El escándalo de la semana estalla con el nuevo sueldo de Dina Boluarte: S/ 35,568, más del doble del monto vigente desde 2017. ¿Es justo que un presidente gane bien? Claro, pero que una mandataria con aprobación en caída libre se atreva a semejante aumento es un insulto a la ciudadanía que dice representar.
Esta provocación llega en el peor momento: el país arde con conflictos sociales. De acuerdo a prensa regional y local, hay puntos de bloqueo en Arequipa, Ayacucho, Ica, Cusco (Chumbivilcas) y Trujillo (Pataz). En Lima, mineros informales acampan en la Av. Abancay desde hace días, como ya lo hicieron por más de un mes en diciembre de 2024.
En Arequipa, un ataque a pedradas contra una comitiva oficial —donde, según se dijo inicialmente, estaba la propia Boluarte— expone nuevamente la fragilidad del gobierno. Aunque el Ejecutivo lo niegue, no es menor que ministros sean blanco de agresiones. ¿Dónde está la Policía Nacional (PNP) que debería protegerlos? Según IDL-Radio, el Consejo de Ministros revisó un informe del Ministerio del Interior sobre la seguridad de las autoridades en sus giras al interior. Recordemos que la PNP fue clave en la detención de Pedro Castillo tras el intento de golpe de Estado en diciembre de 2022. Pero, ¿no se reporta antes de visitas oficiales que existen riesgos de ataques de población enardecida?
Como señala Dargent (2013), Lima sigue ignorando a las regiones, relegadas física, económica y simbólicamente. Los bloqueos y protestas no son solo caos: son también un grito por ser escuchados y no solo durante “mesas de diálogo”. Sin embargo, con un Estado debilitado, atrapado entre la corrupción de sus funcionarios y actores que operan en los márgenes de la legalidad, ¿puede realmente atender estas demandas? Hablar de gobernabilidad, ley o rendición de cuentas suena a utopía.
En este contexto, el aumento del sueldo presidencial no es solo un mal cálculo: es una burla. Dina Boluarte, cada vez más aislada, tensa la cuerda con quienes aún la sostienen. ¿Hasta cuándo?