Abogado constitucionalista
En los últimos meses se ha instalado un supuesto debate sobre la salida del Perú del Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH). Pero, más que una discusión seria, estamos frente a una maniobra política: la construcción de un espantapájaros hecho de ambigüedad, populismo y contradicción.
i) Ambigüedad conveniente. Ni el Ejecutivo ni el Congreso se atreven a decir con claridad qué quieren: ¿salir de la Corte IDH? ¿Denunciar la Convención Americana? ¿Romper con la OEA? Nadie lo precisa y, si realmente tuvieran la voluntad, ya habrían denunciado alguno de los tratados. En cambio, se limitan a frases ambiguas como “vamos a evaluar” y crean comisiones inocuas. Así, no salen del sistema, pero tampoco lo respetan.
ii) Populismo. Prometen que, saliendo de la Corte o del sistema, el país será más seguro, más soberano, más desarrollado. Es el mismo libreto que usó Pedro Castillo con su Asamblea Constituyente: crear un enemigo imaginario para atribuirle todos los males del país. Hoy Boluarte repite la fórmula. Ni la Constitución es la causa de todos nuestros problemas ni el sistema interamericano la barrera para resolverlos. Gobernar exige cambios reales, no espejismos populistas.
iii) Contradicción. El Perú propone un magistrado ante la Corte que, paradójicamente, ahora pretende desconocer. Alegan soberanía para atacar al SIDH, pero no cuestionan otros tribunales internacionales con jurisdicción en temas económicos o territoriales. Si realmente se percibe un sesgo, el camino no es salirse, sino la incidencia política: proponer candidatos y cambiar la composición desde adentro. No podemos igualarnos a Nicaragua o Venezuela, más aún si este último abandonó la Corte alegando que esta tenía una ideología “capitalista e imperialista”, motivo opuesto al que se esgrime hoy por el gobierno.
Personalmente, prefiero un país con límites al poder, tanto internos como externos. Uno donde los derechos de los ciudadanos estén protegidos y donde la inversión privada también encuentre respaldo frente al abuso. Sin embargo, lo que debe quedar claro es que este debate no busca soluciones: pretende desviar la atención, maquillar la incompetencia e instalar un nuevo enemigo imaginario. Esta es la verdadera falacia del espantapájaros de la Corte IDH.