Massiel Arregui: “A las madres, en general, se nos juzga siempre con una valla muchísimo más alta que al padre”
La República conversó con Massiel Arregui sobre su debut como dramaturga con Un huracán nos había azotado. Una obra que, en su crítica y humor, pone frente a frente los secretos entre una madre y su hija.

Un huracán nos había azotado es la primera obra de teatro escrita por Massiel Arregui, educadora de oficio y apasionada de la escritura. Esta pieza, dirigida por Lita Baluarte y con actuaciones de Elsa Olivero y María Rubio Arregui (hija de Massiel), la podemos apreciar en Sala Quilla (av. Francisco Bolognesi 397, Barranco) hasta el próximo 5 de octubre.
Se trata de una obra de autoficción, en donde Massiel Arregui explora, con espíritu crítico y mucho humor, las filias, fobias y resentimientos entre una madre y su hija, quienes no dudan decirse de todo cuando pasan revista a sus vidas. Para ser una primera obra, en ella percibimos mucha madurez y, tras lo expuesto en la dinámica de las protagonistas, podemos llegar a la conclusión de que estamos ante un proyecto especial, de esos que se escriben una sola vez en la vida. No es para menos, muchos de los elementos que lo componen están relacionados con las propias experiencias de Massiel Arregui y su hija María.
La República conversó con Massiel Arregui.
-Esta obra es tu debut como dramaturga, ¿no?
-Sí, es la primera obra de teatro que escribo. No soy dramaturga, soy educadora y siempre he escrito. También he sido coordinadora de arte. El año pasado, además, publiqué mis primeros textos literarios en la revista Hueso Húmero.
-En la obra exhibes cuestiones muy propias de tu vida. ¿Cómo nació Un huracán nos había azotado?
-No nació como una obra. Al principio eran solo textos que escribía para mí. Algunos los publicaba en redes y otros no por obvias razones. Los escribía para entender mi experiencia como madre y para entender la experiencia de mis hijos. Había escrito mucho, pero no tenía un hilo conductor. Entonces, me pregunté qué es lo que me está golpeando ahora mismo, qué es lo que me está removiendo.
-Lo que te removía era el vínculo con tu hija.
-Yo tenía una primera versión, pero obviamente necesitaba también los testimonios de mi hija. Entonces fue una invitación real a mi hija que estudiaba para ser actriz. También, conscientemente, yo sabía que era una manera mía de tender un puente entre mi hija y yo, porque entiendo también que el arte es una manera derestaurar, de sanar aquello que a veces las palabras no bastan para procesar lo vivido. Tuvimos muchas conversaciones e iba engranando sus versiones con la mía.

Massiel Arregui. Foto: MA.
-Dicho así, parece una obra trágica, pero no. Hay mucho humor.
-Lo que me quedó claro es que no quería escribir una historia edulcorada de la maternidad. No se trata de escribir sobre la buena madre, no se trata de escribir sobre la hija que le perdona finalmente todo a la madre, sino retratarlo hasta cierto punto, un retrato con más ambigüedad, porque sabemos que vamos a ser juzgadas tanto la madre como la hija. Son decisiones de dramaturga que he tomado finalmente.
-¿Tuviste dudas de estrenar la obra?
-Claro que tuve dudas, pero a la vez me interesan las historias de mujeres. Creo que las mujeres tenemos que contar más nuestras historias y ser más escuchadas también. He dudado por cuidar a mi hija, sobre todo. Ella es joven y estudia teatro. Para nosotros, el teatro siempre nos ha vinculado, nos ha unido. Nos abre una conversación nueva, distinta, en otra etapa de la vida. Ella es una actriz casi adulta. Además, mi familia tiene mucho vínculo con el teatro. Mi hermana es actriz también. Entonces el teatro en sí te lleva necesariamente a revisar tu propia historia, tus vínculos. El mismo ensayo generó texto y eso es lo que pasa mucho en el teatro testimonial. Si bien el teatro testimonial es fuerte y muy personal, también puede ser muy sanador porque te permite revisar tu historia, incluso mirarla desde fuera.

"Un huracán nos había azotado". Foto: María Fernanda Rojas.
-Nos presentas a una madre que se expone a ser juzgada.
- No es un diario íntimo, lo que hice fue reescribir de manera sensible y más poética lo vivido. Transformar el dolor en belleza es algo que siempre me interesa. Porque lo que tú quieres es acceder a una hondura más emocional. A las madres, en general, se nos juzga siempre con una valla muchísimo más alta que al padre.
-Si en lugar de una madre y una hija, ponemos a un padre y su hijo, no pasa nada. Es de lo más normal.
-Claro. El papá no sé qué, saca la vuelta, hombre, pues, ¿no? El papá sale con muchas mujeres, hombre, pues. El papá está ausente, hombre, pues. La madre se ausenta y la madre se enamora, se la juzga. La madre también tiene que hacer su vida, pero se le juzga cada paso. La sociedad me juzga mucho más que mis propios hijos, mis hijos me entienden mucho más que la sociedad. Yo creo que eso también para mí es lo universal de la obra.
-¿Esta es la obra de una mujer a quien la vida la ha revolcado?
-Es la obra de una madre que ha sido revolcada, pero que se ha parado cada vez. En la obra se retrata a la madre en momentos de mucha vulnerabilidad, pero esta madre, en la vida real, ha podido criar a sus hijos, llevarlos al colegio, seguir trabajando en el Ministerio de Educación, y ahí están los hijos, siguen a flote y siguen diciendo lo que piensan, lo que creen, lo que sienten. A veces nos sacudimos, somos azotados por las circunstancias, pero no son circunstancias de las cuales nadie ha podido salir a flote. Y lo que surge después del huracán, no sabemos lo que puede surgir de la ruina, del hoyo cuando uno dice uf ¿saldré de esta?, y uno se levanta cada vez y no sabemos a qué nos levantamos y todo se va transformando. Los pedazos a veces se arman de formas distintas; hay cosas que no se restauran del todo. Uno elige qué perdonar, uno elige qué no perdonar. Lo importante es que uno no se rinda a querer seguir transformando su vida y la vida de quienes lo rodean. No importa a quienes tienes cerca, el huracán genera un efecto sobre quienes están alrededor.















