Profesor e investigador en la Universidad de Lima, Facultad de comunicación. Doctor en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del comité consultivo del área de estudios de opinión del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Viene investigando sobre cultura política y populismo.
El presidente Jerí, en los días que viene ejerciendo el cargo, está tratando de construir una imagen que lo diferencie del gobierno de Dina Boluarte. Cumplir con ese mínimo objetivo no sería complicado. La expresidenta, que comenzó su mandato con las muertes en el sur, ya no podía ser sostenida ni defendida por quienes la tuvieron como coartada en el ejecutivo. Su relación con la prensa se caracterizó, muchas veces, por largos silencios, así como por el cerco a periodistas para marcar distancia y evitar contacto con reporteros buscando respuestas a interrogantes diversas. En las últimas apariciones, sus intervenciones eran, muchas veces, para defenderse de una u otra acusación. Quedan las imágenes de su comportamiento hostil no solo contra periodistas de diversos medios sino contra la misma ciudadanía. Cantar el gato ron ron no la salvó.
La mayoría de los grupos que la sostuvieron en el Congreso hubiesen querido que Boluarte continúe. Difícil encargo, porque buena parte del rechazo se ha construido a partir de la tolerancia del ejecutivo con relación a diversas leyes promovidas desde el legislativo. Pareciera que los grupos que manejan el Congreso se han acostumbrado a su desaprobación en las encuestas. Adecuar la legislación para poder hacer campaña usando dinero público, dar leyes que favorecen a la economía ilegal y a otros grupos donde tienen relaciones clientelares, entre otros, serían suficiente recompensa. Además, varios se han cuidado de direccionar parte importante del presupuesto hacia regiones y municipios donde piensan recalar en caso la reelección en el Congreso no se produzca. Lo que les era intolerable era la desaprobación del ejecutivo. Con la suya, pueden convivir. Como su gran deseo es hacer como que cambian sin cambiar nada que choque con sus intereses, pusieron a Jerí.
La apuesta en la Plaza Bolívar sería que el nivel de aprobación del presidente mejore, gracias a un nuevo estilo de gestión, no hacer cambios que los afecten, y que a la vez se controle las crecientes protestas. Con eso tendrían menor presión en su propio juego. Al menos eso se expresó en los votos que se opusieron a un cambio en la mesa directiva para que alguien más independiente ejerciese la presidencia hasta el fin de este período. No abundaban, pero incluso descartando nombres vinculados a la izquierda o “caviares”, había alternativas. Ni eso han querido. Realizado el cambio, Renovación Popular, que desencadenó el pedido de vacancia contra Boluarte, votó el miércoles para respaldar al nuevo gabinete.
La apuesta de Jerí es conectarse con la preocupación ciudadana con relación a la delincuencia, hacer creer que la respuesta está más vinculada al uso de la fuerza que a la inteligencia y, a la vez, restringir las crecientes protestas. Como dijo en su corto mensaje, quiere dejar la sensación de que “…esto se acabó” que “Las guerras se ganan con acciones, no con palabras” y que ahora pasaron de “…la defensiva a la ofensiva”. Un mensaje que conecta con las demandas de mano dura, pero envuelto en una camisa remangada, jeans y zapatillas. Se muestra activo en sus cuentas de redes sociales, con fotos y videos que buscan ubicarlo en plena acción contra la delincuencia. Eso puede generar expectativas y un inicial respaldo en un sector de la población. Algo semejante a lo que logró Urresti cuando fue ministro del interior con Humala. Pero en este caso hay que sumarle el uso de un lenguaje propio de una generación más joven. Un millennial buscando comunicarse con la Generación Z. Pero la política es un poco más complicada que la vida de un influencer. Y habrá que ver si eso es suficiente para distraer a la población descontenta con las acciones de los grupos que controlan el Congreso.
Es importante el anuncio con relación a la venta ambulatoria de chips de celulares, la acción en los penales y, esperemos, la creación de instancias de coordinación interinstitucional. Pero enmarcar todo esto en la declaración de un estado de emergencia deja la sensación de que no solo se está buscando combatir la criminalidad, sino que se busca generar un clima de acuartelamiento por temor a que las legítimas protestas políticas se desarrollen. Se proponen medidas que platean el espectáculo del combate a la delincuencia (una vez más, estado de emergencia, militares en las calles, “importantes” capturas por parte de la policía, etc.) pero además se busca restringir las planificadas marchas y cualquier otra manifestación del derecho ciudadano a la protesta. El objetivo es enganchar con los nostálgicos de “la letra con sangre entra” para combatir la delincuencia y, a la vez generar miedo y buscar callar las voces de quienes discrepan de todo lo actuado por el Congreso (votos de Jerí incluidos) a favor de la delincuencia y sus propios intereses durante estos tres años.
¿Este sábado 25 de octubre volverán a cercar a quienes se manifiesten para luego llenarlos de gases lacrimógenos y perdigones? ¿Seguirá el discurso del terruqueo? ¿Jerí le pedirá al Congreso que modifique las diversas leyes que favorecen las economías ilegales y que favorecen el crimen? El presidente quiere cambiar la relación con la ciudadanía, pero parece que desea mantener el vínculo de siempre con el Congreso. Puede que ahí lo guíe una particular interpretación de “dejar hacer, dejar pasar”.
Las redes sociales también sirven para coordinar acciones, exigir coherencia, transparencia, permiten filmar o fotografiar abusos en las protestas y denunciar. En esta nueva plaza pública, se puede subir mensajes motivacionales y frases en plan clickbait, pero también hay formas de contrastar lo que se dice con lo que se hace o se deja de hacer.

Profesor e investigador en la Universidad de Lima, Facultad de comunicación. Doctor en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid y miembro del comité consultivo del área de estudios de opinión del Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Viene investigando sobre cultura política y populismo.