Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".
La marcha convocada para este miércoles 15 de octubre se anuncia exitosa y peligrosa. Esto último porque, a estas alturas, hasta los más desconectados de la realidad que integran el Pacto de Gobierno deben haber comprendido que nombrar a José Jerí ha sido un error espantoso. Por ende, deben estar muy asustados con las consecuencias de lo que podría considerarse una eyaculación precoz del Congreso. Recurro a esta imagen para seguir con el tenor de los innumerables tuits machistas que han salido a la luz, provenientes de las redes del sucesor de Dina Boluarte. En estos, las mujeres son vistas como trozos inertes de comida para su disfrute. Al punto que la noticia ha dado la vuelta al mundo, con una combinación de asombro y sorna.
El problema es que cuando los gobiernos autoritarios entran en pánico, sueltan, como diría Shakespeare (Julio César), los perros de la guerra. Lo hicieron con Merino el Breve, y la PNP asesinó a dos jóvenes: Bryan Pintado e Inti Sotelo. Luego se desató el caos en las altas esferas. Hasta las principales empresas del país le bajaron el dedo a Merino (lo indicaron a través de un mixto tuit), y el premier Ántero Flores-Aráoz se enteró por el periodismo de que su gabinete y cargo ya no existían. Su respuesta pertenece a las frases memorables del ridículo nacional: “No me llegó el WhatsApp.”
Un sector de la derecha se apresuró a repetir en coro que las manifestaciones habían logrado vacar al gobierno porque consiguieron sus “muertitos”. Ahora comienzan a entonar la misma cantinela macabra: “Quieren conseguir sus ‘muertitos’”, afirman los trolls en las redes, pero también algunos destacados representantes de la derecha pensante entrevistados por los medios. Cabe entonces preguntarse a qué se refieren con eso y por qué los mencionan en diminutivo.
Si algo hay en común en todas las personas fallecidas a las que se designa con ese apelativo, es que pertenecen a los sectores más pobres del país: Inti y Bryan, así como los cincuenta asesinados durante las protestas de fines de 2022 e inicios de 2023. Para decirlo sin eufemismos: todos eran cholos. Si la PNP asesinara a perdigonazos a gente de clase media alta o alta, ¿serían “muertitos”? Por supuesto que no. Serían muertos, “muertotes”, cadáveres exquisitos (con perdón del juego creativo de los surrealistas). Hay en esa manera de referirse a las víctimas de la brutal represión de la fuerza armada clasismo y racismo. Nada nuevo. La vieja tragedia peruana de unas élites que desprecian a las mayorías, a las que consideran ignorantes, sucias, brutas e indignas de ser lloradas.
Ante la acusación de buscar esos fallecimientos para potenciar el éxito de la protesta, el comunicado de la Generación Z (los jóvenes de 18 a 28 años), convocando a las marchas del 12 y 15, afirma: “Hacemos un llamado a los buenos funcionarios de la Policía Nacional del Perú (PNP) para que actúen en favor del pueblo y no de estos corruptos; a ellos y a las Fuerzas Armadas les suplicamos que no levanten sus armas contra sus propios compatriotas. Este es un grito de auxilio, un pedido de empatía.”
Pero entonces, ¿por qué algunos partidarios del autoritarismo vigente entonan esa marcha fúnebre? Así como las matanzas tanto de Sendero como de las FFAA en los Andes peruanos fueron desmentidas durante años, pareciera que la historia trágica se repite. Lo que están diciendo es que, si hay muertitos, es porque “ellos” se lo han buscado. Hay en este discurso macabro una combinación de proyección —no soy yo el que lo desea, son “ellos”— y profecía autocumplida. En una sociedad tan fragmentada y desigual como la peruana, el fantasma de la sublevación siempre es considerado terrorista por las clases dominantes. De esa manera se perpetúa lo que los partidarios de la mano dura consideran el orden establecido.
Es una lástima que no aprendan la lección de lo ocurrido con Merino. La intervención de los poderes económicos fue el golpe de gracia y significó, en la práctica, un momento de alianza entre sectores que casi nunca se unen, salvo para el fútbol o la gastronomía. Y el resultado fue un gobierno de transición que cumplió con su encargo de llamar a elecciones y, de paso, traer las vacunas que tanta falta hacían ante la pandemia del COVID, otra tragedia que estamos olvidando. Es necesario recordarlo ahora que tenemos un tercer gobierno incompetente y corrupto (Castillo, Boluarte y Jerí). Solo si se conforma un pacto sanitario, en contraposición al podrido que nos gobierna desde la caída de Castillo, podremos salir juntos de este abismo de incompetencia, falsedad y corrupción.
Para esto, es urgente que contengamos esos impulsos discriminatorios, en donde hay vidas de diferente categoría, y que los reemplacemos por una conciencia de la gravedad del momento que vivimos. Este columnista no tiene la fórmula para lograrlo, pero sí la certeza de que, a este paso, vamos a un desastre aún peor del que vivimos ahora. Por lo menos, seamos capaces de respetarnos y dejar de insultar a los que algunos consideran inferiores. Vean lo que le sucedió a Butters en Juliaca y analicen la profundidad de las fracturas de nuestra sociedad.
Un primer paso es dejar de tratar al público como idiota. La foto de Jerí con Arriola imitando a Bukele y los Avengers es un meme instantáneo. Tan falsa como el atentado a López Aliaga, una caricatura de Trump o Milei (lo que ya es decir) que insulta la inteligencia de la gente. Dejemos, pues, de propalar nuestras pulsiones mortíferas, propulsadas por el pavor a la democracia real, no a la de los privilegios.

Jorge Bruce es un reconocido psicoanalista de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha publicado varias columnas de opinión en diversos medios de comunicación. Es autor del libro "Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo".