Ruth Shady: “Me han amenazado a lo largo del tiempo. A esta gente no le importa nada”
Antropóloga, arqueóloga y educadora por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Directora del Proyecto Especial Arqueológico Caral-Supe.
Desde que Ruth Shady llegó al Valle de Supe en los años 70 supo que había mucha historia por descubrir en los restos arqueológicos que encontró. En los años 90 inició la investigación y rescate de esa civilización perdida, probando que era la más antigua de América. La llamó Caral y ha sido la investigación a la que ha dedicado su vida. Sin embargo, en todos estos años ha debido enfrentar a invasores de la zona y a traficantes de terrenos venidos de otros sitios. Hasta ha sufrido atentados contra su vida. En las últimas semanas ha sido amenazada de muerte, pero dice que seguirá en defensa de los sitios arqueológicos del lugar. Es una científica reconocida en todo el mundo, y una mujer valiente.
Es sorprendente que la amenacen de muerte por trabajar en una zona que usted recuperó y dio a conocer al mundo
Cuando llegamos a Caral encontramos una situación compleja. Yo he trabajado en Puno, Chota, Cutervo, Bagua y hasta ahora la gente me recuerda, me llaman, me hicieron hija predilecta de Bagua, ha habido relación estrecha con la población. Pero cuando llegué al valle de Supe, a pesar de la cercanía que tiene ese territorio a Lima, las poblaciones atraviesan muchas dificultades, no tienen servicios públicos, la carretera casi no existe, no tenían agua, desagüe, electricidad. Trabajamos en poner en valor el patrimonio cultural, arqueológico, de esta civilización, la más antigua de toda América, pero encontramos una serie de limitaciones.
¿Ya desde las primeras épocas que usted llegó a Caral surgieron los problemas?
Cuando se produce la reforma agraria, a las personas que en ese momento estaban contratadas por los dueños de los fundos y que procedían de la sierra de Ancash les dan tierras en Supe. No eran población nativa. Además, encontré que en Caral había una familia que no llegó cuando la reforma agraria repartió entre cuatro y seis hectáreas por persona. El papá de esa familia vino después y se posesionó de Caral. Mientras que los demás, ni siquiera los hacendados, habían tomado posesión porque había restos arqueológicos. Esta persona fue avanzando hasta tener 58 hectáreas. Y en el trayecto destruía lo que encontraba a su paso.
¿Esta familia le creó problemas al proyecto Caral?
Cuando nosotros llegamos, ya esta persona, de apellido Solís, había muerto y tenía varios hijos. Cuando empezamos a excavar, apareció uno de los hermanos pidiendo trabajo y se lo dimos. Y esta persona tomó una vivienda abandonada que había cerca de allí. Después de un tiempo trajo a su esposa e hijos. Esa familia es la que nos ha causado muchos problemas a través del tiempo. Sus hermanos y sobrinos vinieron a invadir en la zona. Incluso a uno de ellos le hemos ganado un juicio para que salga de un sitio arqueológico que ocupó. ¿Y qué hizo? Ha alquilado las tierras, cuando eso es del Estado como patrimonio cultural. Y su hermano amenazó a nuestro administrador y puso dos casetas frente al edificio de Chupacigarro. Después, un sobrino también se ha metido a otra zona al costado de Caral.
Estas recientes amenazas de muerte que le han hecho a su abogado y a usted, ¿sabe de quiénes o de dónde vienen?
No se sabe. El abogado me llamó y me dijo muy nervioso: “Me ha llamado un hombre que me ha dicho: ‘Sigue apoyando a esa vieja y vas a ver cómo vas a terminar igual que ella. Vamos a matarlos y los vamos a enterrar cinco metros bajo el suelo’. Le dije al abogado: ‘Averigua de qué teléfono te ha llamado’, y me dijo que el número era de Barranca y era público. Eso fue, más o menos, el 6 de octubre.
¿Estas personas buscan que ustedes, los del Proyecto Caral, se vayan del lugar?
Quieren que salgamos del valle. Los invasores que te contaba no son los únicos. A partir del momento en que Caral fue designado y reconocido por Unesco como Patrimonio Mundial de la Humanidad, el costo de la tierra ha subido de manera exorbitante. Si antes comprabas una hectárea por seis mil dólares a lo más, ahora cuesta mínimo 38 mil dólares y puede ser 40, 50 mil, dependiendo de dónde está ubicado. Entonces, el tema es también tráfico de tierras. Hay traficantes de tierras que también nos han invadido a través del tiempo.
Caral despierta la ambición de mafias organizadas.
En el sitio Era de Pando, que después de Caral es el segundo en extensión y monumentalidad, pusieron un cartel que decía “Asociación Agrícola”. Y no existía, pero habían puesto unas pencas y consiguieron que el Ministerio de Agricultura lo diera en concesión. No era un grupo de personas, era un solo traficante de tierras. Cuando fuimos al Ministerio de Agricultura para que le quiten la concesión, y se la quitaron, este traficante le hizo juicio al ministerio y le ganó. Luego vendió el terreno a una empresa. Le cuento para que vea los intereses que hay detrás de las tierras, porque está cerca de Lima. Nosotros trabajamos en once sitios, no solo en Caral.
Aparte de la ciudadela de Caral, ¿Qué otros lugares están en peligro por las invasiones?
Están en peligro todos. En Era de Pando logramos que el empresario que compró tierras las devolviera, a pesar del gasto que hizo. Pero están en peligro Alpacoto, el mismo Caral, que es una vergüenza siendo patrimonio mundial. En el sitio El Molino la gente está entendiendo y ya no está avanzando en los restos arqueológicos. No es que toda la población de la zona invade, a veces son una o dos personas. Tenemos muchos problemas, pero no son de toda la población, son de uno o dos individuos interesados en invadir.
¿La población beneficiada con Caral defiende el lugar?
Uno trabaja con ellos para que comprendan la importancia que el patrimonio tiene. Hemos logrado la protección de la gente. En esta pandemia, a pesar de que los invasores han ocupado muchos sitios, quienes nos han avisado, porque por pandemia no íbamos, ha sido la gente de los centros poblados, y nuestros trabajadores. Por eso hemos ido con nuestros abogados a buscar el apoyo de la policía para sacar a los invasores. Y no hemos contado con la policía porque nos dijeron que en la pandemia no éramos prioridad. El patrimonio arqueológico no es prioridad.
¿Cuál es la situación del proyecto Caral? ¿Están trabajando?
El Ministerio de Cultura dispuso que a partir del 15 de octubre se reactivaran las actividades, aplicando los protocolos por la pandemia. Hemos contratado un médico laboralista y una enfermera que van de sitio en sitio. Nuestros arqueólogos y trabajadores operativos están haciendo sus labores, y yo, desde acá (Lima), y otros colegas, hacemos el seguimiento virtualmente, para no exponer nuestras vidas a las amenazas que estamos recibiendo. El año 2003, por ejemplo, a mí casi me matan. Nos asaltaron con armas cuatro personas, con los rostros cubiertos. Me cayó una bala en el pecho, cerca del corazón, y al chofer, una bala en el muslo.
Pudo morir...
Fui remitida a un hospital de inmediato. Buscaban la bala, toda la zona del pecho izquierdo se puso de color negro, del impacto de la bala. Otra vez, en la Casa del Arqueólogo, fuimos también asaltados a balazos. Yo estaba esa vez en Puerto Supe, porque trabajamos ahí en una zona que se llama Aspero, y también en Vichama, en Huaura. Lo que nosotros queremos es comprender cómo fue su economía, su organización social, política, cómo avanzaron tan precozmente en esos aspectos y con un solo sitio como Caral no es suficiente. Y si estamos interviniendo en otros asentamientos es porque queremos demostrarles que no se pueden destruir, porque también tienen los indicadores y evidencias de lo que fue esta civilización. Porque además de ser reconocida a nivel mundial queremos promover un polo de desarrollo para la población de Supe y el entorno, Huaura-Pativilca, donde también hay evidencias de esta civilización que se deben poner en valor.
Ha pedido protección a la policía sin resultado. ¿Ahora tienen protección policial en Caral?
En el pasado, cuando fuimos asaltados, hicimos las denuncias, por eso tenemos dos abogados, para que estén atentos con las invasiones. Cuando hemos denunciado en el pasado, hemos contado con el apoyo. El Ministerio del Interior nos dio dos policías en el día y dos en la noche, y nosotros le dábamos desayuno, almuerzo, comida. Tiempo después la policía de Huaura nos dijo que nos iba a dejar con uno por turno. Hace tres años nos quitaron todo apoyo policial. Y (estábamos) muertos de miedo porque ya hemos sido asaltados ahí. Me daba miedo que desde la ventana pudieran dispararme, porque las amenazas eran permanentes. Incluso un año sacaron un féretro con mi nombre este grupo de invasores de la zona, caminaron con mi féretro por el valle.
¿Hace cuanto que no va a Caral, en Supe?
No voy desde que empezó la pandemia. Recién el 15 de octubre se reabrieron los sitios y los trabajos. Pero en este momento han venido las amenazas y ya no me he atrevido a exponer mi vida, son amenazas muy fuertes las que se están investigando. El 15 de octubre se abrieron los sitios arqueológicos, hemos tenido a nuestros trabajadores laborando según indicaciones que les dimos. No excavando en los monumentos, sino en los terrenos para identificar por dónde iban los caminos, las ferias. Además, hemos tenido visitas importantes: llegó en setiembre el embajador de Suiza con su familia, y después el de Israel, y el representante de la Unión Europea, y el secretario general de la Comunidad Andina, que puso una placa sobre la importancia de esta civilización para los países andinos. Y así otros embajadores. Todo eso me pone contenta porque significa que el patrimonio se va reconociendo.
Paradójico que arrecien estas amenazas este año, cuando fue incluida por la BBC entre las 100 mujeres más inspiradoras del mundo...
Estas amenazas las han venido haciendo a lo largo del tiempo. A esta gente no le importa nada. Yo represento a las mujeres científicas de la academia nacional de ciencias, hay una red internacional de mujeres. Estoy satisfecha con el trabajo que vengo haciendo. Estoy tratando de contribuir a que reflexionemos y podamos promover cambios para tener un país en concordancia con su diversidad. Y la historia social de nuestras sociedades ancestrales es necesaria conocerla, además de los beneficios económicos que podamos tener por el turismo, como ocurre con otros países. Y que tengamos una equidad de género, que nos complementemos como en el pasado.