Exministra de Justicia y Derechos Humanos. Abogada.
El 7 de junio se celebró el Día de la Bandera en memoria del coronel Francisco Bolognesi, pero también en honor al heroísmo de quienes entregaron su vida por el Perú. Su frase —“Tengo deberes sagrados que cumplir y los cumpliré hasta quemar el último cartucho”— resume un compromiso de resistir y persistir que hoy parece lejano… más que lejano, es lo único que nos queda.
El mismo día presenciamos con estupor el atentado contra el candidato presidencial colombiano Miguel Uribe, y las mezquindades políticas que lo rodearon. Que el autor material fuera un joven de apenas 15 años evidenció la miseria de quienes proponen como solución bajar la edad penal. Esa lógica solo empuja a que el sicario tenga 13, 12 o 10 años, y que el crimen organizado siga usando niños.
Nadie quiere hablar del verdadero problema: una sociedad capturada por mafias, donde lo único que falta es que el poder político también les pertenezca. Lo tienen, lamentablemente, pero trabajan para consolidarlo. Es la ruta que siguen varios países en Latinoamérica, incluido el nuestro, insisto, lamentablemente.
Recordamos entonces las palabras de Bolognesi a su esposa María Josefa: “Dios va a decidir este drama en el que los políticos que fugaron y los que asaltaron el poder tienen la misma responsabilidad. Unos y otros han dictado con su incapacidad la sentencia que nos impondrá el enemigo.” Esa sentencia los alcanzó, también alcanza hoy a inocentes que mueren por decisiones que los politicos no toman o toman mal.
Nuestra bandera sangra. Sangra de vergüenza, y lleva la sangre de los inocentes. El próximo año, entre abril y noviembre de 2026, el poder cambiará íntegramente de manos. Hagamos que sean las correctas.