Anteayer coloqué en Twitter la imagen de una drag queen, erigida en símbolo de la tolerancia y dignidad en las calles de Montevideo. La provocación me sirvió para explicar lo que se dice de internet y la representación política: lo digital es el espacio de lo libérrimo, una caja de resonancia, incluso para los históricamente segregados.
Internet es un espacio donde las personas pueden ejercer sus derechos, reclamar justicia social y tener mayores oportunidades de aprendizaje. El acceso a internet es el camino para que mujeres y comunidades minoritarias y/o en situación de vulnerabilidad puedan ejercer su voz, desafiar normas de género impuestas, crear nuevas herramientas de representación, conectarse con otras personas y reforzar su libertad.
Si algo tienen los espacios digitales, es la capacidad de ofrecer libertad para la autodeterminación. Es en internet donde escogemos ser lo que deseamos ser, expresar lo que nos identifica. Construir una individualidad, al fin y al cabo. Si podemos lograr eso en internet, ¿por qué no podríamos conseguirlo también fuera de ahí, en el mundo de lo offline?
En pleno siglo XXI es imposible desconocer cómo la digitalización colabora con el ejercicio de más libertades individuales no solo entorno a lo que pensamos, decidimos o deseamos, sino, sobre todo, en la construcción de una propia biografía.
Lamentablemente, en el Perú, el uso de la tecnología por parte de grupos segregados es muy limitado, ya sea por temas de infraestructura, económicos, violencia de género, educativos y otros. Por eso hay que empezar a charlar sobre el acceso a la tecnología desde un enfoque de género que reconozca que las conexiones digitales responden a decisiones tomadas por personas, con sus propios sesgos, prioridades y visiones.
La brecha de género digital no solo nos habla sobre cómo hombres, mujeres y personas en general tienen una experiencia y acceso diferenciado, sino también sobre cómo esto repercute en la construcción de su ciudadanía digital. El acceso de grupos vulnerables –en general– a internet y su participación en la creación y uso de nuevas tecnologías es, en ese sentido, un componente primordial de la ciudadanía digital.