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Domingo

Huérfanos de la deforestación

Algo está ocurriendo en la selva de Puno. Tres crías de osos de anteojos han sido halladas desamparadas, sucesivamente, en los últimos cuatro meses. La invasión de sus hábitats por parte de agricultores y mineros ilegales está amenazando la existencia de estos entrañables mamíferos.

Mayni y Ukuku juegan en el ambiente que ocupan en el Parque de Los Leyendas, adonde fueron trasladados después de ser recuperados en la selva de PunoA. Foto: Antonio Melgarejo.
Mayni y Ukuku juegan en el ambiente que ocupan en el Parque de Los Leyendas, adonde fueron trasladados después de ser recuperados en la selva de PunoA. Foto: Antonio Melgarejo.

A Mayni la encontró un vecino del distrito de Sandia dentro de su vivienda. Sin tener idea de cómo había llegado hasta allí, el señor Néstor Huaquisto avisó a las autoridades comunales y pronto un equipo de la oficina del Serfor de Puno acudió al lugar para recuperar al animal.

Aquello ocurrió el 5 de octubre. Solo un mes después, el 4 de noviembre, luego de una denuncia anónima, especialistas del Serfor encontraron a Ukuku: estaba en una casa del distrito de Ayapata, en la provincia de Carabaya, deshidratado, desnutrido, amarrado del cuello como una mascota.

Nada ocurrió en diciembre, pero el 8 de enero hubo un nuevo hallazgo. Esta vez el rescatado fue Ukumari: una mujer lo llevó al puesto de control del Serfor en Juliaca, diciendo que se lo había encontrado, abandonado y gritando, en una carretera del distrito de Phara, en la provincia de Sandia.

Los especialistas del Serfor reconocieron que estaban ante un hecho sin precedentes: nunca antes se había rescatado sucesivamente a tres crías de oso de anteojos dentro de un lapso de tiempo tan corto.

–Ha sido un caso muy particular –dice Grover Idme Hañari, administrador técnico de la oficina de Serfor en Puno–. Tengo 12 años trabajando en Serfor y lo que era antes el Inrena y en todo este tiempo no he visto algo así.

La aparición de los tres oseznos han sido una señal: algo está ocurriendo con los osos de anteojos en la selva de Puno. Algo que amenaza su existencia.

Víctimas del hombre

No está claro qué puede haber ocurrido con las madres de Mayni, Ukuku y Ukumari para que los dejaran abandonados. En el caso de Mayni, se sospecha que los incendios que hubo en algunos bosques del distrito de Sandia pudieron haberla separado de su familia.

En los otros dos casos hay menos luces: el hombre que tenía a Ukuku en su casa dice que lo encontró en el sector de Selva Alegre. La mujer que halló a Ukumari dice que en esa carretera se puede observar con frecuencia animales silvestres.

–Lo que los está afectando son las actividades humanas– dice el biólogo Grover Idme. –El uso de su hábitat para sembrar cultivos agrícolas y también cultivos ilegales, para criar animales y para la minería ilegal, que también se da en estas dos provincias [Sandia y Carabaya].

La pérdida y fragmentación de su hábitat por actividades antrópicas es, precisamente, una de las principales amenazas contra el oso de anteojos identificadas en el Plan Nacional de Conservación del Oso Andino elaborado por Serfor.

También los amenaza la caza furtiva y la captura ilegal, motivadas porque se les considera “dañinos” para los cultivos o el ganado o porque ciertas creencias mágico religiosas les atribuyen virtudes medicinales.

A fines de los noventa se estimaba que había cerca de 6 mil osos de anteojos en el Perú. Hoy se desconoce su número. Debido a los riesgos que enfrenta, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) la ha clasificado como una especie amenazada.

Mayni, Ukuku y Ukumari han sido reubicados en el Parque de Las Leyendas, donde gracias a la dedicación de sus cuidadores han recuperado peso y disponen de alimento y un espacio seguro para vivir.

La zoóloga Giovanna Yépez, que los tiene a su cargo, dice que al ser huérfanos perdieron la posibilidad de que la madre les enseñe a valerse por sí mismo y que por esa razón nunca podrán volver a sus bosques.

–La situación es preocupante –dice–. Hemos encontrado tres, pero no sabemos cuántos más hay en esas zonas vírgenes adonde no entra la autoridad o donde no hay un agricultor que pueda dar el aviso. Aquí hay tres, pero no sabemos cuántos más se están perdiendo.