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Opinión

Qué tiempos aquellos, por Hernán Chaparro

“Los resultados de la encuesta del IEP indican que el capital político de la identificación ya dio todo lo que pudo y que ahora lo que está en la agenda ciudadana es la gestión...”.

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“Los resultados de la encuesta del IEP indican que el capital político de la identificación ya dio todo lo que pudo y que ahora lo que está en la agenda ciudadana es la gestión...”.

(*) Psicólogo social, Facultad de Comunicación, Universidad de Lima

Van tres meses y el nivel de aprobación del presidente Pedro Castillo no solo no despega, sino que muestra cifras que al Gobierno lo debería poner en alerta. Si el Congreso llega a sumar los votos suficientes, la vacancia que algunos piden está a tiro de piedra. Pero el Fujimorismo y sus aliados saben que solo el voto no es suficiente. La pérdida de reputación del partido naranja y, en general, los resultados electorales de la primera vuelta del 2021 son un claro ejemplo de que el abuso del número pasa la factura. Que la oposición busque ejecutar una vacancia tendría menor costo político si el nivel de aprobación en las encuestas baja, en particular en el centro y sur del país. Algo de eso viene ocurriendo, pero solo las siguientes mediciones permitirán ver si se ha iniciado un movimiento en ese sentido.

Cuando en otras oportunidades se ha preguntado a la población cuánto tiempo está dispuesta a esperar para ver resultados en la gestión del Gobierno, la tendencia ha sido a responder que seis meses es un tiempo razonable, especialmente en sectores de bajos recursos económicos. Sin embargo, esto ocurría cuando no había pandemia, la economía mal que bien se movía y la política no estaba tan polarizada en la escena oficial y social como ahora.

Si uno mira el nivel de aprobación de los presidentes al tercer mes de gestión, se observa que luego de Ollanta Humala todos los otros mandatarios han tenido caídas o niveles de aprobación bajos al tercer mes. Es un asunto que habrá que investigar con profundidad, pero un elemento que desde Humala no se presenta es que el Gobierno tenga una bancada con peso propio en el Congreso. Ni PPK, Vizcarra o Sagasti tenían bancada o la misma era muy reducida. Castillo tiene una sacha bancada que ya muestra signos de división.

En octubre del 2011, a los tres meses de su gestión, Humala tenía 62% de aprobación (según Ipsos) y venía de meses con cifras semejantes; ¡qué tiempos aquellos! Dirán quienes valoran algo la gobernabilidad, más allá de simpatías, antipatías o la indiferencia que puedan sentir frente al Gobierno del exmilitar. PPK, en octubre del 2016, según GfK, tenía un respetable 52% de aprobación, pero ese tercer mes de gobierno bajaba (esta vez sí es pertinente decirlo) diez puntos porcentuales. En ese momento se vinculó a un cierto desgaste del “gabinete de lujo”, asociado en un primer momento a la caída del ministro de Defensa, y a la aparición de conflictos en Las Bambas. Fue el primer Gobierno donde se vio que la luna de miel se recortaba. Algo semejante ocurrió con Vizcarra. En junio del 2018 cumplió tres meses de ejercer el cargo y su nivel de aprobación, justo en ese mes (según GfK), pasó de 47% a 29%. El gabinete Villanueva no daba fuego y en aquella oportunidad escribimos que “el descenso se da sobre todo en el interior, en las zonas de mayor pobreza como la central y sur”. ¿Suena conocido? Finalmente, Sagasti, con un Congreso francamente en contra y en medio de emergencias, a los tres meses de gestión (según el IEP) tenía 22% de aprobación, cifra semejante a la del mes anterior.

La “santa paciencia” se ha recortado porque las relaciones de convivencia entre las fuerzas que salen elegidas para ocupar el legislativo y el ejecutivo se han cortado o hacen corto circuito una y otra vez. Pero, además, es probable que el estilo cauto de Mirtha Vásquez resalte las declaraciones erráticas del presidente. Ya no tiene a Bellido de excusa. Los resultados de la encuesta del IEP indican que el capital político de la identificación ya dio todo lo que pudo y que ahora lo que está en la agenda ciudadana es la gestión. La preocupación por el pueblo puede que quede como marca registrada de Castillo y sume algo a lo que seguro será su futuro partido, pero, si está interesado en ese desarrollo, va a tener que poner foco en su gestión. Como Gareca, ahora la gente quiere goles.

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