“Cuando Lima ganó la sede en el 2013 no existíamos. Ah, también hay que hacer los Parapanamericanos. ¿Y ahora? Ahora son 139 deportistas. Y son un orgullo”, dice Lucha Villar, presidenta de la Asociación Nacional Paralímpica del Perú, frente a la delegación peruana y un enjambre de periodistas, en el amplio salón de un hotel lujoso, este jueves por la tarde, en la presentación oficial de los VI Parapanamericanos Lima 2019.
139 ciudadanos a los que el destino se la puso más jodida que al resto. Que nacieron con los brazos y las piernas quebradizas por ser ese uno de cada 20 mil con alguna anomalía congénita. Aquellos que un día se quedaron ciegos paulatinamente, y tuvieron que reaprender a mirar el mundo. Policías y militares que fueron baleados o emboscados durante alguna misión. Hombres y mujeres que adquirieron un virus que mutiló sus extremidades. Gente que conoce el horror, pero que no se desplomó en sus abismos. Personas que despiertan consideraciones más profundas que el respeto y la admiración.
Hoy se conocerá a la abanderada o el abanderado. Hay mucha expectativa, desde luego. Se trata de una delegación histórica que nos representará en 17 deportes. Algunos de ellos que han sido concebidos especialmente para deporte adaptado como el goalball, una especie de balón mano para invidentes, y otros que no son considerados dentro del circuito olímpico convencional, como el powerlifting, levantamiento de pesas pero acostado.
Varios de estos deportes no se practicaban en el Perú hasta hace algunos años. Y por ello, entre otras razones, les ha resultado muy difícil conformar un seleccionado amplio. Prueba de ello es el judo que tiene en Ántero Villalobos a su único valor.
En ese contexto, es desmedido pensar en una gran cantidad de medallas. Lo más adecuado es seguir lo dicho por Pedro Pablo de Vinatea, parabadmintonista que sufrió de cáncer a los huesos: se las vamos a poner difícil, y si se descuidan nos quedaremos con alguna que otra medalla.
Después de escuchar un alentador coro de saludos (Gladys Tejeda, Alexandra Grande, Aldo Corzo) y antes del anuncio, se cuela la imagen de Angélica Espinoza en las dos pantallas del salón. La parataekwondista, campeona parapanamericana en el 2018 y cuarto puesto en el Mundial de Londres 2017, será la abanderada. La penúltima de cinco hermanos, de tan solo 21 años, que nació sin el brazo izquierdo, paseará la bandera durante la ceremonia de inauguración el viernes 23 de agosto, en el Estadio Nacional.
Angélica se pone de pie y se dirige al estrado mientras su madre y su tío lloran lágrimas dulces.
“Cuando nació fue un shock para toda la familia. No sabíamos cómo afrontar su situación. Pero ella terminó siendo más sabia que todos nosotros, y nunca sintió la discapacidad”, me dirá después Juan Carlos Carranza, su tío.
La muchacha rulosa, clasificada en la categoría -49 kilos, dará un discurso breve. A una semana de Lima 2019, las emociones pueden más que las palabras.
PARANATACIÓN
Al borde de la piscina del Campo de Marte, una mujer bajita estira con unas cintas moradas los brazos de un chico delgado en silla de ruedas. Se trata de Rodrigo Santillán, el talento más joven de la delegación con 14 años.
Diagnosticado con polineuropatía, un trastorno neurológico que reduce la fortaleza de pies y brazos, Rodrigo no sabía nadar hasta hace un año. Su crecimiento ha sido tan violento que participará en Lima 2019, en cuatro pruebas: 50 metros en libre y espalda, y 100 metros en libre y espalda. Y por si fuera poco es número once a nivel mundial en S2, la condición más severa de la paranatación.
Desde abril, cuando se intensificaron los trabajos, entrena todos los días de 6 a 8 pm. El enorme inconveniente es que se viene desde Pachacámac. Dos horas y media de ida, y dos horas y media de vuelta.
“Gastamos 70 soles diarios solo en pasaje. Prácticamente todo lo que gano. Esperamos contar muy pronto con algún tipo de apoyo”, dice Mónica Ruiz, su madre y asistente, quien se internó con él ayer sábado en la Villa Parapanamericana, en Villa el Salvador.
En el agua, dando brazadas de pared a pared, se encuentra Juan León, quien alcanzó su clasificación en octubre de 2018. Nuestro crédito en los 400 metros perdió las dos piernas hace cinco años en un accidente.
“En la natación he encontrado lo que me hace falta. Dentro del agua siento que corro. Soy veloz otra vez”. Veloz y con esperanzas.
POWERLIFTING
“Había muchos tabúes. Creían que podían lastimarse o que no controlarían el peso. Esos mitos son los que hemos derrumbado en este último tiempo”, dice, resuelta, la venezolana Neolanis Isiner, la entrenadora de powerlifting.
Estamos en uno de los gimnasios de la Villa Deportiva Nacional, en San Luis. El suelo retumba con las barras que dejan caer los seleccionados de halterofilia. A unos pasos, Diego Quispe y Noemí Vásquez hacen lo propio, pero tumbados sobre una banca de dunlopillo.
Diego es una de las dos personas de talla baja que defenderán al país en Lima 2019, y el único en powerlifting. Zurdo de buen toque integra, además,la selección de futsal. En mayo pasado, se colgó la medalla de bronce en el primer Mundial de Powerlifting realizado en el Perú, lo que le valió para tentar el oro en estos Parapanamericanos. Aquella vez levantó cien kilos. “Me encantaría ganar una medalla, pero mi prioridad es obtener el pase a Tokio 2020”.
Noemí Vásquez, por su parte, aquejada por la polio desde que tenía un año y medio -lo que le impide caminar y la ha confinado desde entonces a una silla de ruedas-, tomó la decisión de dejar a su familia en Arequipa para vivir en la Videna a inicios de año. Empezó levantando 20 kilos. Ahora levanta 50 kilos.
“Estoy aquí porque me lo gané. Me decían que me dedicara a otra cosa. Que los fierros me iban a hacer daño. Y la verdad fue difícil. Nadie quería entrenarme. Pero Dios ha hecho su voluntad, y daré lo mejor de mí en estos Juegos”, dice.
Estos son solo algunos de nuestros deportistas. Que esta ciudad, hostil con ellos los 365 días del año, les exija una medalla sería un descalabro. Su ejemplo ya es un regalo. Y a la vez su conquista.