesinatos, persecuciones y carcelería a los partidarios del presidente, incluyendo a los campesinos.
Vargas Llosa en su última novela Tiempos recios (Madrid, Alfaguara, 2019, 353 pp.) desliza su teoría: “… fue una gran torpeza de Estados Unidos preparar ese golpe militar contra Árbenz poniendo de testaferro al coronel Castillo Armas a la cabeza de la conspiración. El triunfo que obtuvieron fue pasajero, inútil y contraproducente. Hizo recrudecer el antinorteamericanismo en toda América Latina y fortaleció a los partidos marxistas, trotskistas y fidelistas. Y sirvió para radicalizar y empujar hacia el comunismo al Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro. Este sacó las conclusiones más obvias de lo ocurrido en Guatemala. No hay que olvidar que el segundo hombre de la Revolución cubana, el Che Guevara, estaba en Guatemala durante la invasión, vendiendo enciclopedias de casa en casa para mantenerse” (p. 350).
Al menos seis historias se entrecruzan en la novela, pero tres son las más saltantes: la de Johnny Abbes García, dominicano ya conocido en La fiesta del Chivo como matón del Generalísimo Trujillo. Ahora está comprometido en el asesinato el dictador Carlos Castillo Armas, pese a ser su jefe de seguridad. Es amigo de la CIA y, después de sufrir una carcelería de cinco años, es reivindicado y enviado a Tokio como cónsul donde no existe ese cargo, se entera de que quieren matarlo y huye a Haití donde el dictador Papá Doc lo acoge, pero a la caída de este, es asesinado en su casa junto a su esposa y sus dos hijas con garrotes y cuchillos por los tonton macoutes.
Marta Borrero Parra, llamada miss Guatemala por su belleza, ha sido violada por su profesor a los 15 años y queda embarazada, su padre un hombre muy conocido la obliga a casarse y la repudia para siempre. Cinco años después abandona a su niño y a su marido, y acude ante Castillo Armas quien la recoge y la convierte en su amante. Aparece Abbes García que la seduce y al ser asesinado el dictador la ayuda a salir porque la creen cómplice, se refugia en Santo Domingo y su belleza atrae al presidente el Negro Trujillo que la cita a Palacio y le entrega un cheque en blanco a cambio de sus favores carnales. Ella lo abofetea, le araña y le muerde en una oreja que no se desgaja por la rápida intervención de su escolta. Es apresada y durante tres días se le incomunica, pero de pronto la llevan al salón presidencial y el Generalísimo Trujillo hermano mayor del Negro Trujillo y Abbes García le hacen pedir perdón por la detención y la liberan. Temerosa de una venganza fuga a los Estados Unidos y continúa colaborando con la CIA. Con más de 80 años, y todavía muy bella, Vargas Llosa la entrevista en su casa de Washington D.C. Afirma que Abbes García está vivo “posiblemente con más de 80 años”. No se ven, pero él la llama por teléfono.
La última historia –poco profusa– se refiere a Jacobo Árbenz, sobre su militancia social y humana y su caída que llega desde Honduras y el destierro final.
Espléndida novela de dictaduras y golpes de Estado entre los que Vargas Llosa navega como pez en el agua. Y nos la presenta con su habitual rigor formal, saltos en el tiempo, diálogos entrecruzados, racontos y el rescate de una técnica que su maestro Faulkner le enseñó en Las palmeras salvajes: referirse brevemente a los sucesos muy importantes para atrapar al lector y luego en capítulos sucesivos irlos revelando.