Opinión

Gestión fatal

Siete regiones en emergencia, muerte y destrucción por intensas lluvias en el norte que se desplazan al sur.


Los desastres provocados por Yaku han multiplicado los problemas ya existentes. Las obras inconclusas, el descrédito de las funcionarios, la escasa prevención, la ineficiente forma de emplear los recursos. Todo este conjunto de carencias suele salir a flote en ocasiones como esta.

Por declaraciones de las autoridades, se sabía de lluvias intensas que dio a conocer el Senamhi hace 15 días. Los especialistas de la meteorología en el Perú explicaron de la amenaza y no se activaron los sistemas de prevención y alerta temprana que forman parte de la gestión de riesgo de desastres que por ley existen en cada estamento del Estado.

Desde el inicio de la temporada de lluvias a la fecha, hay 8.222 damnificados, 23.000 afectados, 58 fallecidos, 57 heridos y ocho personas desaparecidas, informó el Indeci.

¿Se hubiera logrado cambiar el curso de los acontecimientos? Probablemente no, porque la cultura de la prevención no va con el desorden y la carencia de reglas que nos caracteriza como sociedad. Viviendas que año a año se ubican en zonas prohibidas o en el curso de huaicos o laderas que se activan con las lluvias van a provocar un número cada vez mayor de damnificados.

También abona a esta cíclica desidia la obra de reconstrucción inconclusa que se suma a las nuevas que se requerirán después de este desastre. Se van acumulando sin que nada logre el destrabe ni que se aclare sobre quién deben recaer las responsabilidades.

Como cada año, después de la tragedia llegará la autoridad con ayuda, siempre insuficiente, y promesas que no tienen cuándo cumplirse y con muchas fotos y videos que solo servirán para recordar, en la próxima, lo que no se hizo.

Los afectados siempre serán los más vulnerables, los que menos tienen y que tardarán mucho en recuperar lo que perdieron. Por un tiempo serán parte de la agenda y sus reclamos tendrán algún rebote, pero pronto dejarán de ser prioridad, reemplazados por una catástrofe más reciente.

Este círculo vicioso solo puede romper su fatalidad inercial con un trabajo sostenido y planificado de prevención desde el Estado, pero también desde la ciudadanía. La acción conjunta aminora el impacto del desastre y permite una mejor y célere gestión de los recursos para la rehabilitación y recuperación de los daños.

Yaku ha asolado el norte y ahora va al sur. A su paso ha dejado muerte y destrucción. Miles de damnificados en siete regiones declaradas en emergencia y suspensión de clases escolares en Lima y varias localidades del país. Esperamos más lluvia en estos días, por lo que hay que aplicar todas las medidas para evitar el peligro. A prevenir para no lamentar.