Director Ejecutivo de Proética, Capítulo Peruano de Transparencia Internacional. Sociólogo. Máster en Gestión de Políticas Públicas por la UAB. Ex...

Becas: financiando el futuro elegido, por José Luis Gargurevich

Sí mantengo la convicción de que estos años el Programa de Becas -en su independencia técnica del Ministerio de Educación que le ha oxigenado el paso en momentos de desgobierno- ha abierto esperanza a una generación de jóvenes

El gasto de bolsillo en la educación es en América Latina, y en el Perú, la principal carga de la deserción universitaria. En la población que no está en situación de pobreza es del 26%, pero en la población que sí, estamos perdiendo al 40%. Eso, si acceden, en primer lugar. Solo el 30% de estudiantes en pobreza tienen la probabilidad de lograrlo.

Jóvenes que, si superan barreras y mala calidad de su educación básica, se enfrentan al día siguiente a peores frustraciones en la educación superior. No sólo la situación económica les arruina el sueño de su proyecto de vida, sino que sin certificación profesional para hacerse de empleo digno, el sistema los condena a quedar atrapados en esa misma situación. Es una trampa.

Las becas educativas tienen el poder de ser vehículo para sortear ese trayecto pedregoso, respaldar la decisión del futuro que cada estudiante elige, y conectar educación con movilidad social intergeneracional, y educación con empleo y progreso.

El Centro para el Análisis de Políticas Públicas en Educación Superior - CAPPES ha tomado una radiografía del impacto que viene generando la Beca 18, que ya alcanza casi 90 mil peruanos egresados en sus 12 años de existencia.

Más del 90% de sus beneficiarios son la primera generación en su familia con educación superior. En los becarios, las tasas de deserción son menores al 1%, y los ingresos em su inserción laboral son 13% mayores a los egresados no becados. Los becarios aportaron al PBI en el 2024 cerca de S/.777.11 millones, es decir, proyecta un retorno en la inversión estatal que redunda en beneficio económico para el país. Pensando en competitividad regional, más del 38% de los becarios trabaja fuera de Lima, y concentrados en industrias manufactureras, comercio, inmobiliarias, transporte y construcción.

Escucho siempre afirmaciones hoscas de que las becas benefician a los que sí tienen recursos. Si bien en sus primeros diez años, sólo el 50% de sus becas atendía a población en situación de pobreza, hoy sí puede exhibir una inclusión gravitantemente distinta: de las 20,000 becas del 2025, Pronabec señala que más del 92% están dirigidas a población en pobreza (50.5%) y en extrema pobreza (42.2%).

Eso no exonera la urgencia de otras vulnerabilidades y diversidades no atendidas. No se logra representar a la discapacidad (sólo el 0,6% de becarios), a las comunidades amazónicas (6%), a la población afroperuana (1,7%) o a las lenguas originarias (menos del 1%).

Otros apuntan con el dedo el hecho de que las universidades públicas adolecen de becarios. Vacantes reducidas puede estar explicándolo. Entre 2018 y 2023, el número de estudiantes en condición de pobreza en universidades públicas aumentó solo de 50 mil a 95 mil, mientras en las privadas pasó de 41 mil a 125 mil. Muchos postulantes a universidades como UNMSM o la UNI encuentran luego de intentos frustrados que es más accesible ingresar a una universidad privada.

Ante esto, congresistas de varias aceras, por desconocimiento o alevosía, vienen auspiciando proyectos de ley para que las becas sólo se dirijan, o en un 80% al menos, a las universidades públicas. El triste desacierto de esa idea es hacerle creer a las universidades que el presupuesto de las becas será otorgado a las arcas de sus Pliegos, cuando el modelo de becas en nuestro país se enfoca en la demanda: no reserva cuotas por institución, financia la libre opción de los estudiantes. Si hiciera lo primero asignando recursos per cápita, estarían asignando doble presupuesto a las universidades públicas.

Cuando la oferta pública logre calidad, la elección de los estudiantes virará hacia ella. Por eso, no pueden pretender con una mano leyes para el financiamiento doble cuando con la otra aprueban el desmantelamiento de la Superintendencia. Nos falta coherencia y responsabilidad.

Ahora bien, ¿es la política de becas educativas un vehículo para quebrar ciclos de pobreza y darle posibilidad -escuchen esto, la posibilidad tiene un poder- a que nuestros jóvenes elijan su futuro sin mediar la restricción financiera para superar en algún grado la desigualdad del sistema?

Mi reflexión es entusiasta aunque no complaciente: decir que SÍ es tentador, pero no olvido que la promesa del acceso tiene que hacerse desde el compromiso de la equidad estructural, es decir, de un sistema más sólido y saludable de financiamiento público, incluso abriendo la puerta a impuestos solidarios post-graduación, incentivos financieros por resultados, o créditos educativos para la clase media (que pueden ser contingentes a sus ingresos), por aludir modelos aún no explorados. Opciones como los créditos generan oportunidades, pero riesgos también feroces: alternativas financieras que recaen en los bolsillos de los vulnerables pueden ser solo un espejismo de inclusión que hipoteque futuros en lugar de encaminarlos. Me queda claro que ninguna fórmula puede hacer que el ciudadano subsidie la precariedad de su Estado, porque jamás el Estado debe desentenderse de su rol garante del acceso con calidad para todos.

Sí mantengo la convicción de que estos años el Programa de Becas -en su independencia técnica del Ministerio de Educación que le ha oxigenado el paso en momentos de desgobierno- ha abierto esperanza a una generación de jóvenes. Y en un país donde pocas cosas funcionan, aplaudir lo que nos mueve tres pasos adelante no es poco mérito.

Pendientes aun las equidades más estructurales que el sistema debe garantizar, nuestra política pública de becas ha resistido el embate de patrimonialismos de gobiernos pasados, presentes (y, ojalá, futuros). Cuando, de niño, rompíamos algo valioso porque no sabíamos cuidarlo, mi abuela decía: “por eso, nada bonito se puede tener en esta casa”. Hagamos que quienes logran algo valioso en la vida de los más vulnerables del país no sufran de la avidez macabra de esos que rompen todo para repartirse los pedazos. Si hay que construir mejores versiones de lo bueno, traigan sus ideas, no sus martillos.

Fuente de datos: CAPPES, El impacto de Beca 18 en el proyecto de vida de sus becarios. Mayo, 2025.

Jose Luis Gargurevich

Columna vertebral

Director Ejecutivo de Proética, Capítulo Peruano de Transparencia Internacional. Sociólogo. Máster en Gestión de Políticas Públicas por la UAB. Ex viceministro de Educación y ex directivo público. Presidente del Instituto para la Sociedad de la Información. Docente en la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la PUCP y en la UARM. Creo en la urgente recuperación de la democracia, un Estado de Bienestar para todos, la Educación como derecho y la República de iguales. El poder de la palabra y el diálogo puede reconstruir nuestra columna vertebral.