Domingo

July Naters: La artesana del humor

Los puristas pueden relajarse un poco: no se avecina ninguna serie de Pataclaun, pero sí una nueva generación de clauns perfilada por July Naters, la maestra que nunca se coloca la nariz roja. Así que ya saben, “brujas viejas” y “muchachos del demonio”.

Un padre le susurra algo a su hija con las últimas fuerzas que lo atan a este mundo. Es un pedido. Un pedido que no se lo haría en otras condiciones. Sus latidos, cada vez más tenues, son la señal de que ambos deben apurarse. “Recupera Pataclaun”, le dice el padre, antes de que el alma lo abandone. La hija se lo jura como le juraría cualquier cosa que le hubiera dicho.

No es un sketch. Nadie está actuando aquí. Es realmente la promesa entre una hija y un padre que acaba de marcharse, en el verano del 2018. Pasaron diez meses para que ella cumpliera. Lanzó una convocatoria en redes sociales, sin muchas expectativas, pero a las semanas tenía a casi doscientos chicos afuera de casa, pugnando por un cupo.

Hoy, July Naters, la hija, es una maestra que recuperó la felicidad de enseñar. Un espíritu joven al que le atormenta el paso del tiempo. Y alguien que reflexiona constantemente sobre cada uno de sus pasos. Como relanzar la escuela de formación de Pataclaun después de casi una década.

Los nostálgicos de aquella serie televisiva de narices rojas que ironizó sobre el Perú de los noventa pegaron un grito. Inicialmente de éxtasis. Pero cuando July presentó en conferencia de prensa a sus nuevos talentos, el grito fue más bien rabioso. Sintieron que era una especie de sacrilegio a la memoria de Queca, Tony y Gonzalete.

Cierto sector de la prensa les produjo más espuma en la boca al dar a entender que se aproximaba una nueva serie. Un remake. Y no, esta tarde July Naters será categórica: “En ningún momento hemos dicho eso. La gente cree que Pataclaun es propiedad de esa serie, y Pataclaun es un proyecto de 30 años”, dice al pie de su jardín.

Son diez talleres los que ha dictado este 2019. Uno en Arequipa, donde se encerró una semana con sus alumnos. Y otro en Pucallpa, a finales de julio, que tuvo de turismo pero también de estudio. Relacionarte al claun supone reconstruirte. Indagar quién eres de verdad. Cuáles son tus miserias y cuáles tus encantos. Y qué mejor que hacerlo en un ambiente natural.

En ese taller participó Gino Pesaressi, modelo y emblema de los realities de concurso. Tiempo atrás se había inscrito Mateo Garrido Lecca, un joven comediante apaleado por las redes sociales al que lo persigue un mito: sus shows son un potente somnífero.

Por ello, el propio Mateo dudó en formar parte de la campaña. Pero July insistió, pues dice no fiarse de las redes sociales. “La gente le da duro, pero Mateo (Garrido Lecca) es uno de los humoristas que llena más salas, como si fuera Wendy Ramos. Anda míralo en el Pirandello. ¿Cómo te explicas eso? Hay un doble discurso”.

¿Dirías que asume mejor las críticas desde que practica el claun?

• Creo que como buen millennial entiende muy bien a su generación. Obviamente, siempre hay un dolorcito, pero él conoce bien su jungla.

¿Entonces no es que vayas a hacer un milagro con él?

• Él es muy talentoso. Te lo digo de verdad, no tengo por qué mentir. Es muy inteligente. Y es joven. Dale siete, ocho, nueve años. Y si se forma bien, puede ser un grande.

¿Piensas lo mismo de Gino Pesaressi?

• Yo consumo cero televisión y cero chismes. Corporalmente es muy talentoso. Hay que darle tiempo. No es un pecado hacer tele y luego teatro.

En este momento ambos se encuentran bajo la tutela de la brasileña Paloma Reyes, de la escuela Gestus. Es una práctica común en July: los “presta” un tiempo para que puedan aprender de otros maestros. Como Armando Machuca, reconocido claun, que les impartió un curso de cuerpo cómico.

El elenco lo completan Rodolfo Reaño, Luciana Roy, Marisol Benavides, Jorge Talavera y Cathy Sáenz, una de las más ‘chanconas’. July Naters dice que les falta un año más como mínimo para descubrir y dominar su claun.

Mientras tanto, los hígados de los haters pueden descansar un poco.

La formación es sagrada y no se negocia.

EL AMOR SE ACABA

Ningún actor de la primera generación de Pataclaun está dispuesto a ser un integrante de la vecindad del Chavo del Ocho. No desean producir un golpe visual en el público con sus canas y patas de gallo. Aquel Pataclaun se despidió a finales de 1999 en lo más alto, estableciendo el mito. Desde entonces, aunque hayan hecho mil cosas, cada uno vive golpeándose con el mismo techo en menor o mayor medida.

Un humor juguetón y barrial que satirizaba a ese Perú apocalíptico donde los ciudadanos desaparecían en la sierra, los cumpleaños se celebraban a oscuras, las duchas eran con jarritas y había que tirarse al suelo con la boca abierta ante la menor estridencia. Un humor que hoy desataría protestas y linchamientos. Un humor que exaltaba las ‘chapas’ y reproducía conductas machistas.

“Para nosotros que Machín le dijera sit-down a Wendy era nuestra manera de denunciar el machismo, pero hoy por hoy ya ni siquiera como denuncia lo aguanta la gente. Estamos cambiando como sociedad. Y yo no me arriesgaría a aplicarlo con esta nueva generación”.

Han sido cuatro camadas las que han surgido de su genio creador. A la que nos sabemos de memoria, se suma la de Saskia Bernaola, Patricia Portocarrero, Christian Ysla, Katia Palma, Renzo Schuller y una última donde destacan Guillermo Castañeda, Carlos Palma y Franco Cabrera. Cada uno ha cumplido con uno de los principios de Pataclaun: ser autogestionarios.

Varios de ellos le consultan cada vez que van a emprender algún proyecto, como si necesitaran su venia. De hecho, July Naters escribió la primera versión del guion de Asu Mare a pedido del propio Carlos Alcántara, un actor que así le cause úlceras a más de un crítico de cine es de los más taquilleros del país. Alguien que sigue siendo su gran amigo, pero que le parece inalcanzable, como otros del elenco.

“No podría sostenerlo. Y no es solamente lo económico. Él es una celebridad. Son productos ahora. Todos quieren tener a Wendy, Cachín y a Carlín. Son productos taquilleros. Pero ya lejanos para mí. Yo sigo siendo una artesana”.

Una artesana y una incubadora de ideas. Hace poco ganó por segunda vez un estímulo de la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios (DAFO) para continuar los avances de Bobo, una historia animada que profundiza en el valor de la risa. Por si fuera poco, está dándole forma a un montaje llamado ‘Patapatas’ donde hincarán, con ingenio, las estructuras del machismo. Y no renuncia al documental que contará la vida de la primera generación, coqueteando con ese retorno que muchos ansían.

¿Por qué duró solo tres temporadas? ¿Qué hizo que llegara a su fin? Luego de un par de décadas, July Naters admite que hubo una crisis. Que comenzaron a dudar de ella sobre las ganancias de la serie. Fue suficiente para colocarle un mausoleo.

“Los romances terminan por la desconfianza. En su momento fue doloroso, pero fue lo mejor que pudo pasar. Pasa en las mejores familias. Ello sentían una fascinación por mí y yo confiaba en sus talentos. Pero no nos dio para más el amor”.

July Naters, la hija, ha cumplido la promesa de su padre. Pataclaun existe. Y ya no solo en las repeticiones.

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