Inseguridad letal

Los ciudadanos de Lima viven en condiciones de peligro permanente.

Se han presentado iniciativas que buscan detener la ola de inseguridad ciudadana que parece haberse apoderado de la capital y de las principales ciudades del interior del país. Hay algunas que podrían ir directamente al olvido, como esa que busca promover un mejor ornato para combatir la delincuencia.

Así como las macetas resultan inútiles para evitar secuestros, sicariato, robos, cobro de cupos, préstamos ‘gota y gota’ y tantas otras nuevas modalidades que ha alcanzado el crimen, incluso en su versión digital; la falta de una estrategia global para combatir la delincuencia se hace por demás evidente. Desde la Municipalidad de Lima poco es lo que se ha avanzado en algo más de 100 días de gestión.

Los anuncios son escasos arguyendo la falta de presupuesto. Por lo pronto, se ha propuesto pagar recompensas para que los ciudadanos delaten situaciones de delito y algunos municipios distritales están buscando reforzar la lucha contra el crimen, mejorando las condiciones de seguridad para los miembros del serenazgo. También se ha anunciado que la vigilancia de las calles se hará en equipos mixtos de policías y serenos.

Todos estos anuncios, incluidos los realizados por la mandataria ayer, en relación con la suma de 3.500 policías al control de la delincuencia, no parecen formar parte de una estrategia integral y sistémica que aborde los problemas de fondo y estructure respuestas urgentes pero eficaces.

Según estudios recientes de opinión pública, la seguridad ciudadana forma parte de los principales problemas para las personas. Después del alza de precios, es el segundo punto en la agenda de los peruanos. Por ello, cualquier anuncio que se formule debe cumplir varios requisitos, como el de ser consensuado y previamente sustentado por expertos en el tema.

Aunque los conflictos sociales, la pandemia y la inestabilidad política han postergado desde hace algunos años la solución para los problemas de fondo, la demanda sigue vigente y, con la creciente ola de delitos, se hace más acuciante. Si a ello se agrega una autoridad que no resuelve y no ofrece ninguna alternativa de solución, la ecuación para dar paso al malestar y la protesta está completa.

Las víctimas se expresan a diario en las redes. Sus reclamos no se limitan al delito del que fueron objeto, sino al abandono y la desatención de la autoridad, que los deja a su suerte. Es necesario que se proponga un plan de acción que nos dirija hacia el objetivo de ¡delincuencia cero! Que fue la promesa de campaña del actual alcalde de Lima. Es riesgoso jugar con el límite de tolerancia de los ciudadanos y abandonar la ciudad para que sea presa del delito.