(*) Por Patricia Correa Arangoitia, educadora y exministra de Educación
En el Perú existen aproximadamente 38,000 mil unidades de organización territorial comunitaria, de las cuales más de 9 mil son comunidades nativas y campesinas, siendo de ellas 2,703 nativas y 6,682 campesinas, ubicadas dentro de 1,845 distritos, 184 provincias y 25 departamentos.
A pesar de esta diversidad, vivimos gobernados por un cultura centralista que homogeniza el concepto desarrollo. Incapaz de reconocer y proponer polílticas que respondan a la diversidad territorial, invisibiliza el conocimiento y aporte que por siglos las comunidades amazónicas han desplegado protegiendo la amazonía y sus bosques, así como las comunidades campesinas que en conjunto, juegan un rol clave en la preservación de la megadiversidad agrícola así como en la siembra y cosecha del agua.
Este aporte a lo largo de los siglos, por parte de dichas comunidades, no es correspondido por un Estado que los desprecia y excluye de decisiones políticas que afectan su desarrollo. Expresión de ello es la ausencia del Estado frente a la violencia sexual que trágicamente viven nuestros niños, niñas y adolescentes awajún wampis, en la Amazonía de Condorcanqui.
Es momento de replantear la forma de concebir el desarrollo, dejando de lado el enfoque homogéneo, y desterrar la soberbia de quienes consideran que el conocimiento o capacidades para gobernar están en Lima o en algún Ministerio, es momento de transitar hacia un desarrollo sostenible de los territorios con el liderazgo de los actores locales, comunidades indígenas, organizaciones sociales, sector público y privado.
Urge fortalecer y dar cabida a los liderazgos locales, democráticos, con capacidad de diálogo y concertación; capaces de construir coaliciones locales, planificar y hacer efectivo su desarrollo territorial. Estas propuestas deben surgir desde el espacio local y de una gobernanza que en tiempos mejores podrán encontrarse con liderazgos nacionales que encarnen juntos una visión compartida que la nación requiere para su realización.
Colectivo de mujeres diversas, desde diferentes trayectorias, tendencias políticas, territorios y experiencias, que se levantan en voz unida con el objetivo común de rehabilitar la esperanza en la construcción del país. Se comprometen y convocan a un diálogo abierto, y a tejer lazos para contribuir a un proyecto democrático que impidan que el autoritarismo y la corrupción se apoderen de las instituciones.