Abogado constitucionalista
En el Perú se viene configurando una forma inédita de autoritarismo que, como señaló The New York Times, se asemeja a una “dictadura sin dictador”. The Economist también advirtió que la expresidenta se mantenía en el poder porque “no estaba a cargo”, algo que hoy se evidencia con un gobernante que no proviene de las urnas, sino del Congreso.
Este fenómeno puede definirse como un autoritarismo parlamentario: un proceso mediante el cual el poder se concentra progresivamente en el Legislativo, erosionando la democracia desde los márgenes formales de la ley y abusando de la Constitución. Ello resulta especialmente peligroso, pues, en palabras de Montesquieu, “no hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes”.
El primer rasgo de este autoritarismo es la concentración del poder como han señalado los politólogos Sosa-Villagarcia, Incio y Arce. El Congreso ha dejado de ser un órgano de control para convertirse en el eje de un poder casi absoluto que captura instituciones, destituye a quien resulte incómodo y neutraliza cualquier intento de fiscalización nacional o internacional. Lo que alguna vez fue un mecanismo de balance hoy actúa como un instrumento de dominación política.
El segundo rasgo es la captura del Estado al servicio de intereses particulares, que fomenta economías ilegales y clientelismos con impacto directo en la vulneración de derechos fundamentales. La legislación reciente, no solo las llamadas leyes “procrimen”, ha favorecido a grupos con intereses propios, creando condiciones que perpetúan la autocratización y consolida lo que Acemoglu y Robinson describen como instituciones extractivas.
El tercer elemento es el debilitamiento de los organismos electorales. Los ataques al JNE, la ONPE y el RENIEC no son hechos aislados, sino parte de una estrategia de demolición institucional. A ello se suman las múltiples normas que buscan inclinar la cancha a favor de los partidos en el poder.
Como advierte Bermeo, “al igual que la democracia se construye pieza por pieza, también puede ser desmantelada de esa forma”. La erosión democrática en el Perú no responde a medidas aisladas, sino a una vorágine parlamentaria que avanza de manera sistemática y progresiva. Quienes analizan el problema solo desde leyes puntuales terminan ignorando su naturaleza estructural y la consolidación de un autoritarismo parlamentario.