El último de la fila

“No tenemos un Congreso ‘tan malo como los otros’, tenemos al peor evaluado, al menos de estos lares”.

Por: Hernán Chaparro

El nivel de desaprobación del Congreso no es ninguna novedad, sin embargo, no deja de llamar la atención los resultados que acaba de publicar en febrero el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). La Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) tiene un “Módulo de opinión: gobernabilidad, democracia y transparencia”.

Basado en el análisis de esa información, el INEI ha publicado el informe “Perú: percepción ciudadana sobre gobernabilidad, democracia y confianza en las instituciones” que da cuenta de los resultados de la encuesta aplicada en el 2022 acerca de 37.000 personas en todo el Perú. Es el sondeo más grande y con mayor representatividad por región que se hace localmente.

Uno de los temas que se aborda es el de la confianza en las instituciones. De las 21 evaluadas (Reniec, JNE, Poder Judicial, prensa, etc.), el Congreso ocupó en el año 2021 y en el 2022 el penúltimo puesto (7.4% y 4.7% de confianza, respectivamente). Solo superados, ¡oh sorpresa!, por la desconfianza hacia los partidos políticos.

Es cierto que la confianza en las instituciones no desborda, solo Reniec tiene más opiniones positivas que negativas, pero la desconfianza institucional promedio es del 72% mientras que el Congreso tiene un 91% de personas que dicen desconfiar de él.

Tampoco es novedad que cada vez que un periodista pregunta por la reacción de los representantes con relación a esta situación, la respuesta es que ese no es un problema de este Congreso. Se repite que todos los congresos en el mundo tienen siempre un bajo nivel de aprobación.

Al menos a nivel regional, eso no es cierto. Tenemos el Parlamento con mayor desaprobación en la región, y no es un tema vinculado a este Congreso, es un problema que viene desde muchos años atrás.

Al menos desde 1995, el Congreso peruano ha sido casi siempre el peor evaluado si se considera a los países de Sudamérica y México.

Tenemos, por lo tanto, que el Congreso peruano es una de las instituciones del sistema democrático peruano peor evaluadas y, además, no es que tenga un nivel de confianza igual de malo que el de otros países.

Su evaluación es mucha más negativa que la que reciben otros parlamentos en la región. Los congresos serán siempre objeto de críticas, pero el nuestro lleva la delantera con creces.

Hemos consultado los datos del Latinobarómetro, que desde hace 28 años realiza encuestas comparadas en aproximadamente 18 países de América Latina. Desde 1995 aplican una pregunta sobre el nivel de confianza con relación al Congreso.

Tomando las 22 evaluaciones realizadas en esos años, desde 1995 hasta el 2020, en promedio, el Congreso peruano es el peor evaluado, 18.7% en promedio versus el 28.8% de la región. Entre 1995 y el 2003 las evaluaciones fueron entre regulares y malas.

Del 2004 en adelante siempre ha estado entre los peor evaluados y desde el 2008, de las diez mediciones efectuadas, en ocho es el Congreso que menos confianza genera en los países considerados.

No tenemos un Congreso “tan malo como los otros”, tenemos al peor evaluado, al menos de estos lares.

Se ha mencionado que uno de los motivos de esta baja evaluación es la prohibición de la reelección, pero hemos visto que esta situación ya estaba presente cuando sí la había.

El problema con la falta de capacidad de representación del Congreso es anterior al 2016 como otros señalan. Ese año no fuimos el Parlamento peor evaluado, fuimos el penúltimo, solo superados en rechazo por el Congreso brasilero, pero desde antes ya figurábamos en el último lugar de la fila, como casi siempre. No podemos aceptar la excusa de que “esto es algo que ocurre en todos lados” porque, entre otras cosas, es falsa. Tampoco pensemos que esto es algo reciente.

Tenemos un serio problema de representación política que se arrastra a través de los años y que solo se acompaña de una cultura de cinismo en los representantes y los representados.

larepublica.pe
Hernán Chaparro

La otra orilla

Profesor e investigador en la Universidad de Lima, Facultad de comunicación. Doctor en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del comité consultivo del área de estudios de opinión del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Viene investigando sobre cultura política y populismo.