Laura ArroyoExperta en análisis político del movimiento Podemos de España.,La peruana Laura Arroyo es miembro de la Unidad de Análisis Político de la Secretaría General de Podemos, lo que en complicado significa que es asesora de Pablo Iglesias, líder de ese movimiento de izquierda que nació para acabar con el bipartidismo en España y que ha logrado colocarse como la tercera fuerza política de ese país. “Hemos aprendido no sin algunos duros golpes”, me dice esta licenciada en Lingüística, experta en análisis político y hace tres años vecina de Madrid. De su experiencia en Podemos exportaría a la izquierda peruana dos lecciones: “La primera es que las instituciones no pueden ser nunca un punto de llegada, es solo parte del camino, hay que tener un pie en las instituciones y miles en las calles. Y la segunda es que hay que ser una izquierda sin complejos, totalmente capaz de liderar procesos y decirle ladrón al ladrón, corrupto al corrupto y antipatriota al antipatriota. Y hablar en el lenguaje normal de la gente común y corriente. Mantener distancia es el peor error y te penaliza en las urnas y el resto del tiempo”. Ella no espera mucho de Martín Vizcarra como mandatario, “pero sí del momento Vizcarra” que es otra cosa, pues puede servir para politizar al Perú. De algunos congresistas espero que puedan decir con contundencia que son oposición desde ya. Y me espero más que de nadie, de la ciudadanía”. "No hay nada peor para el cambio real que la capacidad de descafeinarlo", posteabas el otro día. ¿Crees que vamos a tropezar de nuevo con la misma piedra? Es una posibilidad que no podemos descartar. Cuando hablo de “revolución pasiva” lo hago en términos gramscianos, haciendo alusión a la “revolución sin revolución”, al proceso impulsado por “los mismos de siempre” para evitar un cambio que realmente permita que las cosas cambien. Un maquillaje. Un cambio descafeinado. Me alarma, porque ahora mismo siento que en el Perú se vive un momento de tranquilidad que perturba. El alivio generalizado luego de la designación de Martín Vizcarra me preocupa. Entiendo el aplauso a la salida de PPK porque lo tiene merecido, pero no el aplauso gratuito a Vizcarra. PUEDES VER Vizcarra celebra Pascua en Ayacucho y ratifica que mañana presenta gabinete ¿Cuál es tu impresión de la llegada de Vizcarra? Vizcarra tiene historia, empezando porque ha sido hasta hace menos de una semana el vicepresidente del mismo que ahora es un paria justificado. En su discurso no hace mea culpa, como si no hubiera formado parte del gobierno. Lo único por lo que podemos felicitarnos es por haber sacado a PPK y colocado a Vizcarra siguiendo los cauces democráticos y constitucionales. Pero el aplauso optimista, casi cómplice y amnésico nos lleva directamente a lo que tú dices, a tropezar con el mismo iceberg. Mientras más tiempo pasa, la piedra se hace más grande. ¿Qué es para ti hoy lo urgente en política? Lo primero es ser conscientes de que no estamos ni ante el fin ni ante el inicio de nada. Estamos en un momento de crisis democrática e institucional y la designación de Vizcarra no es un punto de inflexión. Lo segundo: este es el momento de la Política en mayúsculas. Las medidas anticorrupción y la reforma electoral son para mí claves. Pero para ello tiene que haber una intención real de atacar la corrupción. Es un proceso donde si la ciudadanía no hace presión social desde sus fueros, tal vez no logremos más que un par de acuerdos superficiales y vamos directo al iceberg. ¿Crees que Vizcarra es de derechas? Fue el vicepresidente de un presidente muy de derechas. Sí, creo que es de derecha, pero tendrá que demostrar ahora en sus políticas por dónde llevará el barco. Pero, vamos, de izquierda no es. Hay que tenerlo claro. ¿Qué gobierno crees que tiene entre manos? Tiene la posibilidad de hacer mucho que no signifique nada o hacer poco que sea realmente significativo. Me temo que se inclinará al continuismo pero aderezado con alguna medida superficial. No me espero mucho de Vizcarra, pero ni tan poco como los opinadores que sugieren que haga lo mismo que PPK. Le dicen que, para evitar la confrontación en el Parlamento, dialogue con el fujimorismo, que son una mafia. Algunos como Raúl Tola le piden un gabinete técnico y no ven que este es justamente el momento de la Política. Con todo el respeto que me merece Juan Carlos Tafur, no puedo estar de acuerdo con su idea de un gabinete de “centro-derecha”, dado que PPK ganó las elecciones gracias a ese espectro político. Pensar que PPK llegó a Palacio gracias al “centro-derecha” del Perú es haber entendido tanto como PPK las razones de su victoria. El antifujimorismo es tan heterogéneo que ponerle un rótulo distinto a “antifujimorista” es ya complicado, querer encasillarlos a todos dentro de la “centro-derecha” es un disparate. ¿Llamar a elecciones como lo hizo Verónika Mendoza? No, porque no sirve para nada. Veríamos los mismos partidos, las mismas papeletas, las mismas listas al Congreso, las mismas propuestas vacías de contenido porque mientras me hablen de lucha contra la corrupción, pero no de garantizarla en la Constitución, vuelve a ser solo una buena intención. Veremos las mismas hojas de vida fraudulentas de los candidatos al Congreso. Yo empatizo más con el clamor del “que se vayan todos”. Lo que hay que hacer es justo poner el acento en lo otro: exigir que no haya elecciones con estas mismas reglas de juego. ¿Qué hacemos para librarnos del fujimorismo? A veces el primer paso es un gesto. Qué distinto hubiera sido que Vizcarra en su discurso hiciera un mea culpa y señalara que indultar a Fujimori fue un error. Pero no dijo ni pío y esto no es casual. Y sobre eso no han dicho nada los opinadores que se rasgaron las vestiduras contra el indulto. Y ahora que Vizcarra se salta el tema, ¿no lo es? ¿Es tan importante mantener el “timón del país sereno” que obviamos este enorme silencio en su discurso? Ese es el poder del fujimorismo, la idea de que hay cosas más urgentes que esta lucha contra la amnesia. ¿Te animas a proponerle a Vizcarra ideas para su gabinete? Gabinete paritario, descentralizado y plural. Pero, sobre todo, un gabinete de conciliación no con el fujimorismo, sino con el país.