Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".
Aclaremos de entrada el eventual malentendido del título de esta nota: no se trata de hacer un contraste elitista entre brutos e inteligentes. Estamos hablando del embrutecimiento colectivo en el que hemos caído los peruanos. Las causas deben ser múltiples, pero, sin duda, una de las más significativas es el progresivo desmontaje de nuestro sistema democrático, así como la consecuente ingobernabilidad de la sociedad. Este estado de cosas, en el que impera la anarquía y la inseguridad, azuzadas por la corrupción y la mentira, ha hecho que terminemos sumidos en lo que Baudelaire fustiga en un verso de Las flores del mal:
“Resígnate, corazón; duerme tu sueño de bruto.”
En realidad, ya estamos cumpliendo la exhortación del poeta francés, al que, dicho sea de paso, el Gobierno de Dina Boluarte seguramente no le habría permitido ingresar al país, tal como lo acaban de hacer con el ciudadano Clément Evans. Él es integrante del partido de extrema izquierda La France Insoumise (La Francia Insumisa), que tiene 149 representantes en la Asamblea Nacional (como parte de la coalición Nuevo Frente Popular). Es el partido con más representantes en ese palacio legislativo. El funcionario de Migraciones que le negó la entrada al Perú, según narra Bruno Amoretti en Hildebrandt en sus Trece, adujo que su nombre arrojaba un mensaje de alerta, que era una persona de riesgo porque tendría antecedentes penales en Francia. Todo falso. Evans pasó por Canadá y Colombia antes de venir al Perú. Respondió a las preguntas de Amoretti desde España, después de ser rechazado en el Perú, sin tener el menor problema en ninguno de esos países. La alerta a la que aludía el funcionario de Migraciones era, evidentemente, política y represiva.
Es obvio que no le permitieron entrar al país porque su agenda incluía reuniones con Verónica Mendoza y Margot Palacios. Tenía una propuesta para visitar a Pedro Castillo y Betsy Chávez. No para apoyarlos, sino en respuesta a una invitación para constatar sus condiciones de detención.
Para despertar del sueño de los brutos, aclaremos que todo esto es circunstancial. Si el viajero perteneciera al partido de extrema derecha Rassemblement National (Agrupación Nacional), liderado por Marine Le Pen, como Jean-Luc Mélenchon lidera La France Insoumise, sería igualmente aberrante e inaceptable. Es obvio, sin embargo, que, en ese caso, le darían una calurosa bienvenida y lo recibirían en el Congreso, como ya lo hicieron con integrantes de Vox, el partido de extrema derecha española. Lo relevante es que esos manejos intolerantes solo perjudican al país, pues nos aíslan de potencias democráticas con las que el Perú mantiene (¿mantenía?) excelentes relaciones. Anteponer consideraciones ideológicas a los intereses del país es un peligroso precedente que nos acerca más, junto a las amenazas de salir de la CIDJ, al grupo de Estados fallidos como Venezuela o Nicaragua.
Confundir deliberadamente soberanía con violaciones de los derechos humanos es parte de una agenda autoritaria que se cierne como una densa nube tóxica sobre el presente y el futuro de nuestra sociedad. A quienes fomentan esta corriente autoritaria les es altamente funcional el sueño de los brutos, a saber, el de todos nosotros, con el corazón resignado del verso de Baudelaire.
Los freudianos sabemos, sin embargo, que el sueño puede ser una fuente de extravío de la realidad, pero, al mismo tiempo, debidamente interpretado, puede también ser una fuente de creatividad y energía transformadora. Esa es la diferencia entre el síntoma enquistado en la patología y lo que Freud designó como el trabajo del sueño. Todos los sueños tienen ese potencial de cambio hacia la salud mental, física y social. Procesados en profundidad, pueden llevarnos a salir de ese embrutecimiento colectivo en el que nos encierran el miedo, la impotencia y la resignación. Aquí me estoy refiriendo a los sueños individuales, esos que son patrimonio de cada uno de nosotros.
¿Existen los sueños colectivos? La respuesta está en el célebre discurso de Martin Luther King. Comienza diciendo exactamente eso: “Yo tengo un sueño”. Fue durante la que acaso sea la más conocida de las manifestaciones por los derechos civiles, el 28 de agosto de 1963, durante la Marcha sobre Washington por el trabajo y la libertad. El sueño de un hombre pasó, ese día, a ser el de millones de personas. Cuando el líder afrodescendiente fue posteriormente asesinado, esto solo avivó la llama de la libertad de los marginados y excluidos.
No se advierte, en esta época sombría de nuestra sociedad —y buena parte del mundo—, un líder de esa envergadura, capaz de catalizar los sueños de muchos. Tal vez no aparezca uno, sino varios, en las diversas regiones de nuestro fragmentado país. Resistir el avance de la peste autoritaria es, en estos tiempos, un imperativo categórico. El solo hecho de oponerse a estos continuos ataques al funcionamiento de nuestro sistema social es ya dar cabida a los sueños. No los resignados ni embrutecidos, sino los que provienen del ansia de una sociedad más justa, menos corrupta, más inclusiva.
Los partidarios de estos regímenes verticales y autoritarios harán todo lo que esté en su poder para impedir esta búsqueda de progreso en libertad. Para ellos, es vital mantener a los peruanos en un estado de sometimiento en el que no se permitan expresiones de protesta, sofocando incluso cualquier sublevación a balazos, tal como lo hicieron en los años 2021 y 2022. Pero su masiva impopularidad es un talón de Aquiles que no saben cómo resolver. Ahí hay que darles.

Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".