Entre autoritarios se entienden, por Diego Pomareda

En un país como el Perú, donde las ideologías importan poco y no se persigue un modelo de sociedad específico, resulta irrelevante si el Gobierno recibe a mandatarios de izquierda o de derecha.

La APEC, como espacio no solo de relaciones económicas, sino también de geopolítica, ha generado diversas reacciones a raíz de la presencia del presidente chino, quien es a la vez secretario general del Partido Comunista de su país, y del presidente de la República Socialista de Vietnam. Lo que se cuestiona es la aparente incoherencia del Gobierno peruano al recibir a gobernantes que tienen como estandarte la estrella amarilla de cinco puntas en un fondo rojo. Sin embargo, ¿son tan diferentes?

La complacencia de la presidenta peruana hacia sus homólogos asiáticos radica en un factor común: la forma de ejercer el poder. El “tentáculo Boluarte”, obediente a la coalición gobernante, es un ejemplo claro de lo que puede describirse como autoritarismo parlamentario. Por su parte, China y Vietnam manifiestan un autoritarismo de origen presidencialista. Esta lógica de concentración de poder, mientras se proyecta una falsa calma hacia el exterior, resulta cómoda para todos ellos.

En un país como el Perú, donde las ideologías importan poco y no se persigue un modelo de sociedad específico, resulta irrelevante si el Gobierno recibe a mandatarios de izquierda o de derecha. No existe contradicción alguna en recibir a presidentes comunistas, porque el Gobierno peruano carece de una postura ideológica definida, más allá de repetir etiquetas vacías para crear antagonistas y aferrarse al poder. Paradójicamente, en esto último sí hay algo de leninismo, porque para la presidenta, “salvo el poder (hasta el 2026), todo es ilusión”.

Tampoco hay contradicción en recibir a presidentes asiáticos autoritarios que vienen a invertir en el Perú. En un país donde los gobernantes creen que la economía es un fin en sí mismo, sin visión geopolítica, y donde dependemos de salvavidas como el proyecto del puerto de Chancay, no sorprende que se dé un gran recibimiento a la “hermana república popular”.

Esto no significa desconocer la importancia del libre mercado, las relaciones comerciales, la promoción de la innovación o el impacto positivo de las inversiones extranjeras en la vida de los peruanos. Más bien, pone en evidencia que no debería sorprender a nadie que un gobierno autoritario en lo político, pragmático en lo económico y vacío en lo ideológico reciba con los brazos abiertos a líderes como los de China y Vietnam. En definitiva, entre autoritarios se entienden.