Los fantásticos robots de Rafael Lanfranco
Unos robots construidos con chatarra y réplicas arqueológicas han tomado la sede de Callao Monumental. Fueron ideados por el artista Rafael Lanfranco y construidos con ayuda del escultor cusqueño Edilberto Mérida. Bienvenidos al escenario de un Perú posapocalíptico.
Este mundo surgió en hojas sueltas.
Este mundo retro-futurista, un paraje llamado ‘El Imaquinario’, surgió cuatro años atrás y en hojas sueltas, gracias al artista plástico Rafael Lanfranco Gallofré (Lima, 1976). Bastó que imaginara al Perú después de una catástrofe: un escenario salpicado de chatarra y desperdicio, un lugar sin humanos que trastocaran ese caos en efervescencia. En ‘El Imaquinario’ habitan apenas Yute y Tocuyo, un arquitecto y un mecánico que, con fórmulas de física y matemática, se lanzan a construir otros robots para encontrar a su creador.
Lanfranco, también abogado y fanático de Star Wars, esbozó ese universo en 2018 con la excéntrica intención de verlo, algún día, salido a gran escala. A sus personajes los llamó ‘Mecas’ (por los Mecamorfos o Mechamorfos), unos robots gigantes tripulados por otros más pequeños, y les asignó una consigna: esa búsqueda existencial y de autodescubrimiento que los lleva a hacerse preguntas como para qué estoy aquí, cuál es mi propósito, qué debo hacer.
. Además de las esculturas, hay fotos del proceso de construcción de AR-Torito y dibujos del proceso.
“Me pareció interesante la idea de crear personajes a partir de la fauna urbana del Perú –dice Lanfranco y sonríe tras la pantalla–: volquetes, combis, mototaxis. Pensé: qué paja sería que los dos únicos personajes de ese mundo monten otras máquinas con chatarra, tipo Transformers, pero que sean Transformers a la peruana, los Transformers de la economía emergente”.
Dice, además, que pulió sus formas, les dio identidad y escribió por cuatro meses seguidos hasta tener una historia medianamente madura como para empezar a buscar cómplices. “Amigos –explica– que pudieran darles ‘vida’ conmigo y que, sobre todo, comprendieran el sentido, el mensaje de todo ese caos que pretendía sacar del papel”. Pero nadie apareció y la pandemia estalló de pronto. ‘El Imaquinario de Yute y Tocuyo’ empezaba a tornarse lejano y quimérico, hasta que una tarde –coincidencias de la ciencia ficción– conoció al escultor y museógrafo cusqueño Edilberto Mérida. Mérida, desde entonces, devino en el coautor de su travesura.
Es el segundo proyecto colaborativo en el que trabajan Mérida y Lanfranco. Fotografía: Félix Contreras
“Su familia tiene una vasta trayectoria en Calca y es promotora del Museo Inkarry, que difunde la cultura peruana precolombina –señala Lanfranco–. Edi ha trabajado con toda la industria publicitaria. Lo contacté para este proyecto y empezamos con el primer robot. Era una gran apuesta. Nos tomamos la cabeza y dijimos: vamos con esta locura”. Era un desafío por las proporciones (cinco metros de alto y una tonelada de peso) y por lo que pretendía (sería levantado con los restos de una mototaxi Torito Bajaj). Entre 2019 y octubre de 2021, Lanfranco y Mérida se concentraron en la construcción de ese robot al que bautizaron como ‘AR-Torito’ por el material del que estaba hecho y como un guiño a R2-R2, el droide astromecánico del Universo de Star Wars conocido en Latinoamérica como Arturito.
Lo tuvieron casi listo el mes en que empezó a rodarse en Cusco ‘Transformers: Rise of the Beasts’. Fue una sorpresa viral: ‘AR-Torito’ apareció en la prensa extranjera y, con esa exposición, Mérida fue contratado para realizar los prototipos empleados en el film de Steven Caple Jr. Es el atractivo principal de la muestra que Rafael Lanfranco inauguró, desde el domingo 16 de enero, en La Casa Fugaz de Callao Monumental, donde desfilan otras cuatro esculturas de su universo (‘Retro-Orión’, ‘O-Micrón’, ‘Retro-Volquete’, ‘Retro-Mototaxi’), seis imágenes de impresión digital sobre PVC de los Mechamorfos y el proceso creativo del proyecto: desde que fue una idea en hojas sueltas hasta su elaboración.
