La modificación del horario en Estados Unidos es un acto que afecta a varios estados de la nación. Este ajuste, conocido como horario de verano, se efectúa con el objetivo de maximizar el uso de la luz natural y reducir el uso de energía. Cada primavera, los relojes adelantan una hora, en otoño se retrasan, señalando la vuelta al horario normal. Este procedimiento ha suscitado debates a través del tiempo, dado que algunos detractores argumentan que el horario estival no es beneficioso para la salud y el bienestar de los individuos.
En Chicago, el cambio de horario tiene un impacto significativo en la rutina diaria de los residentes. A medida que se acerca el invierno, los días se acortan y los amaneceres se vuelven más tardíos. Este año, los habitantes de la ciudad están preparándose para el fin del horario de verano, lo que significa que deberán ajustarse a la nueva hora y, como consecuencia, también a cambios en su horario de actividades. La transición afecta no solo la iluminación, sino también el estado de ánimo y la planificación de eventos en la metrópoli.
Chicago, al igual que otras ciudades de Estados Unidos, experimenta una transición entre el horario estándar central (CST) y el horario de verano central (CDT). Foto: Telemundo
El cambio de horario en Chicago está programado para el primer domingo del próximo mes, que este año será el 3 de noviembre. A las 2 a.m., los relojes se atrasarán una hora, ajustando así la hora oficial. Este cambio marca la transición al horario estándar, poniendo fin al horario de verano y reduciendo las horas de luz natural por las tardes.
Este cambio de horario también significa que los atardeceres ocurrirán más temprano. Por ejemplo, después del 3 de noviembre, los residentes de Chicago verán su último atardecer a las 6 p.m., antes de que el sol comience a ocultarse aún más temprano en los días siguientes. Este ajuste no solo afecta las actividades cotidianas, sino que también puede influir en el bienestar de las personas, ya que la reducción de la luz natural puede impactar el estado de ánimo y la salud general, especialmente en relación con trastornos como la depresión estacional.
El debate sobre la preferencia entre el horario de verano y el horario estándar ha sido tema de discusión durante años. Los partidarios del horario de verano sostienen que optimiza el uso de la luz natural, fomentando más actividades al aire libre y favoreciendo la economía al aumentar el consumo durante las horas de luz. Sin embargo, este cambio puede afectar negativamente la salud, ya que altera los ritmos circadianos, lo que podría derivar en problemas de sueño, irritabilidad e incluso un incremento en los accidentes de tráfico.
Por su parte, los defensores del horario estándar argumentan que mantener un horario fijo durante todo el año es más beneficioso para la salud pública y el bienestar general. Afirman que la hora estándar se alinea mejor con los ciclos naturales de luz, lo que ayuda a regular el sueño y a mejorar la calidad de vida. Además, eliminar el cambio de hora facilitaría la organización diaria, reduciendo la confusión en los horarios laborales y escolares. Con la creciente evidencia sobre los efectos adversos del horario de verano, muchos expertos abogan por un horario estándar permanente como la alternativa más saludable y segura para la población.