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Huaca Pintada: El mural resucitado

Una pintura mural que se creía perdida y de la que solo quedaban fotos en blanco y negro tomadas por Heinrich Brüning ha sido considerada fundamental para entender el esplendor de la cultura Lambayeque. La magnífica obra fue destruida por los huaqueros... pero no todo estaba perdido.

Sam Gavani y su equipo de peruanos que lo acompañaron en el trascendental hallazgo en Huaca Pintada. Foto: Sam Gavani
Sam Gavani y su equipo de peruanos que lo acompañaron en el trascendental hallazgo en Huaca Pintada. Foto: Sam Gavani

Fotografía: Sam Ghavami y Clinton Medina C.

Todo empezó hace un siglo, más precisamente en 1916, cuando una banda de huaqueros de Illimo, en Lambayeque, cavaron zanjas en busca de los “tesoros” enterrados en una huaca local.

Eran los días de Semana Santa y la tradición mandaba saquear las construcciones de los “gentiles”. No encontraron ninguna pieza de oro o plata, pero a la mañana siguiente se dieron con que en las paredes de la zanja se podía contemplar un mural multicolor. Era la representación de una escena mítica en la que guerreros finamente ataviados y armados con porras desfilaban para presentar sus ofrendas ante una divinidad. Para los huaqueros, empero, el hallazgo no tenía ningún valor y ya se disponían a derrumbar el muro cuando alguna autoridad ordenó detener el pillaje. La noticia llegó a oídos del ingeniero alemán Heinrich Brüning (pionero de la etnología norteña) quien logró fotografiar el mural.

Vista aérea de las excavaciones. La pirámide se salvó del proceso de urbanización en Illimo. Foto: Clinton Medina C./La República.

Vista aérea de las excavaciones. La pirámide se salvó del proceso de urbanización en Illimo. Foto: Clinton Medina C./La República.

En eso estaba cuando los mentados huaqueros, molestos porque no les permitían seguir saqueando, decidieron destruir el mural. Pasaron las décadas y de aquella huaca de Illimo solo quedó el nombre: Huaca Pintada.

Cien años después, un joven arqueólogo suizo graduado en la Universidad de Lausana y magíster en la PUCP, Sam Ghavami, decidió dedicar su tesis de doctorado en la Universidad de Friburgo (Suiza) a “los cambios socioculturales ocurridos a finales del Horizonte Medio en Lambayeque...” y decidió investigar Huaca Pintada.

Un estilo “mestizo”

“Cuando vine a Lima para estudiar la maestría no conocía mucho de las culturas preíncas -reconoce Ghavami-, pero tuve la oportunidad de contactarme con Carlos Wester, director del Museo Brüning, quien me recibió como practicante en las excavaciones de la tumba de la sacerdotisa de Chornancap. Ahí me decidí por las culturas norteñas. Luego tuve la oportunidad de colaborar con el Dr. Luis Jaime Castillo en el sitio de San José de Moro, donde desarrollé mi interés para ese periodo transicional que ocurrió después del colapso Moche”.

Una de las zanjas excavadas por los arqueólogos donde lograron identificar el mural. Foto: Clinton Medina C./La República.

Una de las zanjas excavadas por los arqueólogos donde lograron identificar el mural. Foto: Clinton Medina C./La República.

Ghavami revela que gracias a las fotografías en blanco y negro de Brünning y a sus cuadernos de campo, el investigador norteamericano Richard Schaedel esbozó un dibujo de la composición iconográfica del mural de Huaca Pintada.

“Mi objetivo fue probar si aún subsistía alguna huella del prestigioso muro. El valor del mural no es solamente estético ya que el estilo ‘mestizo’ de la pintura, demostrando elementos tanto de la cultura Lambayeque como arcaísmos de sus ancestros mochica, dejaba entender que la Huaca Pintada podía ser escenario del proceso de formación de un fenómeno cultural mayor: los Lambayeque o Sicán”, sostiene.

El pasado 11 de octubre se hizo realidad su sueño. El equipo de trabajadores y académicos peruanos, liderado por Ghavami, logró descubrir los restos de un gran muro de 30 metros que aun presenta sus colores originales: rojo, amarillo, lúcuma, blanco, negro, marrón y azul. “El hallazgo demostró el enorme valor de las fotografías en blanco y negro que tomó Brünning y que la excavación realizada por los huaqueros había encontrado solo unos cuantos paneles del mural”, explica Ghavami emocionado.

Ghavami nos revela que el mural ilustra a un cortejo de guerreros desfilando hacia una divinidad con rasgos ornitomorfos, los mismos atributos que serán característicos del auge de la cultura Lambayeque. “Encima de los paneles se representó a un río fértil (quizás el río La Leche) transportando peces a los habitantes del valle. Me da la impresión de que es una versión temprana de la iconografía del famoso ‘vaso de Denver’, una joya del arte lambayecano. Descifrar su mensaje será parte de mi tesis, pero podría entenderse como una imagen metafórica del orden político y religioso de los antiguos pobladores de la región”.

Agrega que “más que el aspecto estético de las pinturas fue la composición iconográfica la que me llamó la atención. Combina tanto un estilo característico de la cultura Lambayeque como elementos más antiguos heredados de sus antepasados mochica. Esto podía indicar que la gente que construyeron la Huaca Pintada fueron testigos de grandes cambios culturales al final del Horizonte Medio”.

Detalle donde se ve a un guerrero finamente ataviado y varias porras de colores. Foto: Clinton Medina C./La República.

Detalle donde se ve a un guerrero finamente ataviado y varias porras de colores. Foto: Clinton Medina C./La República.

Apoyo local y chicha

“Nada de esto hubiera funcionado sin el apoyo de mi codirector peruano, Christian Cancho, mis colaboradores en campo Nayo y Damián o mis asistentes Luigui, Andrea y Javier. El Museo de Túcume nos brindó todas las autorizaciones necesarias y el Museo Brüning fue un apoyo constante e incondicional a lo largo de las tres temporadas”, revela el investigador.

Pero excavar en la zona no fue fácil. La Huaca Pintada se encuentra en la propiedad de una familia de Illimo y “los archivos locales muestran que sus miembros vivieron al lado de la huaca por lo menos desde el siglo XIX y la cuidaron desde entonces. Me demoré varios años para convencer al dueño que me dejará excavar el sitio explicándole la meta de mis estudios. Finalmente, gracias a esta persona, por su comprensión y a su amabilidad, accedimos a la huaca”.

Ghavami dice que nunca olvidará el apoyo de las demás familias que viven en el caserío de la Pintada: “Me apoyaron todos con los almuerzos, el trabajo en campo o la chicha de cada día a las cuatro de la tarde”.

A futuro, el investigador suizo se dedicará de lleno a terminar su tesis y “luego me interesaría mucho enseñar la historia de estos pueblos y su cultura en alguna universidad de Suiza, siguiendo a la par con mi investigación”. También quiere volver a Illimo: “La riqueza arquitectónica de la Huaca Pintada necesita un proyecto de conservación y puesta en valor. Quiero así proponer una colaboración con la embajada de Suiza para este fin. Hay que imaginarse los 30 metros del mural reconstruido a partir de los vestigios que aun subsisten y las fotos de Brüning... ¡sería impresionante!”.

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