‘Retro-Orión’. Otra de las creaciones de Lanfranco. Fotografía: Félix Contreras
La muestra de Monumental trae, además, una colaboración junto al área de arqueología de Cálidda que, en coordinación con el Ministerio de Cultura, acompaña obras de remoción de tierra para identificar y proteger la evidencia cultural que aún está en el subsuelo de Lima. Sobre la base de uno de sus hallazgos en el distrito de Ventanilla, Lanfranco ha diseñado un robot con réplicas y piezas impresas en 3D inspirado en una vasija de la cultura Lima de 1.300 años de antigüedad. ‘Cali.bot’, como lo llamó, es el primero de la serie de sus ‘Arkeo. bots’, un subgénero de los mecamorfos.
En ‘El Imaquinario de Yute y Tocuyo’ ahora no solo confluyen chatarra y desperdicios, sino también restos de la historia prehispánica. “Me encanta la idea de resiliencia y capacidad de reinventarnos –dice el artista una mañana de martes–, tiene mucho que ver con otorgarle un sentido a todos tus pedazos y de rehabilitar tu propia historia. Si el Imaquinario está hecho de los restos de un Perú urbano, también puede haber espacio para los innumerables restos arqueológicos de culturas milenarias que conviven con la ciudad moderna”.
Esa relación entre el pasado y el presente es, en el fondo, una metáfora de su propia vida: se graduó en abogacía, logró una maestría en Comunicación en la Universidad de Boston y fue becado en Fullbright por del Departamento de Estado Norteamericano; sin embargo, reconoce que se imaginaba como un empresario de éxito, con casa con jardín amplio y la vida resuelta.
Escultura y planteamiento de ‘RetroVolquete’.
“Aunque, a los treinta, no había logrado nada de eso y la vida me llevó por otra vocación –reflexiona Lanfranco, la voz gutural, los lentes cuadrados de montura color naranja–. Por eso este universo es una alegoría de mi propio camino por encontrar una vocación genuina”. Su trabajo gira en torno a la creación de personajes que expresan narraciones psicológicas, mitológicas y arquetípicas, así como sus propios procesos psicológicos.
La muestra de Monumental es su despegue en medio de la vorágine sanitaria y otra conquista de una carrera que ha abarcado exhibiciones fuera del país, incluidas plazas de Miami, Tokio, Singapur, Londres, Santiago y Sao Paulo. Con ese universo, Lanfranco propone una nueva mirada a “nuestro gran desorden”, apelando a la creatividad e irreverencia de la cultura peruana. ¿Qué pasaría si de este caos urbano –de los ticos, de las combis, de los ómnibus y volquetes– emergen robots alucinantes?, ¿cómo los veríamos y cómo nos veríamos como peruanos del siglo XXI? La otra vez se lo preguntaron los amiguitos de sus dos pequeños y se quedó sin respuestas. Después, recostado en su cama, Lanfranco entendió: la ciencia ficción también es una crítica, y puede ser un espejo de lo que podemos llegar a ser y lo que tememos.
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¿Qué pasaría si de este caos urbano –de los ticos, de las combis, de los ómnibus y volquetes– emergen robots alucinantes? Fotografía: Félix Contreras
Mérida, el cómplice
Edilberto Mérida se formó en los talleres de su familia en Cusco y complementó estudios en la Facultad de Arte de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha participado en proyectos artísticos vinculados a la museografía, arquitectura, cine y televisión, entre los que destacan la Exposición Mundial de Yeosu Korea 2012 y la implementación del Museo Tumbas Reales de Sipán, el Museo Cao y otros quince centros en todo el país y en el extranjero. La familia Mérida, además, es promotora del Museo Inkarry en Calca, que difunde la cultura peruana precolombina.