Director Ejecutivo de Proética, Capítulo Peruano de Transparencia Internacional. Sociólogo. Máster en Gestión de Políticas Públicas por la UAB. Ex...

La salud: el último de la fila, por José Luis Gargurevich

"Un sistema de salud que funcione no es cuestión técnica. Es una decisión política"

Durante décadas, los países que salieron de la guerra, la pobreza o la desigualdad entendieron algo que el Perú aún se resiste a asumir -incluso después de los 200 mil ciudadanos fallecidos durante el COVID19-: sin un Estado que garantice salud pública fuerte, no hay ciudadanía posible en primer lugar.

La salud en el Perú es una ruleta. ¿Conseguiste cita médica para la urgencia que atraviesas? ¿Pagaste por un espacio en la cola para que atiendan a un familiar que llegaba grave a la emergencia? ¿Hay genérico para ese medicamento costosísimo que te ofrece la farmacia? ¿Tienes que venir a Lima por ese tratamiento que en tu región no se presta? ¿SIS, EsSalud, Seguro privado? La suerte y el privilegio marcan la línea divisoria entre la vida o la muerte. Puedes hoy ofrecer estabilidad a tu familia, pero mañana enfrentar una enfermedad puede llevarte a la pobreza.

La agenda de un sistema enfermo que no se vuelca a la salud pública sólo genera dolor, exclusión y brechas.

En el Perú, hay más de 24 mil Instituciones Prestadoras de Servicio de Salud (IPRESS) entre postas, centros de salud, hospitales, institutos especializados y clínicas; casi 15 mil de estas son privadas, y las 9 mil públicas no funcionan en igualdad de estándares, están gestionadas por una decena de entidades distintas. Algunas por el Ministerio de Salud, otras por EsSalud dentro del Ministerio de Trabajo, otras por las Sanidades del Ministerio del Interior, otras por el Ministerio de Defensa, y otras por los Gobiernos Regionales o la Municipalidad Metropolitana de Lima.

El primer nivel de atención, que debería ser la puerta de entrada a través de 8500 postas y centros de salud, recibe apenas el 25% del presupuesto público del sector salud. Y en cambio, más del 60% de los recursos se concentran en los 250 Hospitales e Institutos del país. Subproporciones que no se explican.

Según datos del MINSA, más del 90% de los establecimientos del primer nivel de atención sufre de infraestructura o equipamiento inadecuado. Urge construir 1800 centros del primer nivel para alcanzar la cantidad óptima requerida. Cuando la Contraloría General de la República identificó que la corrupción en el sector público se llevaba cerca de 24 mil millones de soles, eso significaba haber perdido recursos hasta por 800 Hospitales.

Y así como no hay educación sin maestros, la otra brecha en salud es la del capital humano. 180 mil profesionales de salud nos hacen falta para que los establecimientos tengan capacidad resolutiva suficiente para la atención nacional. Y los que se la juegan -entre médicos, obstetras, enfermeras, tecnólogos médicos y otros- necesitan mejores condiciones, compensaciones justas, formación innovadora y especializada, combinar su quehacer con la investigación aplicada y en base a saberes locales y comunitarios.

Que volvamos a confiar en un Estado que devuelve a la Salud al inicio de la fila. La Salud como un Sistema confiable y predecible. Es posible- ¡atención, candidatos!:

  1. Que funcione como sistema, con responsabilidades claras, rectoría fuerte, y articulación real entre actores.
  2. Que los servicios estén integrados en el territorio, con continuidad del cuidado y atención primaria fortalecida como puerta de entrada.
  3. Que sea uno solo, con una oferta única regulada por normas comunes y aseguramiento que no segregue ni divida el acceso según el empleo, ingreso o lugar de residencia.

Estos principios no son utopías. Son decisiones políticas que deben plasmarse ya. Exijamos a las candidaturas presidenciales y congresales un compromiso público en salud:

Que el primer nivel de atención deje de ser el último en la fila presupuestal. No puede ser que postas y centros de salud estén con equipamiento obsoleto, sin infraestructura decente, porque eso condena a la gente a extremar sus vulnerabilidades.

Que se establezca una política nacional de salud con alcance obligatorio para todos: mismas normas, mismo estándar, independientemente de si eres usuario del SIS, EsSalud o cualquier otro seguro. Intercambio prestacional real, no escrito en una ley que no se cumple.

Que el aseguramiento universal sea efectivo, sin vacíos ni discriminaciones, y que cubra también la prevención, promoción de salud, atención crónica.

Que se apruebe un plan urgente para cerrar las brechas: construir los 1,791 centros del primer nivel que faltan, los 156 hospitales que faltan, mejorar el 97 % de los establecimientos que hoy no cumplen estándares básicos. Apelar a los G2G, a las Obras por Impuestos, a las Asociaciones Público Privadas, a fórmulas multiactorales de colaboración para una necesidad que no puede esperar.

Que se implemente un sistema de información interoperable y transparente, para que haya seguimiento real al estado de los establecimientos, al acceso de la población, a los tiempos de espera. Digitalización de las historias clínicas y del registro de consultas y citas, que haya imposible la discrecionalidad que tienen hoy los malos profesionales para saltearse las normas y abandonar sus obligaciones en favor de sus consultorios particulares y de favorecimientos a marcas de medicamentos.

Recuperar el modelo de separar al Ministerio de Salud de la administración de la red de servicios nacionales y de Lima Metropolitana, bajo la figura de una institución que gerencie las redes territoriales de salud. Es decir, en ese diseño, el mismo ente que dirige la política no es quien gestiona; ni el que dirige ni el que gestiona, se vigila a sí mismo

Que se asegure una entidad fiscalizadora independiente con poder real —recuperar la Superintendencia de Salud – SUSALUD con competencias para certificar y licenciar los EESS, para que esos 24.000 establecimientos estén todos supervisados, registrados y obligados a cumplir estándares mínimos.

Un sistema de salud que funcione no es cuestión técnica. Es una decisión política. Una declaración de que todos importamos por igual. Porque cuando la salud se deja al azar, no es el ministro ni el congresista quien sufre en pasillos sin oxígeno: somos todos, y somos millones. Ese sufrir debería doler más para no anestesiarnos ante la inacción.

Jose Luis Gargurevich

Columna vertebral

Director Ejecutivo de Proética, Capítulo Peruano de Transparencia Internacional. Sociólogo. Máster en Gestión de Políticas Públicas por la UAB. Ex viceministro de Educación y ex directivo público. Presidente del Instituto para la Sociedad de la Información. Docente en la Escuela de Gobierno y Políticas Públicas de la PUCP y en la UARM. Creo en la urgente recuperación de la democracia, un Estado de Bienestar para todos, la Educación como derecho y la República de iguales. El poder de la palabra y el diálogo puede reconstruir nuestra columna vertebral.