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Domingo

Ser o no ser madre

Cercanas a los cuarenta años, muchas mujeres se plantean el dilema de la maternidad, algunas deciden postergarla o, simplemente, no tener hijos. Hablamos con cuatro profesionales adultas quienes sinceran las razones que las hacen retroceder ante la posibilidad de procrear.

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En Perú, la corresponsabilidad de la crianza y el trabajo doméstico es desigual, las mujeres tienen 18 horas semanales menos para estudiar, trabajar o descansar que los hombres. Foto: John Reyes/LR.

Es segundo domingo de mayo, día de la madre, probablemente hoy, durante el almuerzo familiar, además de los saludos cariñosos a nuestras progenitoras, se cuelen comentarios y preguntas dirigidas como torpedos a algunas integrantes del grupo, sobre todo a las adultas que aún no son madres. “¿Y para cuándo el bebé?”, “se te va a pasar el tren”, “cada niño viene con un pan bajo el brazo”, serán algunas de las inquisiciones más repetidas, más aún si la mujer está cerca de cumplir los 40 años pues, según la literatura médica, le quedan pocos años de fertilidad.

Bajo estas condiciones, el mandato social de ser madre para estas mujeres se hace más ruidoso. “Y es que tradicionalmente, en las sociedades patriarcales, el rol de la mujer ha sido el de esposas y madres encargadas de la familia y del entorno doméstico”, explica la antropóloga feminista Angélica Motta.

Aunque en el caso peruano la tasa de natalidad aún no es tan baja (2,2 hijos por mujer en 2018, según INEI) como en países europeos o asiáticos, en las últimas dos décadas, ha aumentado el número de hogares sin hijos: “De los 9 millones de hogares, casi la mitad –4 millones– no tiene un menor de edad”, se indica en Ser mujer en el Perú (Planeta, 2022).

Cada vez son más las peruanas adultas y en edad fértil que deciden postergar su maternidad o resuelven no ser madres por múltiples razones. Hablamos con cuatro de ellas, su denominador común es que son profesionales, mayores de 37 años y con ingresos económicos estables.

De partida, cuando se les preguntó qué significa para ellas la maternidad mencionan expresiones como: “es una gran responsabilidad”, “es un problema”, “es un mandato”, “es una atadura”. Y es que la inminente pérdida de sus libertades es el principal motivo por el que las cuatro dudan o deciden no maternal.

“Tener hijos significa no tener una vida propia. Un niño demanda tiempo, dedicación y dinero, cosas que no tengo”, dice la comunicadora Ángela Tejeda (38), quien tiene ocho años de relación y convive hace menos de uno. “Quiero seguir dedicándome a mi trabajo, estudiar, viajar, cultivar relaciones personales significativas, siento que no tengo la necesidad de ejercer el rol materno”, dice la abogada Diana Quiroz (38), casada desde hace dos años, y totalmente decidida a no tener descendencia, su esposo se practicó la vasectomía.

Perciben, además, que al convertirse en madres ya no podrán desarrollarse profesionalmente, o tendrán que dejar de trabajar al menos los primeros años de vida del hijo. Aunque no hay datos en Perú, en España, reporta El País, los ingresos de la mujer bajan un 11.4% el primer año de maternidad.

“Seguir con tu carrera profesional depende mucho de los privilegios de cada mujer”, dice Diana, refi riéndose a la red de soporte con la que cuenta la madre: si la pareja tiene ingresos altos podrá pagar una nana, o si cuenta con familiares que la apoyen en la crianza, podrá seguir trabajando y superándose.

Paola Quispe (37), abogada que trabaja en una institución del Estado y convive desde hace cuatro años, opina que es complicado “avanzar” con niños: “En mi trabajo no ven bien que salgas a tu hora y, si lo haces, dirán que no eres camiseta. Yo veo lo que padecen mis compañeras para salir a tiempo a ver a sus hijos”.

La periodista Alicce Cabanillas (39), que decidió tempranamente no tener hijos, señala, además, la carencia de un sistema público de cuidado de niños en el país: “Son pocas las instituciones públicas y privadas que cuentan con lactarios y guarderías. El transporte público hace casi imposible que una mujer con hijes pueda dejarlos en las cunas y luego se vaya a trabajar”.

Al respecto, la antropóloga Motta anota: “Necesitamos una política pública de cuidado anterior a la escuela, desde los 0 a los 5-6 años, que sea importante, Cunamás debe ser accesible a todas las mujeres”.

La poca corresponsabilidad entre hombres y mujeres en las labores domésticas también es una variable para considerar. Las entrevistadas perciben que el cuidado y la crianza del menor, así como el trabajo en casa terminará pesando sobre ellas. Y eso lo comprueban las estadísticas: Según el INEI (2010), de las 30 horas semanales de labor doméstica que necesitan los hogares para funcionar, 24 las cubrirán las mujeres, mientras los hombres, solo seis.

Lo económico también es un factor decisivo. “Los sueldos de mi pareja y el mío nos alcanzan a las justas para pagar la mensualidad del departamento que acabamos de adquirir. No nos alcanzaría para la educación, vestimenta y salud de un nuevo ser”, dice Ángela.

Los bajos sueldos y la precariedad laboral también son condicionantes que desalientan a las mujeres a ser madres. En El vientre vacío (2019), la periodista española Noemí López profundiza al respecto entrevistando a mujeres de la generación millennial, y concluye que muchas han renunciado a sus deseos de procrear por lo inestable de sus empleos: “Sabemos qué haremos la semana que viene, pero no dentro de tres meses. ¿Tendré trabajo? ¿Me echarán de casa?”, escribe la autora.

Ser madre o no debería ser una decisión personal y no una imposición social. Que una mujer deba o no maternal tampoco debería ser parte de la conversación de sobremesa, al menos no con ataques. “Me han dicho que si no tengo hijos, entonces por qué convivo”, dice Paola. “A mí, que al menos tenga una niña, para que me cuide cuando sea vieja”, cuenta Alicce. “Yo evito generar polémica y sigo la corriente. No debería hacerlo”, añade Ángela.

“Los planes de vida los decidimos nosotras –finaliza Diana—, el estar condicionadas biológicamente para maternal no hace que sea un designio o destino ineludible”.

Instinto materno y maternidad consciente

Gabriela Tuya, psicoterapeuta Psicoamarte

Las mujeres no nacen con un instinto maternal, no hay evidencia científica que lo demuestre. Las actitudes maternales se aprenden. Lo que sí es innato en el ser humano es su capacidad de sentir compasión por el sufrimiento del otro, lo que te lleva a protegerlo, puede ser el caso cuando cuidamos a un recién nacido. Por otro lado, existe lo que se llama la maternidad consciente, que es cuando la mujer reflexiona si verdaderamente está dispuesta y tiene el deseo de ser madre y asumir su rol. Muchas lo ven como un deber o tienen hijos para solucionar una relación, darle sentido a sus vidas, o porque piensan que eso significa la familia.

La reflexión consciente es importante porque, a veces, el arrepentimiento de ser madre se expresará no de forma verbal sino con descuido del hijo o con problemas psicológicos. Las mujeres deben ser conscientes que maternal demanda mucha responsabilidad, tiempo y hasta dejar de lado algunos placeres y proyectos de vida. Hay que pensar si eso es realmente lo que se quiere.