Opinión

Camino a casa

"La derecha es hoy una carta política dudosa, con la que Vargas Llosa no se llega a comprometer del todo en la entrevista. De allí que prefiera pasear sus apreciaciones por el mundo".

Mario Vargas Llosa ha reaparecido en la política peruana, con una entrevista concedida a Jaime Bedoya en El Comercio. En realidad, es una reaparición de costado, pues el escritor no ofrece mucho más que un compendio de sus ideas sobre izquierda y derecha. Pedro Castillo no pasa de ser la consecuencia de haber votado mal.

La especialidad de Vargas Llosa hasta aquí ha sido plantear opciones tajantes en nuestra política, como cáncer o sida, mal menor-mal mayor. Formas de alivio a la derecha en plena campaña electoral, que han sido repetidas en varios países de América Latina. Como es evidente, no siempre salió ganancioso en el empeño.

Hoy el Perú está en un mal momento para ese ejercicio. Castillo ha liquidado a la izquierda como opción electoral, y esta está más para la autocrítica que para recibir críticas. La derecha es hoy una carta política dudosa, con la que Vargas Llosa no se llega a comprometer del todo en la entrevista. De allí que prefiera pasear sus apreciaciones por el mundo.

Más allá de su fama mundial, el escritor sigue atado a un signo peruano. Luego de un largo recorrido por varias facetas de la importancia local, quizás está llegando a ocupar una categoría que alguna vez Abelardo Oquendo llamó el “viejito nacional”, un honor que en esos tiempos atribuíamos a figuras como Jorge Basadre o Luis Alberto Sánchez.

La designación se refiere a personas a las que la opinión pública peruana ubica por encima de toda consideración polémica, y que encarnan algo así como un consenso en torno al mérito. Como en la leyenda judía de los hombres justos, siempre tiene que haber una persona con esos rasgos en el espacio público del Perú.

Asolapada, pero muy decididamente, aquí ser viejito nacional, jamás dicho con todas sus letras, es mucho más que el marquesado español, el Nobel o la inmortalidad francesa. Aunque al escritor le faltan unos pocos metros para llegar a esa playa. Al menos izquierda y derechas locales ya parecen disgustarle por igual, lo cual ya es varias brazadas.

Falta ver con qué estilo decidirá abordar las próximas elecciones en el país. No se espera que diga que gane el mejor. Pero quizás descubra algo así como la toma de partido moderada. Como hubiera hecho Basadre.