Relato de una barbarie
El periodista Dante Trujillo ha publicado una crónica exhaustiva de los hechos violentos ocurridos en Lima en julio de 1872, que terminaron con la ejecución de los hermanos Gutiérrez. Un crimen colectivo es revisitado 150 años después.
La noche del viernes 17 de febrero de 2017, Eduardo Romero Naupay, vendedor de salchipapas, harto de los abusos contra su negocio por parte del personal edil del distrito de Independencia, advirtió que estaba dispuesto a usar armas de fuego para responder a los fiscalizadores. Cumplió su palabra.
Cuando el trabajador municipal Martín Moreno quiso arrebatarle su carrito metálico, Romero le disparó al cuello y acabó con su vida. Ese solo fue el comienzo. Se dirigió al centro comercial Royal Plaza y atentó contra quien se le cruzara en el camino. En total, mató a cinco personas y dejó heridas a diez.
Tres días después, el periodista Dante Trujillo llegó a la sala de redacción donde trabajaba y quiso ir más a fondo: averiguar si este caso de asesinato múltiple sumaba la mayor cantidad de víctimas en los registros peruanos. Y una curiosidad llevó a la otra. Tecleó “masacre en Lima” en Google y vio las huellas de la barbarie colectiva. No tardó en hallar la imagen de los hermanos Tomás y Silvestre Gutiérrez colgados en las torres de la Catedral de Lima, en 1872. Ellos pugnaban por tomar prisionero al presidente José Balta, a once días de que Manuel Pardo asumiera las riendas del país y se convirtiera en el primer mandatario civil elegido en la historia del Perú. Trujillo ha reunido el más completo material bibliográfico sobre este hecho en su libro Una historia breve, extraña y brutal (Alfaguara, 2022). Se trata de la crónica más minuciosa escrita hasta hoy acerca de este capítulo oscuro de la sociedad peruana.
Sigues el caso de los hermanos Gutiérrez desde 2017, ¿por qué?
Me preguntaba por qué se había llegado a tanto nivel de violencia, como el que ocurrió entre el 26 y 27 de julio de 1872. Siempre sospeché que hubo un pacto de silencio, Lima estaba avergonzada de lo que había pasado (la masacre de los Gutiérrez). Había un cambio histórico importante. Entraba el economista Manuel Pardo al poder. Con ayuda de la prensa y de ciertos agentes civilistas, decidieron ocultar la información (el ensañamiento contra los hermanos), meterla debajo de la alfombra. Ese tema me resonaba. No había un libro moderno sobre este caso. Empecé a ir a la biblioteca Riva-Agüero y encontré libros que había visto en Google: La revolución de Lima (1872), escrito por el periodista uruguayo Héctor Florencio Varela, claramente tendencioso, grandilocuente, a favor de Pardo; meses después (1873), se publicó La revolución de julio, del diplomático Guillermo Seoane, en respuesta a Varela.
Trujillo empezó a recopilar los datos para Una historia breve, extraña y brutal en 2017. Foto: La República
¿Y hubo algún libro escrito en otro tono?
Sí, en realidad, la historiadora Margarita Giesecke lo analizó de forma científica, en los años 70. Aunque también tenía cierto sesgo por compartir una mirada marxista de lo que aconteció. Jorge Basadre, Carmen Mc Evoy, Vargas Ugarte… todos los historiadores mencionaron el hecho. Yo reuní las fuentes, lo uní todo.
¿Y las versiones eran muy disímiles?
Mucho. Me parecían versiones contradictorias. En la historia siempre se falsea la realidad de algo. Por ejemplo, si yo escribo sobre algún
acontecimiento de la semana pasada, hasta yo mismo podría desconfiar de mí, y más aún si me acompañó otra persona. Los dos no vamos a tener la misma óptica. Yo no me atrevía a decir: “Esto fue lo que pasó”. El estilo de Una historia breve, extraña y brutal es una encuadernación de lo que escriben varios en distintas versiones. El lector ya decidirá a quién le cree y a quién no. No hay nada de ficción, ni una línea.
¿Por qué nos atraen los detalles de los crímenes? ¿Nos gusta jugar a detectives?
Algo de eso hay. De allí viene el éxito de las novelas policiales, los thrillers, tramas psicológicas, la noticia roja, las series de TV. La historia de mi libro es distinta porque se trata de violencia colectiva.
Y eso vuelve a este relato más cruel…
Lo peor de todo es cuando sueltan los cadáveres colgados en la Catedral y prenden los cuerpos en una hoguera de la plaza de Armas, caen desarmados y se cometen barbaries. La dirigencia del Partido Civilista miraba todo, tomándose un trago… Parecía circo romano. Esos supuestos limeños civilizados observaban cómo el pueblo, como un monstruo sin cara, era el que cometía las atrocidades.